Capítulo cuarenta y cuatro

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(Lara)

— ¡Lara Pierce! —oí con aquella voz chillona y escandalosa, seguida del choque de sus tacón es los cuáles advertían que se aproximaba— ¿¡Pero qué diablos te sucede!? ¿¡Estás demente!? —finalmente Sarah llegó a la puerta, con los ojos tan desorbitados que unas graves ganas de reír me tomaron desprevenida— ¡La cena con Connor estaba perfecta hasta que la arruinaste por completo!

Finalmente solté una risa sarcástica, cerrando la mochila que coloqué a mis espaldas con todo lo necesario para sobrevivir una cierta cantidad de días.

— ¡Tú arruinaste mi vida y no te lo escribo en la jodida cara! —le respondí con una exclamación, con Kian y Lander a ambos lados de mis brazos.

— ¿¡Pero de qué hablas!? ¡Si tu padre y yo no hemos hecho nada malo más que darte una vida llena de comodidades!

— ¡Eso no es tener una buena vida, Sarah! —contesté, acercándome a su rostro lo cuál provocó que diera varios pasos hacia atrás— Además, esa es sólo una de las tantas razones —percibí que mis ojos se comenzaban a llenar de lágrimas, pero aún así ignoré aquél detalle por el simple hecho de no querer detenerme—. ¿A caso no recuerdas a Ethan? Fué la primer persona a la cuál amé de verdad y ustedes quisieron arrebartarme su compañía. Pero no lo permití y huí ; por tí y por Tom. ¿Y qué pasó? —mi voz se cortó en aquél momento, sin quitar mis ojos de los suyos— Murió. Y estoy más que segura que si hubiéramos continuado juntos en Kentucky, sin su maldita intervención en nuestra relación ; el continuaría vivo.

Empujé su cuerpo del marco de la puerta para lograr salir de la habitación, sin evitar notar su rostro de sorpresa y desdicha por todo lo que al fin me había atrevido a decirle.

— En todo éste tiempo intenté perdonarlos por ello, pero no lo logré. No me dieron razones para hacerlo —Kian me siguió los pasos hacia la salida de la casa, mientras Lander se quedaba con Sarah.

No me atreví a volverme, ni mucho menos esperé alguna respuesta de su parte.

Ya había concluido por completo mi relación con aquella familia.

[...]

Acomodé mis lentes en el puente de la nariz, seguido de la gorra de mi chaqueta la cuál ocultaba parte de mi cabello y rostro.
Luego observé que el muchacho detrás del mostrador me extendía una pequeña caja de cigarros, por lo que procedí a extender el dinero.

— Gracias —murmuré, mientras colocaba el primer cigarrillo entre mis labios y me aproximaba a la salida.

Me apresuré a encenderlo, percibiendo cómo la nicotina entraba a mi sistema y me llenaba de aquél humo tan espeso.
¡Demonios! Que bien se sentía.

Con una sonrisa en los labios continué la caminata hacia mi destino, recordando el gran abrazo que me había dado Kian en cuánto nos encontramos en frente del autobús. Él no quería que me marcháse, y en aquél momento yo tampoco quise irme... pero aún así, lo hice.
Y tras doce, casi trece horas de viaje ; al fin había llegado. Estaba en Nueva York.       
Siendo que, si mis recuerdos no eran errados, quedaban al rededor de dos manzanas para llegar a la casa de Kayden.
Mi verdadero hogar.

Y por esa misma razón había comprado esos jodidos cigarros ; estaba muerta de miedo. No sabía cómo reaccionaría tras haber perdido contacto luego de siete meses. Era demasiado tiempo.

Arrojé el cigarro al suelo tras terminarlo, presionando con mi mano izquierda el colgante de brújula al ver próxima la casa de Kayden. La luz del sol daba directamente hacia ésta, logrando que se viera mucho menos terrorífica de lo que se veía durante la noche.
Respiré con profundidad al percibir los latidos de mi corazón tan acelerados, finalmente llegando al parquizado de la entrada. Mis pies se movieron lentamente hacia el camino de piedras ; pero un lloriqueo repentino resonó en mis oídos en cuánto me encontré allí, provocando que me detuviera y que observara toda la situación que transcurría frente a mis ojos con asombro.

Kayden se encontraba sentado en la escalinata de la entrada a la casa, mientras abrazaba a una muchacha la cuál no paraba de llorar. Ésta tenía el rostro en el pecho del castaño, mientras Kay le decía algunas palabras que no llegué a oír.
Luego de unos segundos, ambos se observaron ; y finalmente la pelinegra tomó la iniciativa y besó a Kayden.

Mi cuerpo y absolutamente todos mis sentidos se helaron por completo.
¿Era demasiado tarde?

(Kayden)

En cuánto sentí los labios de Cass contra los míos, no pude evitar que una leve sensación de placer recorriera todo mi cuerpo.
Me había tomado por sorpresa, era cierto. Pero no negaría que me estaba gustando ese jodido beso.

En cuánto decidí colocar mi mano izquierda en su cuello con intenciones de acercarla aún más hacia mí, algo me detuvo. Quizá fueron los bucles de su cabello lo que lo hicieron o la mordida en mi labio ; pero por un leve instante supe que aquella persona no era la que mis labios estaban rogando besar.
Por lo tanto me alejé de ella con una leve sonrisa, mientras limpiaba su rostro aún humedo con el dorso de mi mano.

— Lo más importante ahora es que te mejores, Cass —murmuré, sintiéndome confundido por mi cambio repentino de emociones.

Sin querer observar su expresión dirigí la mirada hacia el camino de piedras para chocar, en su final ; con una muchacha de ropas y gafas oscuras, y un cabello castaño que caía por debajo de sus hombros. Mis labios se entreabrieron, percibiendo en mis adentros una gran unión a aquella persona sin siquiera saber de quién se trataba.
Me elevé de la escalinata con aún los ojos puestos sobre aquella muchacha, notando que comenzaba a dar pasos en reversa al ver que me acercaba. Aceleré la caminata, y finalmente observé aquél colgante de brújula sobre su pecho...
Era ella.

(Lara)

Percibí cómo los ojos de Kayden se iluminaban tras observar mi pecho y luego detenerse en mi rostro, sin formas de acercarse ya que cada vez que daba un paso yo lo restaba.

— ¿Lara? —preguntó, encontrándonos sobre la entrada de la casa a pocos centímetros de distancia.

Una fina ráfaga de calor recorrió mi cuerpo al oír mi nombre proveniente de sus labios, percibiendo aquél escozor molesto en la parte trasera de mis ojos al no querer derramar ninguna lágrima.
¿Qué demonios me ocurría?
Había pasado mucho tiempo, y el era completamente libre de estar con quién quiera.

Pero entonces... ¿por qué se sentía tan mal?

— Fue...fue...un error —comencé a decir, elevando las manos mientras negaba de izquierda a derecha—. Lo lamento.

— Lara...—bajé la mirada con un suspiro, limpiando la primer lágrima que con suerte Kayden no notó— Lara, escúchame... —repitió.

Giré la vista hacia la muchacha de bucles la cuál se encontraba tiesa en el portal de la casa ajena a la conversación, abrazando sus hombros con las cejas tan presionadas que una leve risa quizo escapar de mis labios.
Ella era la afortunada. Ella tenía a Kayden.
Y yo... yo había perdido la jodida oportunidad.

Ya no le importaba a nadie.

— No debí venir —fué lo último que dije, y me volteé.

Varias lágrimas comenzaron a caer por mi rostro en cuánto lo hice, sintiendo que mi cuerpo se movía completamente solo y se alejaba a zancadas de aquella escena tan dolorosa.

Si es que continuó hablando o me siguió los pasos ni siquiera lo percibí, ya que mi mente y corazón se sintieron tan dañados que hicieron caso omiso a lo que aquél ser hacía o dejaba de hacer.

Estaba completamente destrozada... y Dios sabrá que aquello fué lo que colmó el vaso.

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El próximo capítulo...uf. ¡Se viene con todo!

¡No Grites! [REESCRIBIENDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora