Capítulo seis

2.2K 186 17
                                    

(Kayden)

Al buscar a Annie de la guardería recibí un llamado telefónico que no dudé en atender, elevando mi codo a la altura de los ojos tras mantenerlo en mi oreja.

— ¡A que no saaaaabes cabrón!—exclamó una voz varonil con euforia, por lo que tuve que alejar el móvil unos centímetros para no quedar sordo.

—¿Caleb?

—El mismo —sonreí, percibiendo una leve presión en la mano a causa de mi hermana que seguía mis pasos sin rechistar—. Ahora bien, Cloe nos invito a una carrera de motocross que está cerca de un bar para festejar su cumpleaños. Se convertirá en una fiesta a lo grande, y ésta vez necesito de tu apoyo moral.

Reí discretamente, observando a los lados para cruzar a la manzana contigua.

— Sé perfectamente que quieres follartela, pero por favor, ¿Apoyo moral?

—Si serás imbecil. Te he dicho que no la quiero solo para una noche —le oí refunfuñar, molesto por mi comentario.

A una manzana de llegar a casa recordé los labios entreabiertos y las pupilas dilatadas que demostraba mi amigo al estar junto a Cloe. Aquello jugaba a mi favor gracias a que Caleb se convertía en la persona más amable al encontrarse junto a la muchacha. Detalle que no era muy común en el ; ya que lo representaba un aire de superioridad y desdén que para una que otra persona llegaba a ser tedioso.

—Lo sé, idiota —suspiro al entender que no había captado mi sarcasmo, guiando la vista por un momento hacia mi compañera de ojos verdes que seguía mi marcha—. Y bien, ¿Qué quieres que haga?

— Ven a mi casa, ¿de acuerdo? Necesito ayuda para escojer su obsequio.

Al llegar abrí​ el portal de entrada, dejando que Annie corriera por toda la casa en busca de su madre. Yo, en cambio, me quedé tieso pensando que es lo que haría a continuación.

— Estaré allí en veinte minutos —declaré—. intentaré llegar cuánto antes.

[...]

Tras colocarme unos tenis grises, mis típicos jeans negros y una camisa informal de tonalidad azul oscuro, me apresuré en colocar el collar de aquella muchacha en uno de mis bolsillos para salir de casa con una gran sensación de tranquilidad.
Observando a los lados percibí que la noche se estaba volviendo mucho más fría, ya que mis cabellos comenzaron a sacudirse con las fuertes oleadas de aire. Los aplané con mis propios dedos y comencé mi caminata, centrándome en que dentro de siete minutos debería estar tocando la puerta de mi amigo.

Los sonidos de las ramas al moverse por las ráfagas de viento y los pajarillos que iban de un árbol a otro fueron los que me acompañaron durante el viaje, siendo melodías para mis oídos que estaban acostumbrados a los ruidos sordos. Y por un momento pensé en mi madre, la cuál seguramente tenía la misma sensación en cuánto salía de casa y lograba ser libre por un par de horas. Posiblemente deseara volar como aquellos pájaros y alejarse de todos aquellos malos tratos, sin ser encadenada a ningún sitio. Fugarse. Vivir.
Feliz.

Bajé la mirada al suelo al tener aquellos pensamientos en mi mente, cayendo en la cuenta de que faltaban menos de tres calles para poder llegar a mi objetivo.
Pero algo, o mejor dicho, alguien, caminaba con rapidez en la vereda contraria con sus zapatillas de mujer chocando con estrepitosos sonidos. Llamando mi atención dirigí la vista hacia allí, logrando que mis pasos se detuvieran al reconocer su rostro adormilado. Debajo de una sudadera oscura ocultaba su rostro palido, con pequeños mechones rubios tratando de escaparse de aquel escondite.
Tragué saliva con pesadez, notando que de vez en cuando su pie rengueaba al tratar de dar un nuevo paso. Pero aquello se borró de mi mente en el momento en que giró a su derecha, llevándola a una calle sin salida.

¡No Grites! [REESCRIBIENDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora