CONFIDENCIAL

52 6 0
                                    

Narra Soledad:

Llegué temprano al colegio, como todos los días, esperando que fuera una jornada tranquila. Sin embargo, algo se sentía extraño en el aire. Mientras caminaba por el pasillo, mi teléfono vibró. Al mirar la pantalla, me quedé helada. El mensaje que apareció era demasiado claro y directo. No podía creerlo. ¡No era posible! Tenía que haber una explicación, algo que lo justificara. Pero si había algo que aprendí, era que no debía quedarme con las dudas. Iba a enfrentarlo, a preguntarle a Cameron de una vez por todas. Pero iba a ser sutil, no quería mostrarle que sabía algo, al menos no hasta tener toda la verdad.

Me limpié las lágrimas que ya comenzaban a brotar y me retocé rápidamente el maquillaje. Mi mente no dejaba de dar vueltas a todo lo que había leído, pero tenía que mantener la calma. En ese instante, escuché sus pasos. Cameron llegó, sonriéndome como siempre, y me dio un beso en la mejilla.

—Hola, amor —dijo con su tono habitual, cálido y cercano.

—Hola —respondí, tratando de sonar natural, aunque mi interior estaba hecho un torbellino.

—¿Qué te sucede? —preguntó, mirándome con algo de preocupación.

—Nada, estoy cansada —respondí, dándole una excusa que no quería que lo preocupase más de lo necesario.

—Dime, te amo y quiero saber qué tienes —insistió, abrazándome suavemente.

Quería confiar en él, pero no podía ignorar lo que ya sabía. No podía quedarme con esa sensación de desconfianza, así que decidí preguntarle directamente.

—Bueno, quería preguntarte si siempre me dirías la verdad —dije, mirándolo a los ojos con seriedad.

Él me sonrió, pero vi algo de nerviosismo en su mirada.

—Claro que sí, ¿qué quieres saber? —respondió rápidamente.

Me estaba costando hablar, pero no podía callarme más.

—¿Todavía sientes cosas por Ana? —pregunté, controlando mi voz para que no sonara acusatoria.

Su rostro se transformó al instante. Se veía sorprendido y algo inquieto, pero no parecía tener la respuesta que esperaba.

—¡No! ¿Por qué piensas eso? —dijo con cierta incredulidad.

—¿Y jamás sentiste el presentimiento de que quieras volver con ella? —mi voz era baja, pero firme.

—No, jamás —respondió con rotundidad, pero yo no estaba completamente convencida. Algo en él no me cuadraba.

—Y jamás me mentirías ni me engañarías, ¿verdad? —le pregunté, ahora con una presión en el pecho que no podía ignorar.

—Jamás. Tú lo has dicho —respondió, con una mirada de promesa que no pude leer con claridad.

—Sí, pero quiero que me lo digas tú, quiero oírlo y que salga de tus labios —dije, mirando a sus ojos con firmeza. Sentía que esta conversación se estaba tornando más tensa por momentos.

—¿Por qué? Tú sabes que te amo —respondió, con la mirada sincera pero con una ligera incomodidad.

—Esas son solo palabras —respondí, con tristeza en los ojos—. Y a su vez, cada vez que dices que me amas, ni siquiera me miras a los ojos. ¿Dónde estabas hoy por la mañana? ¿Por qué llegaste tan tarde?

Narra Cameron:

Estaba a punto de entrar en pánico. No podía decirle la verdad, no quería hacerle daño. Pero no sabía cómo salir de este enredo sin perderla. Soledad tenía razón en sentirse incómoda. ¿Qué le iba a decir? ¿Que Ana me besó? Eso era aún peor. Si se enteraba de la apuesta, ni siquiera tendría oportunidad de explicarle lo que había sucedido. Lo único que quería era que todo volviera a la normalidad, pero sabía que ya no podía volver atrás.

Un amor inesperado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora