Capítulo 3

1.2K 81 3
                                    

DÍA TRES

El despertador sonó temprano, después de ducharme busque algo cómodo y me decidí por un pantalón de chándal gris, una camiseta básica granate y mis Vans negras. Fui a la pequeña cocina a por algo para desayunar y luego comencé a recoger todas mis cosas para la mudanza. Íbamos a "casa" por fin.

Seguía sin sentirme cómoda aquí, esa no era mi casa, este no era mi hogar, no era mi Madrid, no tenía a mis amigos de siempre; aquí no tenía nada ni a nadie, estaba sola y estaba aterrada. Clara solía decirme que era un pack perfecto, decía que mi larga melena rubia, mis ojos claros y mi figura combinaban a la perfección pero yo sabía lo que mi exterior ocultaba, una chica tímida, sencilla, inocente y sin nada que ofrecer. Esa era yo, tan simple, tan típica, tan aburrida.

- ¿Leah? ¿Estás lista? - la voz de mi madre atravesó el pequeño pasillo y me saco de mis pensamientos, una vez más.

- Ahora mismo voy, un minuto.

Termine de recoger rápidamente y me dirigí a la pequeña sala de estar donde papa y mama ya me esperaban con una sonrisa en su rostro. Se les notaba lo ilusionados que estaban con este cambio de aires, mi madre se había enamorado de Puerto Rico, seguramente ya estaría planeando alguna escapada de fin de semana; mientras tanto a papa parecía que le iba bien también, no hablaba mucho de su trabajo pero lo conocía y se le notaba que estaba feliz.

Después de meter todas nuestras cosas en el coche, comenzó el viaje hacia una nueva etapa para todos, un nuevo comienzo, un nuevo hogar.

Mientras miraba por la ventanilla del coche me fije en cada detalle del camino, la gente se veia feliz y el ambiente que habia por las calles me pareció agradable. Me empezaba a gustar este lugar. Tenía algo que lo hacía diferente.

- ¡Hemos llegado a casa chicas!- Anunció papá.

Salí del coche y me quedé parada frente a la bonita casa que tenía ante mí.

Después de recorrer cada rincón de la casa e instalarme en la que sería mi habitación, decidí arreglarme un poco  y dar una vuelta por el barrio.

Me di una ducha rápida y me dirigí al gran armario blanco que decora la habitación.

Tras cambiarme cuatro veces de ropa, me decidí por unos vaqueros rotos, un crop top blanco con encaje y unas Adidas blancas y negras. Me puse un poco de maquillaje y deje caer mi ondas rubias sobre mis hombros.

Al final de la calle se veía un parque y comencé a caminar lentamente hacia allí, analizando cada detalle del camino.

Lo primero que me llamó la atención de aquel sitio fue el bonito lago situado justo en el centro. Cuando paseaba por el sendero que rodeaba el lago mi mirada se paró en un grupo de chicos que caminaban despreocupados y sonrientes, tendrían más o menos unos 18, como yo. Uno de ellos sobresalía entre todos, era alto, con el pelo oscuro, tenía unos bonitos ojos marrones y una sonrisa perfecta.

No fue hasta que el chico me miró con curiosidad cuando me di cuenta de que me había quedado parada, mirándolo como una tonta. Torpemente desvíe mi mirada a otro sitio sintiendo como mis mejillas comenzaban a ponerse rojas y me alejé de aquel lugar a toda prisa. No sin antes ver por el rabillo del ojo como el chico de la sonrisa perfecta empezaba a reírse cuando uno de sus amigos levantó una ceja en mi dirección mientras le daba un golpe con el codo.

*Bien Leah, no llevas ni un día aquí y ya has hecho el ridículo.*

Sin mirar atrás salí disparada del parque y caminé lo más rápido que pude.

Pasé el resto de la tarde caminando sin rumbo hasta que decidí volver a casa justo cuando comenzó a anochecer. Por suerte no estaba lejos de casa y no tardaría mucho en llegar.

Curiosamente las calles estaban desiertas, parecía que toda la gente de Bayamón había desaparecido de repente, solo encontré un par de bares abiertos, parecían los típicos bares que salen en las películas donde entras y ya sabes que alguien acabará malherido.

De repente un mal presentimiento se apoderó de mí. Intentaba tranquilizarme repitiéndome una y otra vez lo mismo.

*Vamos, son imaginaciones tuyas, tranquila que no pasará nada*

Pero no lo podía negar, estaba muy asustada y comencé a caminar cada vez más rápido. Justo al doblar la esquina de mi calle mi cuerpo chocó violentamente con algo. Aturdida miré hacia arriba y di unos pasos hacia atrás mientras sus ojos me seguían. Los conocí enseguida, ya los había visto antes pero esta vez tenían algo distinto, ahora sus ojos eran oscuros y su perfecta sonrisa ya no iluminaba rostro.

Me quedé paralizada cuando noté como lentamente se acercaba a mí. Cerré los ojos con fuerza y simplemente me quede allí, esperando lo peor.

- No deberías estar aquí - me susurró.

Al notar su aliento en mí un escalofrío recorrió mi espalda. Cuando abrí los ojos ya no estaba allí. Miré a todos sitios buscándolo pero estaba sola.

Caminé a casa lo más rápido que pude y un largo suspiro salió de lo más profundo de mi ser en el momento que llegue al porche de casa. Abrí la puerta y subí las escaleras rapidamente deseando tumbarme en la cama y dormir. Había sido un día muy largo y muy extraño. Seguía teniendo la sensación de que Bayamón era diferente y pensaba descubrir porqué.

Mi cabeza no debería de estar preocupándose por ese chico, pero aquí estaba dos horas después sin poder dormir y con un sinfín de preguntas revoloteando a mi alrededor.

Cien | Zabdiel de Jesús | [ EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora