Capítulo treinta y uno

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(Kayden)

Mi corazón se aceleró más de lo normal al visualizar la escena frente a mí, sin creer por completo si aquello era real o sólo parte de mi maldita imaginación.

— ¡Déjala ahora mismo! —exclamé totalmente descontrolado al ver la sangre que fluía del brazo de Lara, y el cuchillo que Brett aún mantenía en el aire.

La mirada cínica de Brett no tardó en apartarse de su víctima para dirigirla en mi dirección, con una cortada de varios centímetros sobre su mejilla y mandíbula que no tardé en dislumbrar.

— ¿Acaso ustedes dos se comunican con la jodida mente? —escupió el rubio con desagrado, dejando que el cuchillo cayera al suelo con un estrepitoso sonido.

Con un suspiro de mi parte al descubrir que había llegado a tiempo me encaminé junto a Brett y lo tomé del brazo con intenciones de alejarlo de Lara. Pero éste se soltó y me fulminó con la mirada de tal forma que unas grandes escalofríos recorrieron todo mi cuerpo.

— Ni siquiera deberías tocarla a esta maldita perra... —deshizo la posición en la que se encontraba aprisionando a Lara, con el cuerpo escuálido del rubio cayendo de la misma forma en que el cuchillo lo hizo— Me drogó, Kayden...joder —murmuró en el suelo, escupiendo saliva de forma reiterada.

Al ya haber verificado que al menos Brett continuaba cuerdo y con vida me dirigí junto a Lara, la cuál presionaba su brazo herido entre suspiros dolientes.

— ¿Tinke? —pregunté, con su mirada dirigiéndose hacia mí un tanto sobresaltada— ¿Cómo...cómo te sientes?

— No debería sorprenderme que...—se detuvo al gemir por el dolor, volviendo la vista a su brazo— Hicieras una pregunta tan estúpida.

— Entonces supondré que no estás bien —la rubia llevó las pupilas al cielo tras oír mi comentario, sacándome una sonrisa al saber que por más que la situación no era para nada positiva ella continuaba teniendo la misma personalidad ácida de siempre—. Necesito que me dejes inspeccionar la herida... por favor.

Con algo de duda Tinke me observó, motivo por el cuál agregué.

— Recuerdas que estudio medicina,  ¿cierto?

Una risa ahogada se escapó de su garganta para luego extender el brazo en mi dirección, con las manos apenas temblando.
Atontado de ver de aquella forma a la rubia relamí mis labios y tras observar que la herida en su brazo no era un corte tan grave, suspiré de alivio. Oyendo al mismo tiempo un sonido en el suelo al cuál no le dí mucha importancia.

— Es un corte con solo un poco de profundidad Lara —le confesé, observando a los lados hasta chocar con un paño beige el cuál seguramente era de la propietaria de la habitación. Lo tomé sin descuido y comencé a rodear su brazo con aquella tela para detener la hemorragia—. Te llevaré a...

— ¿De veras la idea de ir a un maldito hospital se te viene en mente? —me interrumpió irritada, tragando saliva reiteradas veces.

— ¿Y tú cómo supiste que hablaría de un maldito hospital? —presioné los párpados— Al parecer el alcohol no sólo ha afectado a Brett.

— ¡Sólo...! —bajó la voz en busca de paciencia, terminando el torniquete que había creado en su delgado brazo— Sólo sácame de éste sucio lugar, Kay.

—¿Estás...?

Bajando la mirada, soltó las últimas palabras en apenas unos susurros.

— Hazlo, por favor.

Con un leve silencio de por medio decidí asentir, mientras me quitaba la chaqueta para extenderla por sobre los hombros de Tinke.
Ésta se asombró tras mi acto con una sonrisa de mi parte.

— Lo que menos queremos esta noche son preguntas de extraños sobre tu brazo —Lara asintió, y se colocó de una forma más cómoda la prenda de color oscuro.

La ayudé a descender de la cama con cuidado, con una risa de su parte que me llevó a observar el suelo.

— ¿Qué demonios...? —balbuceé al visualizar el delgado cuerpo de Brett sobre el suelo, dormitando con un leve soplido en sus labios.

Somníferos con alcohol —confesó, con mis ojos abriéndose de par en par—. ¿Y es qué ahora lo defiendes? Su traición fué peor.

— ¡Puede llevarlo a la muerte esa maldita mezcla! —me arrodillé junto a Brett, encontrándole el pulso en la zona de su cuello.

— ¿Y crees que esperaba otro​ resultado? Era mi segundo plan si es que no deseaba cooperar —suspiró de forma exagerada, dirigiéndose a la puerta—. Déjalo allí, Kay. Creerán que se durmió por ser un maldito alcohólico.

— ¿Cooperar? —me elevé del suelo, siguiéndole el paso— ¡Demonios Lara! ¿¡Tú lo atacaste!?

— ¿¡Creías que no haría nada!? —exclamó con furia, volviéndose en mi dirección con las cejas elevadas—  ¡Ese maldito llevó a mi amigo a la carcel, Kay! ¿¡Es que no lo entiendes!?

— ¡Aún así no debiste actuar de ésta forma tan impulsiva! ¡fue una idea más que estúpida intentar sobornar al idiota de Brett!

La nariz respingona de Lara se presionó, con unas palabras más que ácidas escapando de sus labios.

— ¡Al menos yo no me quedo de brazos cruzados cuándo alguien a quién quiero es lastimado!

Mi expresión cambió de un segundo a otro, percibiendo cómo un puñal entraba en mi pecho con intensidad y se centraba en hacerme añicos el jodido corazón.

¿Cómo podía haber creído que Lara era diferente?

(Lara)

Mierda y más mierda.
Lo había arruinado por completo.

— Ka, Kayden...—susurré, al saber que mis palabras habían sido más que incorrectas en un tema que no me incumbía en lo absoluto.

El castaño bajó la mirada con una mueca en labios, mientras sus manos se presionaban a ambos lados del cuerpo.

— Aquella noche no debí confiar en tí.

— ¿De qué hablas? —pregunté, con los hombros un tanto contraídos.

Elevó la vista, suspirando.

— Confié en tí al creer que me harías caso y te irías de mi maldito balcón. Pero no lo hiciste.

— Tu padre estaba gritando como un loco por detrás de la puerta, ¿y planeabas que huyera de allí y te dejara solo? —enarqué las cejas, a sabiendas de que la elección de quedarme aquella noche sin la aceptación de Kayden había sido una de las decisiones más acertadas de mi maldita vida.

Kay se mantuvo en silencio por un largo tiempo oyéndose únicamente el sonido de la música de la planta baja.

— Nadie sabe sobre la situación de mi familia. ¿Lo entiendes? —confesó en voz baja, avergonzado— Ni tampoco quería ni quiero que suceda.

— Es una decisión más que estúpida —me quejé, a la defensiva.

Los párpados de Kay se presionaron al tiempo en que comenzaba a peinar su cabello con los dedos.

— Mi jodido padre es policía.

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¡No Grites! [REESCRIBIENDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora