Primer encuentro

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Cameron

Entrar en un colegio nuevo siempre es intimidante. Mis padres aseguran que esta es la mejor escuela y que pronto haré amigos, pero no puedo evitar sentirme nervioso mientras camino por los pasillos, observando los rostros de quienes, en unos meses, quizá me parezcan familiares. Al poco de llegar, varios compañeros me dan la bienvenida con sonrisas y saludos amables, lo cual ayuda a calmarme. En medio de toda esta energía nueva, noto a una chica al final del pasillo. Ella destaca de algún modo; algo en su expresión tranquila y su mirada atenta me llama la atención, así que decido presentarme.

—¡Hola! —le digo, tratando de sonar seguro.

—¡Hola, mucho gusto! —responde, con una sonrisa suave.

—¿Cómo es tu nombre?

—Me llamo Soledad, ¿y tú?

—Cameron —digo, devolviéndole la sonrisa—. Encantado de conocerte.

—¿Te gusta la escuela? —me pregunta, con genuino interés.

—Sí, es preciosa.

—¡Qué bien! Bueno, espero que hagas muchos amigos.

—Gracias —respondo, mientras ella asiente y se aleja tranquilamente.

Me quedo mirándola hasta que desaparece al girar la esquina. Algo en su forma de ser me ha dejado intrigado.

Dos años después...

Desde aquel primer día en la escuela han pasado dos años, y debo decir que me he adaptado bastante bien. Tengo un gran amigo llamado Troy, y salgo con Ana, una chica amable y divertida. Pero últimamente, algo en nuestra relación se siente pesado, como si hubiéramos perdido la chispa. Ana se ha vuelto excesivamente celosa y controladora; no puedo moverme sin que me pregunte dónde estoy o con quién. Y, sinceramente, ya no siento por ella lo que alguna vez sentí.

Decido que es hora de hablarlo.

—Hola, Ana.

—¡Hola, amor! ¿Qué pasa?

—Necesito hablar contigo.

—¿Sobre qué? —pregunta, con un tono preocupado.

—Es algo que prefiero hablar en persona. ¿Te parece si nos encontramos en el parque en una hora?

—Está bien —responde, antes de colgar.

Cuando llega al parque, puedo ver en su rostro que sabe lo que viene.

—Ana, esto no es fácil para mí, pero siento que nuestra relación ya no funciona. Te quiero mucho, pero... ya no es lo mismo, y creo que es mejor terminar.

La expresión en su cara se transforma de sorpresa a enojo, y sus ojos comienzan a humedecerse.

—¿Qué? ¡No! ¿Cómo puedes hacerme esto, Cameron? ¡Yo te amo!

—Lo sé, y no quiero verte sufrir, pero esta relación no es sana. No te hace bien ni a ti ni a mí. Tal vez en un futuro podamos ser amigos, pero...

—¡Estás loco! ¿Cómo pretendes que sea tu amiga después de esto? —grita, y con una última mirada herida, sale corriendo mientras las lágrimas corren por su rostro.

Me quedo solo en el banco, reflexionando. Aunque la ruptura era necesaria, no puedo evitar sentir una mezcla de alivio y tristeza.

Al día siguiente, en la escuela

—¡Hola, amigo! —saluda Troy al verme.

—Hola.

—Oye, ¿todo bien? Ana estaba bastante mal esta mañana. ¿Hay algo que no me has contado?

—Sí, terminé con Ana. Me costó mucho, pero era lo mejor para los dos.

—Lo siento, amigo. ¿Qué te parece si salimos esta noche? Te vendría bien distraerte un poco.

Acepto su propuesta, y horas después estamos en un bar conocido por sus buenas bebidas y su ambiente relajado. De repente, noto que Soledad y su amiga Abby han entrado al lugar. Soledad luce diferente sin el uniforme escolar: lleva el cabello suelto y su ropa destaca su figura de forma natural. Me sorprendo a mí mismo admirándola.

—¡Hola, chicos! —dice Abby, sonriente—. ¡Qué casualidad verlos aquí!

—¡Qué gusto! —responde Troy.

Nos ofrecen traernos una bebida, y mientras las veo alejarse hacia la barra, Troy me observa con una sonrisa traviesa.

—¿Por qué la miras tanto? —me pregunta, sin disimular su diversión.

—¿Qué? No la estaba mirando —miento, nervioso.

—No me engañas. Vamos, dime la verdad. ¿Te gusta la nerd?

Sus palabras me irritan, pero trato de no reaccionar. No quiero discutir con Troy, aunque su comentario me moleste.

—No es eso. Solo me sorprendió verla así, sin el uniforme —trato de justificarme.

La noche transcurre de forma amena. Soledad y yo apenas cruzamos algunas palabras, pero hay algo en nuestras miradas que parece decir más de lo que podríamos expresar en voz alta.

Al día siguiente, en la escuela

Mientras espero a que empiecen las clases, no puedo evitar pensar en Soledad. La imagen de su sonrisa, de su manera de hablar con calma, me ronda en la cabeza.

—Hola, amigo —saluda Troy, interrumpiendo mis pensamientos.

—Hola.

—¿Todo bien? Pareces distraído.

—Sí, todo bien.

—Oye, hablando de eso... ¿qué pasó anoche con Soledad? ¿O te vas a hacer el tonto otra vez?

—No pasó nada —digo, incómodo.

—Perfecto. Porque tengo una idea: apuesto a que no te atreves a invitarla a salir. Si acepta, te invito a un reloj nuevo. Si no, tú me compras uno a mí.

Acepto la apuesta, aunque en el fondo sé que es solo una excusa para acercarme a Soledad y descubrir si hay algo más que una simple amistad en esas miradas.

Un amor inesperado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora