Capítulo VII

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— Iuju— Gritaba Margaret ya sobrepasada con el alcohol. Ella había conseguido los DNI falsos y me rogó por varias horas para que fuera con ella. Éramos mejores amigas y uno de nuestros lemas era:

« Nunca ir a fiestas solas »

Y finalmente su extorsión había funcionado. Traía un vestido blanco unos centímetros más abajo de la cola y un escote corazón. Un poco de sombra, rímel, un delicado delineado, y labial rosa. La música sonaba a montones. Sentía mi cuerpo vibrar cuando estaba cerca de los parlantes.

Mar le hizo una seña al barman y este nos trajo un par de cervezas. Miré el vaso con un poco de curiosidad. Dejé que mis labios se empaparan con el sabor. Cuando me gire había perdido a mi mejor amiga.

¿Por qué diablos acepte venir a este lugar?

Me quedé jugando con el vaso con cerveza mientras, diferentes personas pasaban por el lugar donde Margaret se había sentado antes.

Un par de chicos coqueteaban conmigo y otras chicas buscaban tema de conversación hasta que sentí la voz de mi amiga. Estaba mucho más que borracha.

No podía creerlo. ¿Se había drogado?

— Va...vamos a bailar —Dijo un tanto alegre. Demasiado. Estaba por negarme pero, no sabía porque razón termine aceptando.

Fuimos a la pista y nos movimos con mucha flexibilidad y actitud. Dábamos saltos y nos reíamos de nosotras mismas. Las canciones cambiaban y más gente se sumaba a nuestro círculo de baile. Comencé a cantar las canciones que sonaban.

— Uh oh, running out of breath
But I, oh I (I got stamina)
Uh oh, running now I close my eyes
But oh oh (I got stamina)— Canté sosteniéndome del brazo de mi amiga. De repente ella desapareció, como era de costumbre, y quede sola en la pista. Hice un círculo con un par de chicas en mi estado o peor y empezamos a saltar como locas, el estribillo de "The Greatest" comenzó y todas cantamos- I'm free to be the greatest I'm alive
I'm free to be the greatest here tonight
The greatest the greatest the greatest alive
The greatest the greatest alive.

En un momento alguien tiró de mi brazo haciéndome desaparecer de la ronda. Sin preguntarme quien era empecé a bailar pegada a la otra persona. Sabía que era hombre, por sus manos firmes y dominantes; las cuales estaban sobre mis caderas y se movían al compás de mis pasos. Yo estaba de espaldas y con una de sus manos libres recorrió mis curvas. Se acercó al lóbulo de mi oreja y lo saboreo peligrosamente.

Luego de varios minutos me giré para ver de quien se trataba y palidecí al verlo frente a mi. Vestía una camisa cuadrille con un par de jeans negros. Sus ojos tenían una especie de brillo. Las manos que anteriormente estaban en mis caderas se posicionaron en mi cintura. Inclinó su cabeza y se acercó a mis labios.

— Voy a protegerte.

— ¿Protegerme de que? —Dije graciosa. Ya llevaba varios vasos de más.

— Del hombre de tus sueños— Lo miré a los ojos y luego, a sus labios. Me reí ridículamente.

— ¿Sabes lo que sueño todas las noches?— Asintió. Se acercó a mi oreja y mordió mi parte sensible. Mi corazón estaba descontrolado— Yo estoy en cada sueño y cada noche deseo poder probar tus labios físicamente.

— Hazlo —Dije tirando la cabeza hacia atrás para quedar frente a frente. Con una de mis manos empecé a acariciar sus labios. Pasé mi lengua por su comisura inferior y una sonrisa forzada se escapó de sus labios.

— Pequeña, no siento absolutamente nada.

— ¿Qué? —Dije confundida.

— Necesito que te vayas de esta fiesta. Hay algo malo en este lugar— Lo miré ofendida.

— No— Y me reí.

— Vámonos— Tiró de mi brazo.

— A la mierda Blas. Pensé que ibas a besarme no a jugar a quien va a desaparecer.

— ¿Queres qué te bese?— Dijo apoyando su frente con la mía— ¿Realmente queres probar los labios de un monstruo? No soy lo que pensas, linda.

— No me importa— Dije con insistencia.

— Pero a mí sí. No podría sentir que estoy arruinando todo. No quiero ilusionarte. Es hora de que nos vayamos.

— No— Comencé a gritar.

— No empieces— Dijo y me arrastró hacia la salida.

— ¿Pero, Margaret?

— Ella estará bien, yo me encargaré de que no le pase nada, pero necesito que nos vayamos.

— ¿Juras qué va a estar bien?

— Te lo juro con mi vida— Entonces desaparecimos sin dejar rastro.

...

— Te ves muy hermosa— Dijo acercándose a mis labios— En este lugar nadie puede prohibirnos nada, sólo vos y yo.

— ¿Estás seguro?— Asintió. Sus labios hicieron contacto con los míos y lo pegué más a mi tirando de su remera. Estábamos acostados en su sofá. Era demasiado el placer que sentía sólo al hacer contacto con sus labios. Dejé pasar a su lengua que rogaba dominar mi boca. Su mano entró por debajo de mi remera y acarició mi cuerpo.

