Capítulo uno

6.7K 381 58
                                    

(Lara)

Cerré la puerta detrás de mí, percibiendo aquél aroma a comida frita mezclado con drogas que envolvía la entrada del lugar. No pude evitar frotar con el dedo índice el final de mi nariz, un tanto asqueada por el cambio de clima.

Aquí tienes lo que pediste — comentó el muchacho castaño de una estatura que no sobrepasaba los uno setenta y cinco, con una camisa a cuadros rasgada que daba muestra a los tatuajes que llenaban cada centímetro de sus brazos—. El dinero — Habló nuevamente, maquiavélico.

Sin dudarlo, coloqué los billetes sobre la mesa que se encontraba ataviada de otros tantos objetos los cuáles ignoré, con una leve mueca en labios.

— ¿Es de la buena? — pregunté un tanto desconfiada, sin reconocer la nueva mercadería.

— De la mejor — corrigió.

Asentí al creer en su simple respuesta, tomando entre mis dedos la bolsa con cocaína para guardarla en mi chaqueta, girándome sin intercambiar ningún tipo de saludo al dar por finalizado el cambio de objetos.
En cuánto atravesé el porta de aquel odioso lugar, encendí un cigarrillo un tanto deformado que llevaba oculto en mis vaqueros. Lo coloqué entre mis labios y comencé a hacer la típica rutina.

Inspirar.
Exhalar.

Pero un temblor seguido de un molesto ringtone proveniente de mi trasero me hizo detener mi acción, indicando que una llamada se estaba presentando en mi celular.
Lo atendí sin dudar, con el cigarro entre mis labios maquillados de un morado bastante oscuro.

— ¡Rubia! — exclamó Noah desde el otro lado de la linea, con un tono que develaba lo entusiasmado que se encontraba — Tengo una excelente noticia.

— Nadie te detiene en decirlo — confesé, soltando una leve cantidad de humo.

— Primero lo primero, ¿lograste comprar la coca?

Asentí, a sabiendas de que no podía observarme — Solo lo necesario.

Fantástico —oí una risita divertida de su parte, transmitiendo con aquél pequeño acto que una maravillosa idea se había creado en su cabeza —. ¡Esta noche podremos venderlo a masas!

Solté el cigarro por lo que se estaba acabando, y lo presioné con la punta de mi zapatilla en el suelo.

— ¿De qué hablas? — pregunté, con el entrecejo fruncido.

— Hoy iremos a una fiesta, ¿dale? Es de universitarios, y tú sabes cómo son en esta época esos malditos engendros.

Quieren consumir cualquier cosa, a toda costa. —completé, con mi palma izquierda en la frente— Diablos, Noah. Hoy era mi noche de descanso.

— Pues, la tendrás mañana rubia. —soltó una nueva carcajada, haciéndome imaginar que un par de gotas de saliva aterrizaban en su móvil — Te recojo a las ocho treinta. Y no tardes.

Suspiré con pesadez, agitando mi cabello a un lado. — Estaré lista para entonces.

Toqué con mi dedo índice el botón rojizo de la pantalla, dando otros cinco pasos más que me transportaron al encuentro con mi mejor amiga.

La fantástica Harley Davidson Iron 883.

Acomodé las piernas al rededor del asiento y guardé aun más íntimamente las bolsas de cocaína en mi chaqueta negra, para que durante el recorrido no terminara en el asfalto. Le dí una rápida estocada al acelerador, y elevé mis pies del suelo para comenzar a conducir la motocicleta; provocando que mi cabello rubio ondeara con las fuertes ventiscas de aire por la simple falta de mi casco protector.
Y lo disfruté.

¡No Grites! [REESCRIBIENDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora