Horas de la madrugada. Candela.
Las lágrimas brotan de mis ojos frenéticamente. Me siento tan estúpida, tan vacía, tan... tan... Engañada.
Camino por la plaza del centro de Mendoza sola. Con frío, tratando de autoconsolarme.
Vuelvo a reproducir la imagen y chilló para desahogar toda la impotencia.
Caigo de rodillas al suelo, las lágrimas negras tiñeron mi cara. Los ojos cristalizados no me dejan ver correctamente. Me recuesto sobre el frío suelo. Desolada, el alma me desgarra.
Siento fuertes pulsiones en mi pecho, ya no puedo seguir. Me ahogo en lagrimas.
Por qué Joaquín. Repito para mis adentros. Por qué.
Me levanto firme pero a la vez destruida por dentro. Camino a paso ligero al hostel donde estamos hospedados y la abro de un portazo.
Mis manos tiemblan, y mis piernas también. Agarro la valija de Joaquín, meto sus pertenencias y la arrojó por la puerta.
- ¡¡Hijo de puta!! - Chilló como loca, tan herida, tan vulnerable. - ¿Qué mierda hice mal? ¿En qué te falle? - Me vuelvo a desmoronar en el suelo a diferencia que pegó con puñales y patadas como una niña pequeña.
Y la imagen se repite para lastimarme una y otra vez, el nudo de la garganta no me deja articular otro insulto más, me quema, me duele, me inhibe.
Esa maldita imagen no se va de mi cabeza, esa maldita imagen de Joaquín revolcado con la colorada.
Ese maldito idiota que rompió mi corazón.
Horas antes. Candela.
La chica de cabello cobrizo (demasiado lacio, por cierto) era muy hermosa. Es tan obvio que capte su atención con su nariz respingada y curvada, sus pecas en la cara y una sonrisa perfecta y alineada. Sus labios son finos, no llegan a ser carnosos pero la premian sus ojos azules.
Hasta a mí me dejó sin aliento, es preciosa.
Respiro y mis mejillas están rojas (no tanto como su cabello) y arden, queman como el fuego.
Camino a paso lento para poder analizar la situación.
Ella le toma la mano a Joaquín, pero el maldito no la aparta.
Mis inseguridades me invaden. Me hacen sentir menos bonita que ella, claro...
- Hola, mi amor. - Dije ensanchando el pecho, mostrando mi falsa seguridad mientras le planto un beso en sus labios. - Hola... ¿Cómo te llamas?
- Hola Candela ¿No?, mi nombre es Constanza. - Sonríe con sus enormes (y envidiables) dientes.
- ¿De qué hablan, he? - Busco la mirada cómplice de Joaquín para hacerle notar que estoy molesta.
- Cande, nosotros nos conocemos. - Señala a la colorada. - Es familiar de unos amigos de mi papá.
- Ah. - Sonrío con total frialdad. - Que bueno che. - Me dirijo a Constanza. - Un gusto nena, una lastima pero ya nos vamos. - Le guiñó el ojo.
- Candela... No seas mal educada. - Me susurró y eso avivó más las llamas de mis celos/enojo.
- Amor, no estoy diciendo nada que no sea cierto. Los chicos nos esperan.
- Consti un gusto verte de nuevo. - Guiñó su ojo y eso me colmó la paciencia. - Ya tenes mi numero, hablame cuando quieras.
* * *
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Al borde del abismo. © #Wattys2017
Novela JuvenilThiago Medici, un joven que cree ser homosexual, se enamora perdidamente de Malvina Blanquesí, su mejor amiga. Junto a sus amigos, Candela Mileno y Joaquín Velledo, van a emprender la aventura de sus vidas: Recorrer la Argentina antes de comenzar l...