Nos separamos para respirar y ahí lo vi. Al enemigo. A mi enemigo. Tenía sus ojos asesinos clavados sobre mi. Aún así su cara me era imposible de reconocer, en su mano derecha sostenía una navaja afilada y se acercaba lentamente a mi. Vi a Blas girarse y recibir una puñalada del asesino que se rió mientras yo temblaba. Me levanté e intenté salir del departamento. Busqué las llaves y corrí hacia el ascensor. Entré antes de que el asesinó pudiese llegar. Cuando la puerta se abrió en el primer piso me esperaba parado mientras jugaba con el mango de su navaja.

Se acercó a mi y me susurró unas palabras— Se te acaba el tiempo, chiquita— Y desapareció.

Desperté con sudor empapando mi frente. Maldito sueño. Me giré sobre mi cama y sentí el peso de un brazo sobre mi cintura. Abrí los ojos y encontré el cuerpo dormido de Blas. Estaba a punto de gritar cuando su mano tapó mi boca.

Maldición Astrid.

Maldición ¡Margaret!

— No intentes gritar— Mordí la piel de su mano para que me soltara pero no se vio afectado. Su mano seguía ahí y yo presionaba fuerte con mis dientes intentando causarle alguna reacción— ¿Vas a dejar que hable?— Asentí insegura. Entonces sacó su mano delicadamente y corrí hacia la puerta pero, fui demasiado lenta porque termine siendo atrapada por él.

— ¿Qué pasó ayer?— Pregunté sin recordar nada. Tenía su respiración agitada pegada a mi pecho. Ambas manos estaban alrededor de mi cuerpo impidiéndome escapar.

— ¿No lo recuerdas?— Me mordí el labio y negué descaradamente.

— Nada.

— ¿Nada de nada?— Negó con la cabeza—Estabas cansada, tu amiga seguía en la fiesta y no querías molestarla. Nos encontramos por accidente y te traje hasta tu casa.

— ¿Y como explicas que terminamos durmiendo en mi cama?

— Eso es lógico. Te acostaste me rogaste que me quedará con vos y bueno... Ya que no tenía nada peor que hacer.

— ¿Cómo termine en esa fiesta?— Dije en voz alta mientras pensaba con lentitud.

— No lo sé... pero desayunemos tenes cara de hambre.

Lo miré extrañada y me hice a un lado para abrir la puerta y bajar las escaleras. Llegamos a la cocina y lo encontré observando la heladera. Sacó un par de cosas y las dejó en la mesada al lado del horno.

— Te iba a contar algo...— Dijo apoyando la espalda en la mesada— Ayer antes de cruzarnos en la pista escuché a tu amigo, ¿Alan?— Asentí confirmándole que estaba dando con el nombre correcto, aunque Alan y yo ya no fuéramos amigos— Con un grupo de chicos a los cuáles les decía que bueno... se iba a hacer hombre y cuando estábamos caminando para tu casa vi que ambos entraban en la de ella— Lo miré con un poco de confusión. No sabía si era el cansancio, el efecto de la resaca o que simplemente lo estúpida que era naturalmente.

— ¿Hacerse hombre?— Dije intentando fruncir una ceja, pero me era imposible.

Se giró mientras se reía— Tu querido amigo era virgen. Como escuchaste, lo era.

Sentí mis mejillas arder con la palabra "virgen". Haberle dicho lo de mi virginidad me hacía sentir intimidada y expuesta, él no era el tipo de chico que aparentaba serlo.

— ¿Y, vos?...— Una sonrisa se asomó en sus labios y tardó en contestar. Seguramente recordaba algo que lo hacía feliz porque levantó la vista y sus ojos estaban cubiertos de un brillo tan dulce.

Basta Astrid. Lo odias.

O-D-I-A-S

— Paso hace muchísimo tiempo, ella era muy hermosa— De alguna manera escucharlo hablar de la primera chica con la que había estado me hacía sentir identificada— Tenía una personalidad única, así como vos...

— ¿Y, qué le paso?— Dije acercándome a él con interés— ¿Qué hizo que el Blas de ahora sea tan irritante y odioso?— Rió por lo bajo.

— Ella se fue.

— ¿Te dejó?— Negó con la cabeza.

— No de esa manera. Murió, pero no la perdí solamente a ella, sino también mi entrada al cielo...

— ¿Al cielo?— Cada segundo entendía menos nuestra conversación.

— Amarla me hizo ganar la vía al infierno y aun así no puedo arrepentirme de nada— No me di cuenta que había roto toda distancia hasta que sentí mi mano sobre su pecho.

— Suena a amor de verdad— Sus ojos me contemplaron y me transmitieron todo el peso de lo que significaba ella para él.

Ella. ¿Por qué sentía una presión en mi pecho al pensar en la mujer que él amaba?

— Lo es— Suspiró.

— Entonces mentiste. En la clase de Literatura, si sabías que era hacer el amor— Mis piernas flaqueaban de sólo pensar en mis sueños.

— Pero sólo con ella pude conocer el amor— Sentí mi corazón romperse y por otro lado latía a mil por hora. No entendía nada en lo absoluto.

— Sí...

— ¿Qué pasa?

— A veces siento que soy la chica de esa historia pero es imposible.

— Nada es imposible, te vas a terminar dando cuenta que a veces la vida no es tan normal y que algunos libros de ficción nos atraen un poco a la realidad.

— Blas— Dije al sentir su pulgar acariciar mi labio inferior— Tengo hambre.

— Sí, yo también, dulzura— Entonces beso mi frente para seguir con el desayuno.

Hasta los 18 «1° Temporada» Donde viven las historias. Descúbrelo ahora