#42 - OÍR DE TUS LABIOS MI PERDÓN.

1.9K 63 29
                                    

El 16 de septiembre, a unas semanas después de haber entrado en el último curso escolar, como no habíamos tenido oportunidad de empezar la celebración de la recta final, la cual duraría semana tras semana hasta graduarnos como buenos estudiantes de medicina, Martha y Carolina planearon hacer honor a su nación, ese día no irían a clases por tres razones: porque eran mexicanas y celebrarían la independencia, y era viernes.—¡Propongo que vayamos a Paris! —Le euforia de Martha es notoria.

—Suena bien, —respondió Carolina, —pero a menos que tú compres mi vuelo iría, mis padres no me han depositado. —Les escucho mientras me preparo un sanwich. —Me tienen en ese proceso de: vive por fe.

—Podemos ir en tren, —grito desde la cocina. —Supongo que por alguna razón inventaron el Eurostar. —Ambas asomaron sus rostros mirándome con extrañeza, se encogieron de hombros y accedieron sin reparo alguno.

—¡Me encanta su idea doctora Echegaray! —dijo Martha. Carolina le secundo repartiendo las tareas para organizar el viaje.

—Cuasi doctora. —Corregí. Sonreímos.

Cada quien tomo su McBook he hicimos las cotizaciones que le correspondían. Carolina buscaba el hotel, Martha los lugares a visitar, yo me hacía cargo del transporte; después de un momento según nuestras cuentas, lo poco que teníamos nos permitiría ir y venir. Aunque cada una de nosotras tenía una tarjeta de crédito para gastos como estos, siempre éramos conscientes en no generar gastos innecesarios a nuestros padres, menos ahora que habíamos decidido darnos un respiro de los compromisos de la universidad.

—Venga, hagamos maletas. —Les apresure. —Si nos damos prisa, llegamos a St Pancras International en unos dieciséis minutos o más dependiendo del tráfico, abordamos en la salida de las 8:30am, y en un par de horas estaremos en Paris.

Cada quien fue a su habitación a prepararse rápidamente, el reloj marcaba las 6:45am.

—Oye, Zoé. —Voltee y encontré a Carolina recargada sobre el umbral de la puerta.

—Dime.

—Estoy muy contenta, ¿sabes?

—Ammm... ¿y a que se debe? —Cuestione irascible, me esforcé y sonreí.

—Porque vas a salir con nosotras. —La observe sonreírme, fije nuevamente el rostro en mi maleta, doble una blusa no sabiendo que responderle. —Me alegra que accedas a convivir más con nosotras. Lamento mucho si te ofendí en algo, nada haría por ti que no estuviera sobre la base del amor y aprecio que te tengo, amiga.

Después de lo sucedido la noche en que Tito entro a casa de mis padres, y la situación emocional que esto mismo me provoco, mi comunicación y manera de relacionarme con ellas cambio. Sobre todo con Carolina. Ellas no eran para nada culpables, pero oír a Carolina insistirme una y otra vez que dejara a Tito sin que supiera la verdad de las cosas me provocaba exasperación, pero siempre caía a la realidad de que en su lugar y con la poca información que tenían de la realidad, yo haría lo mismo por ambas.

—Carolina, yo...—balbuce, —no tengo nada que perdonarte. —Voltee y sus ojos estaban húmedos. Se seco los ojos y esbozo una sonrisa.

—Gracias, te quiero. Apresurate. —Dio media vuelta y se fue. Me dejo un nudo en la garganta y proseguí.

—Zoecita, chiquita bonita. —Voltee encontrándome a Martha en el mismo lugar y posición que Carolina. Su cara era brutalmente tierna.

—Ammm... si, dime.

—Creo que ya te lo dijo Caro, pero no quiero reservarme la emoción que me hace sentir que salgas con nosotras. Creímos que no te interesarías. Por eso no te habíamos invitado, pero ya que lo has decidido me emociona demasiado. Tú no te enojas porque como mucho. —Rio por su ultimo comentario y corre abrazarme, caemos sobre la cama.

POEMAS PARA ZOÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora