UN NUEVO AMOR

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Narra Soledad:

Ese beso fue el más dulce de mi vida, uno que me dejó flotando en un mundo donde solo existíamos él y yo. En ese momento, sentí con certeza que lo amaba más de lo que jamás había imaginado. La suavidad de sus labios, la calidez de su abrazo y esa forma en la que me miraba, hacían que todo lo demás se desvaneciera.

Narra Cameron:

Su sonrisa ilumina mi vida de una forma que nunca supe posible. Cada beso, cada abrazo, cada pequeño gesto de Soledad me hace sentir como el hombre más afortunado del mundo. No entiendo cómo pude ser tan ciego antes, cómo dejé pasar por alto lo maravillosa y única que es. Ahora que la tengo, no pienso soltarla.

En casa de Soledad:

Cameron llegó a la puerta de Soledad con un ramo de flores, sintiéndose más nervioso de lo normal, como si fuera la primera vez que iba a verla. La puerta se abrió y ella apareció, hermosa como siempre, con una sonrisa cálida y acogedora que lo hacía sentir en casa.

—Hola, hermosa —saludó Cameron, mirándola con ternura.

—Hola, amor —respondió Soledad con dulzura, acercándose para abrazarlo.

Cameron la miró a los ojos y le acarició la mejilla suavemente.

—Me encanta que me llames así —dijo antes de inclinarse para besarla.

El beso fue suave y dulce, lleno de promesas y de emociones que ambos compartían sin necesidad de palabras.

—¿Por qué no te vi antes? —preguntó Cameron, mirando sus ojos con un toque de arrepentimiento.

Soledad le sonrió y, con una chispa en la mirada, le contestó:

—Porque mirabas demasiado el exterior y nunca te permitiste ver lo que otros llevan dentro.

Cameron rió suavemente, y luego negó con la cabeza, impresionado.

—Eres tan linda... y además muy inteligente —dijo con admiración—. ¿Qué otros secretos escondes?

Ambos rieron, y Soledad se sonrojó mientras miraba hacia otro lado.

—¿Y tú? ¿Desde cuándo me ves? —preguntó Cameron, curioso.

—Te veo desde la primera vez que nos cruzamos —admitió Soledad, mirándolo de reojo con una mezcla de timidez y sinceridad—. No tienes idea de lo que sufrí mientras estabas con Ana.

Cameron la abrazó con fuerza y besó su frente, sintiendo el peso de esa confesión.

—Amor, perdón... no sabía... —susurró, con algo de culpa en la voz.

Soledad lo interrumpió suavemente, acariciándole la mejilla.

—Exacto, no sabías, y no tienes que pedirme perdón por eso. Ya pasó.

Cameron asintió, y entonces, sosteniendo su mano, le propuso con seriedad:

—A partir de ahora, prometamos que no habrá secretos entre nosotros.

—Prometido —respondió Soledad, mirándolo con una sonrisa que reflejaba paz y confianza.

Se miraron durante un largo momento, como si cada uno estuviera grabando el rostro del otro en su memoria.

—Te amo —dijo Cameron finalmente, con toda la sinceridad de su corazón.

—Y yo a vos, lindo —respondió Soledad, abrazándolo.

Pasaron la tarde juntos, hablando de sus sueños, compartiendo risas y confesando los miedos y anhelos que ambos guardaban. Entre abrazos y besos, se sentían en un espacio donde el tiempo no tenía importancia, donde el mundo se detenía para ellos.

La tarde transcurrió entre miradas y susurros, con el amor creciendo de una manera que ambos sabían que los cambiaría para siempre.

Un amor inesperado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora