𝙳í𝚊 1: 𝙴𝚖𝚙𝚒𝚎𝚣𝚊 𝚎𝚕 𝚌𝚊𝚘𝚜

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«Pero, ¿qué rayos es esto?» pienso, al ver el examen de matemáticas frente a mí.
Recorro el aula de clases con la vista, mis mejores amigas: Karen y Agnes, están igual de confundidas como yo.
Busco desesperadamente en el techo, en las paredes, las respuestas que nunca encontrare ahí.

—Harley, la mirada en tu examen— dice la profesora.

Eso es lo que me pasa por no estudiar, pero el chisme en esos programas de "aquí sólo la verdad", estaban muy interesante.
Ni siquiera dormí bien, y tengo hambre.
Lo sé, soy un desastre de persona. Siempre lo he sido.

—Pss...—susurro lo más bajito que puedo, lo suficiente para que Karen me escuche—. ¿Qué respuesta es en la dos?

—No tengo idea—dice levantando los hombros. En mi mente hago un palm face. ¿Cómo voy a librarme de esta? Si recibo una mala nota mis padres me matarán, no es que sea una alumna ejemplar pero, vamos tampoco soy tan idiota.

Como mi querida amiga está en la misma situación que yo, recurro al último método que me queda, aplicar el: ave María dame puntería. Las operaciones matemáticas parecen jeroglíficos a mis ojos, hay palabras que nunca he leído en ningún sitio... y fórmulas con signos extraños. Ahí es cuando caigo verdaderamente en la cuenta de que no sé absolutamente nada, o mejor dicho, nunca le puse demasiada atención a la profesora.

Cuando el examen se termina, siento mis manos sudorosas, tengo miedo y vergüenza de entregar el examen, seguramente la profesora no sabrá si hice operaciones o garabatos de niño de preescolar. Después de que ella lo recibiera en sus manos y me sonriera “amablemente”, mis amigas y yo salimos del aula.
Karen y Agnes no dejan de parlotear... Por un momento me siento irritada por sus voces, pero al final me uno a la conversación. Que siempre incluye, ya sea fiestas y alcohol así como chicos verdaderamente irresistibles del Instituto; lo sé, las típicas conversaciones de adolescentes sin oficio.

Sin embargo, mi atención se centra en la persona a la que más detesto en el mundo, lo sé para tener 16 años suena muy ridículo usar la oración archienemigo de la infancia, ¡pero, eso es lo que Lowell Miller es!
Siempre escoltado por su séquito de idiotas, avanza a lo largo del pasillo robándole suspiros a más de una, eso también incluye a mis amigas... Cabello castaño claro, una sonrisa siempre despampanante, esa ropa ajustada que remarca cada músculo del cuerpo que ha trabajado por años. No bueno, Lowell Miller podría ser el modelo más cotizado del mundo si quisiera.

Al sentir mis ojos sobre él, me lanza una sonrisa llena hasta los dientes de arrogancia y egocentrismo. El estómago me da un vuelco al sentir su brazo sobre mis hombros, y no es por exagerar pero el peso de su brazo me hace quedar un poco más bajita de lo que soy frente a él. Escucho los suspiros atontados de mis amigas, y río para mis adentros al ver lo ingenuas que son ese par, de igual modo aparto el brazo de Lowell mirándole mal.

—¿Que tal chicas?—dice Lowell—. No sé si lo sepan, pero estoy organizando una fiesta, no es una ocasión especial ni nada por el estilo... Bueno eso, están invitadas, incluso tú, querida Harley.

¿Querida Harley? ¿Qué se habrá fumado?

—Obviamente qué iremos—dicen Karen y Agnes, en sincronía. Las miró sorprendida, la traición, la decepción hermano.

Con el ceño fruncido  niego, intentando parecer discreta, pero en mal momento el equipo de americano pasa frente a nosotros. Estúpidos inoportunos.

—Nos vemos en la fiesta de Lowell, Harley—dicen algunos de ellos, con sonrisas en el rostro.

La cara me hierve de la vergüenza por un momento.
«¿Dónde está la cámara oculta?» pienso.

Fingiendo ser una NERD (en proceso de edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora