La Gran Odisea de la Mucama.

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Rukia mira por la ventana, llena de barandas y rejas que le impiden escapar de la habitación, en dirección al pueblo. Veía como los guardias golpeaban a los pueblerinos mientras los obligaban a organizar los preparativos para esa noche.

Esa tan esperada noche que haría temblar al mundo. Rukia se sentía sola y abandonada. Lo único en que pensaba era en lo que le dijo Sode no Shirayuki antes de salir del pozo.

"Por cierto. Ese chico, Ichigo. Es muy probable que no lo vuelvas a ver nunca más o incluso es muy posible que ni lo recuerdes. Una vez que eso suceda, no serás tú misma y no sabemos si volverás a tu estado normal. Es muy probable que dejes de ser Rukia Kuchiki."

Ese es un riesgo que debo tomar. Aunque deba sacrificar a mi corazón, lo haría dos veces sin pensarlo tan solo para salvarte. Ichigo.

A Rukia se le escapo una lagrima al tener estos pensamientos y muchos más que le hacían sufrir un fuerte dolor en su pecho. No podía hacer nada, sin la fuerza necesaria. Es por eso que debía hacer todo lo que estuviera en sus manos para salvarlos a todos. A sus amigos, a su pueblo, a su hermano, a Ichigo.

Justo en ese momento una mucama toco la puerta de si habitación solicitando permiso para entrar, interrumpiendo así sus pensamientos y sus lágrimas. Se limpio la cara con las palmas de sus manos mientras le decía a la mucama que entrara.

La joven rubia, alta y delgada mujer entro con timidez en la habitación con un carrito de rueditas, con varias bandejas. Había comida y un pichel grande con agua caliente para la tina. Ella fue asignada para preparar a la joven princesa, antes del ritual.

- No quiero comer, gracias. -dijo Rukia cortésmente.

- Disculpe, princesa, pero si me llevo esto lleno me matarán. -replico la joven asustada.

- Ya te había visto antes, ¿no es así?

- Una vez, princesa. -contesto con la cabeza hacia abajo.

- Lucy, ¿verdad? Mírame. Levanta la cabeza. -le dijo Rukia amablemente. Ella no obedeció.- Mírame. -repitió con mas autoridad, pero sin dejar de sonar cariñosa. Ella obedeció.- ¿Sabes dónde está mi hermano, el rey? -ella asintió.- Perfecto, haremos trato, ¿si?
>> Yo me comeré lo que me has traído, si tu le llevas una carta a mi hermano y cuando vuelvas el plato estará limpio, después podrás ayudarme a alistarme, pero ahora me urge que le entregues esta carta al rey.

La mucama asintió aceptando el trato. Rukia escribió la carta para su hermano y se la entregó a la mucama. Rukia se quedó sola cuando ella salió de la habitación, cumpliendo su promesa. La mucama se dirigió hacia la cocina con las manos vacías donde la chef con sus dedos gruesos le apuntaba a la joven asustadiza, por haber tardado tanto.

Ella se disculpo con voz temblorosa tratando de darse prisa e ir a los calabozos para entregarle la carta al Rey Byakuya. De camino a las celdas, se encontró con dos soldados de la Sociedad del Fuego. Quienes le coquetearon a la dulce chica echándole insinuaciones obscenas que provocaron en la joven temor, ella trato de ignóralos y trato de huir, pero ellos se enfadaron aun mas con ella por resistirse.

- ¿Qué traes ahí, preciosa? ¿Qué tratas de esconder? -se sintió acorralada.

- N-nada. -respondió nerviosa.

- Entonces, ¿porqué tanta prisa?

- Tengo cosas que hacer.

- ¡Ah! Vamos, debes tener unos minutos de sobra, vamos a divertirnos un rato. Sabes, estamos aburridos en este lugar. Necesitamos una distracción. ¿Qué dices? ¿Te apuntas?

- L-lo siento.

En ese momento otro guardia apareció y los llamó para realizar una tarea. Y salvada por la campana se logró librar de esos hombres abusivos. Continúo su largo camino hasta que logro entrar a los calabozos y aunque le llevo un largo tiempo en encontrar la celda del rey, por fin la encontró.

La Princesa de HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora