XXV

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Ahora sí, ¡A leer se a dicho!
...

Abrí los ojos.
La oscuridad de la noche opacaba las pocas casuchas que yacían en el terreno.
Caminé en dirección al pequeño pueblo que sólo era iluminado por faroles.
Entonces, cuando creí que nada interesante ocurriría, vi una sombra escabullirse hasta un callejón. En el primer momento dudé. Desde mi última experiencia, entrar a un callejón era un acto que no volvería a cometer mientras fuera consciente, pero que más daba. Ignoré rudamente a mi cordura y me adentré a la oscuridad abrupta del callejón.
Llamé con insistencia hasta ver como una pequeña luz, que venía de la calle, entraba al oscuro y atemorizante lugar en donde yo me encontraba. Intenté captar la atención del hombre más mis palabras no eran respondidas ni por la brisa que golpeaba mi cara con rudeza.
-Señor- Dije al hombre de piel  blanca y ojos tan claros como el agua. Sus rasgos eran duros, aún así, una pizca de miedo rodeaba el iris de sus ojos y estaba segura de que se debía al encuentro de esta noche.
Entonces, una voz familiar habló, pero aunque quisiera, se escondía en la oscuridad del callejón invitando al pobre hombre a acompañarlo.
Me preguntaba por qué razones se encontraba en ese lugar y cuáles eran las intenciones del monstruo de entre las sombras hacia él.
Le rogué al señor de mirada temerosa que se alejara, pero no podía escucharme y el miedo empezó a recorrerme las venas.
Me imaginaba viendo el fin de aquél hombre frente a mis ojos, cuando una figura aún más conocida apareció. El señor se precipitó a girarse y un grito, que pareció más un gemido desesperado, se escapó de sus labios.
Blas. En estos momentos lucía un traje negro que se ajustaba perfectamente a las curvas y músculos de su cuerpo. Sus rasgos físicos seguían igual que en la actualidad. Sin embargo, lo rodeaba una luz leve y llamativa que nunca había notado antes y sus ojos mostraban la juventud que su apariencia confirmaba, mientras que, en el presente su mirada delataba años y años de vida.
Quise abrazarlo, pero pudo pasar sobre mí como si se tratara de un fantasma. De pronto la oscuridad, mejor dicho, aquella sombra que no se había dado a conocer,  desapareció dejando a Blas y al señor, aterrorizado, en la penumbra de la noche.
-¿Qué fue aquello?- Susurró el señor hacia Blas, parecía conocerlo.
-Nada Vladímir, sólo la noche y sus alocadas tramoyas. Sería mejor que vuelvas a casa, a tu mujer la disgustará que llegues tarde.
El asintió e hizo una pequeña reverencia como despedida.
Cuando Blas quedó sólo, la aparición de Diana llamó mi atención. Sin dudarlo un segundo, ella deslizó los brazos hasta su nuca y lo atrajo hasta besar sus labios. No pude evitar observarlos, ver como sus labios se abrían y sus lenguas peleaban entre ellas mientras las manos de Blas se movían con intensidad.
-¿Me quieres?- Preguntó ella sin darle importancia a nada. Blas jadeó ante el beso apasionado que acababa de ocurrir y sonrió de lado.
-Muchísimo.
Ella sonrió completamente y en mi corazón algo se rompió, algo que no quería reconocer. Ese sentimiento asqueroso que teníamos los humanos. Amar. Sonaba tan poético, tan hermoso y al mismo tiempo tan podrido y perdido.
Intenté separarlos cuando ella se acercó para besarlo de nuevo, pero fue inútil, tremendamente inútil, aún así, era masoquista. Los seguí observando hasta que todo se volvió oscuro y aparecí en otro lugar.

Parecía un tiempo más moderno, capaz en la misma época o un poco antes de la señorita Patrick, pero no mucho.
Un hombre de espaldas a mí arreglaba su traje gris. Era rubio, con una buena apariencia física, si lo comparaba con Blas podría decir que tenía la espalda un poco más chica, lo que inmediatamente me hizo pensar en Gabriel. Me giré para ver al hombre y puse mis manos en la boca para ahogar un grito que nadie escucharía.
Gabriel, sostenía una cajita miniatura, se veía nervioso. Estaba claro, un ángel caído no solía proponer matrimonio, ni mucho menos.
Su sonrisa se ensanchó y guardó la pequeña cajita en el bolsillo de su pantalón para salir, de lo que parecía su casa, y subirse a un carruaje. Me senté al lado de él y sentí como comenzábamos a andar.
Estuvimos así un rato breve hasta que llegamos a un lugar que en mi memoria se hacía presente.
Noté como la gota de sudor bajaba por su frente y no se detuvo a limpiarla, sino que dejó que se deslizará hasta llegar a su barbilla y cayera en el primer escalón del porche de la chica de la que estaba enamorado. Al tocar la puerta y no encontrarla fue en dirección a la parte trasera de la casa, y sin pensarlo, camino hasta un granero de puertas bordo que había a lo lejos.
Esto no podía ser.
No. No. No.
Y más No.
No entramos por la puerta, donde sería lógico, sino por un escondite secreto por detrás. Nos escabullimos por un pequeño hueco tapado por paja, y cuando entramos despacio y sin hacer ruido, nuestras miradas se detuvieron en el mismo sitio.
Abrí mis labios en una mueca de asombro. En ese instante los ojos de Gabriel mostraban odio y tortura. Blas y Emma Patrick se estaban besando. No fue hasta que ella se alejó que Gabriel tomo forma de una nube de oscuridad profunda e intento atacar a Blas. Sin más, eso no le salió muy bien. Él era muy fuerte y a pesar de los años de experiencia que parecía aparentar Gabo, él podría acabarlo en segundos.
Entonces a eso se debía el gran estruendo que Emma había escuchado.
-Iba a pedirle que se case conmigo- Fueron las últimas palabras de Gabriel para clavarle un fierro en el omóplato izquierdo a Blas dejándolo inconsciente.
Su debilidad.
Entonces noté que la rabia de la sombra negra no terminaba en Blas, sino en mí. En Emma Patrick.
Corrió rápido en dirección a su casa y yo lo seguí. Ella se encontraba tranquilamente en su cuarto, disfrutando de su inocencia y bondad. Mientras que él, escondido entre las sombras, estaba atento al reloj. Había algo que no estaba entendiendo, ¿Cuáles eran sus intenciones?
No pasaron más de cinco horas hasta que las agujas del reloj marcaron las doce, dando lugar al siguiente día, y Gabriel se dio a conocer.
Entonces la joven Emma elevó su mirada y sus ojos se posaron en la nada y luego, en Gabriel.
-Hola, señor Engel. ¿Vino a visitarme por mi cumpleaños?- Ella besó su mejilla y mostró una sonrisa inocente.
"No, por favor, no" Pensé para mí misma mientras cubría mi rostro con ambas manos.
-Oh, no querida, nada de hola, ni feliz cumpleaños... Es el momento de despedirse.
Sin más, vi como en movimientos bruscos Gabriel le rompía el cuello a Emma.
-¡No!- Grité con todas mis fuerzas mientras la sangre brotaba de su cuerpo sin vida. Aunque no quería creerlo posible sentí la mirada de Gabriel por un segundo sobre mis ojos antes de que todo comenzará a desaparecer.

Fin del sueño.

Desperté gritando con todas mis fuerzas. Un dolor increíble se alojó en mi pecho, los latidos rápidos de mi corazón me dieron a conocer que había sido una de las peores pesadillas que tuve.
Agarré mi celular y recién eran las tres de la mañana. Tenía miedo. Quería decirle lo que sabía a Blas,  pero no era el mejor momento, y aunque estábamos hablando de mi vida, había mucho orgullo de por medio como para acercarme a él.
Quise buscar apoyo por otros rumbos, pero no conocía a ningún otro ángel caído, ni nada por el estilo.
Aterrorizada y con el corazón en la boca me acerqué a la ventana y asomé mi cabeza mirando a la noche. El cielo oscuro resaltaba por el resplandor de las estrellas y la gran luna llena se robaba toda la belleza de la noche.
Como nunca había hecho, apoyé mis manos en el borde de la ventana a ambos lados de mi cuerpo y suspiré.
-Dios... No sé si existis, pero en estos momentos ya no sé en que creer y como todo es posible, te ruego que me ayudes a salvar mi alma, mi vida, a mí misma.
No escuché respuesta y aunque no pensaba oírla, sólo tenía esperanza de poder ser escuchada, sea por Dios, un ángel o cualquier especie poderosa que pisará la Tierra...
Prendí la luz de mi habitación, agarré una hoja de mi carpeta, una lapicera del escritorio y empecé a escribir. Quería despedirme, quería darle la oportunidad a Blas de hacerle saber lo que sentía antes y después de morir.
Apoyé la pluma sobre el papel y las palabras comenzaron a fluir.
-Perdón mi amor- Solloce- Perdón por no saber como darte un final felíz.

...
¡Hola!
Por
¿Se lo esperaban? ¿Creen qué el sueño/recuerdo realmente es real?
*Chan chan chan*

☆ Espero tengan una linda semana y nunca dejen de sonreir ☆

♡♡♡ Saludos ♡♡♡

Pd 1: En multimedia tenemos el gif de Astrid Evans (Lucy Hale) llorando.
Pd 2: Espero hayan disfrutado el capítulo y tengan una linda semana. Los quiero y nos leemos👋👋

Hasta los 18 «1° Temporada» Donde viven las historias. Descúbrelo ahora