Capítulo veinticuatro

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(Lara)

— Por suerte no es nada muy grave, Pierce —me informaba Dan, quitándose lo guantes de látex con una mueca—. Sólo fué una costilla rota. Si es que se hubiera fracturado en distintos trozos, allí sí estaríamos en aprietos.

Suspiré, ojeando la sección por la que se había marchado Kay junto a Daniel durante esos veinte minutos de espera.

— Realmente te lo agradezco —coloqué los codos sobre las rodillas, para luego posar las manos en mi barbilla—. No sabía a dónde ir para que lo ayudaran.

El amigo de Noah se giró, dándome la espalda y permitiéndome observar la habitación de espera en la que me encontraba llamando mi atención un par de portarretratos que habían sobre la pared grisácea. Un niño de no más de once años estaba perdido al mirar el cielo y una mujerzuela de cabellos rojizos la cuál lo abrazaba con la intensidad con la que lo haría una madre.

Luego continué por las sillas desgastadas, una lámpara antigua que estaba sobre una pequeña mesilla y concluí en Daniel, que se volvió hacia mí en cuanto se colocó los lentes en el puente de la nariz.

— ¿Qué le sucedió? —volvió a preguntar, ya que Kayden jamás le había respondido por la sorpresa de descubrir el lugar dónde lo había llevado.

—Se golpeó con la barandilla de la escalera —mentí sin titubeos, al haber pensado sobre ello unos segundos antes.

Una leve mueca apareció en el rostro del hombre canoso, sin creer al cien por cien mi relato.

— ¿Y se puede saber por qué te encontrabas tú en su casa a las tres treinta de la madrugada?

Sonreí de improviso, a sabiendas de que preguntaría aquello.

— ¿Y tú por qué tienes tanto interés por saberlo?

— Pues, solo quería que me confirmáras que es tu novio con la idea de ser discreto —presioné los labios, un tanto abrumada—. Pero al parecer, no lo harás.

Solté una risa fingida, llevando a reposar mi craneo en el cabezal del asiento.

— Al parecer, trabajar a estas horas de la madrugada no es favorable para tí —contesté—. Estas alucinando al pensar eso, Dan.

— ¿Es que acaso tu forma de mirarlo con preocupación no tiene ningún sentimiento de intermedio?

Un leve silencio se apoderó de la conversación, pensando en una respuesta que no tuviera un insulto por la asquerosidad que me provocaron sus palabras.

— Tú mismo lo dijiste: "Preocupación". Sólo fué preocupación —repetí, volviendo la vista al frente—. ¿De acuerdo?

—Si tú quieres creer eso... —Elevó las cejas, con una mueca por mi respuesta.

Entreabrí los labios para responder, pero el rechinar de la puerta del consultorio ocultó aquella conversación sin lograr sacarla a luz nuevamente.

—Ya terminé —comentó Kayden al hacer su aparición en el marco de la puerta, con Daniel dirigiéndose a su lado.

— ¿Y, cómo te sientes? —preguntó, con aquella voz ronca que lo caracterizaba.

— Es el mismo dolor, pero al menos por ahora puedo mantenerme de pie —el castaño palpó sus caderas, tragando saliva al mismo tiempo.

— Es una buena señal —Dan le regaló una sonrisa—. Recuerda todo los cuidados que te dije... —Kay afirmó, permitiendo que ambas miradas se giren hacia mí— Ya es todo.

Me elevé de la silla para dirigirme con pasos pesados a su lado, dándole un leve abrazo a Daniel.

— Gracias —susurré en su oído.

— Cualquier cosa, sigo aquí —asentí, para luego colocar el brazo izquierdo de Kay al rededor de mis hombros.

— Puedo hacerlo, Tinke —se quejó Kay en cuánto vió lo que estaba haciendo.

— Deja de mentir, por favor —suspiré dando la vuelta, con Dan esperándonos en la puerta—. Deberías agradecer lo caritativa que estoy siendo contigo.

— ¿Agradecerlo, dices? —traspasamos el portal con una sonrisa de parte de ambos, para luego encaminarnos a la motocicleta oscura que nos esperaba en la entrada de la casa— Ésto es lo mínimo que puedes hacer por mí.

Choqué mi cadera con la de Kay con intenciones de que le doliera. Y así fué, ya que un leve gemido se escapó de sus labios.

— Eres terriblemente cruel, Lara —reí, ayudándole a colocarse en la Harley.

— ¿Recién lo descubres? —murmuré.

Bajé el rostro al suelo para acomodar los cordones de las zapatillas que me había colocado con rapidez esa noche, con un casual encuentro de mirada con Kayden que duró un eterno fragmento de segundos a causa de la profundidad de sus claros ojos, provocando que mi mente se concentrara solamente en ello.

Demonios, ni siquiera sabía que ese chico tenía unos orbes tan...

— ¿Lara? —preguntó aún montado en la moto, quitándome de mis estúpidos pensamientos.

— ¿Qué...qué? —observé que su dedo señalaba mi mano izquierda, dónde sostenía con firmeza el celular el cuál chillaba con un ringtone pegadizo.

Le dí la espalda sin dudarlo, elevando el teléfono con intenciones de posarlo en mi oreja.

— ¿Rubia? —preguntó una voz masculina al otro lado de la linea, sorprendiéndome de la hora a la cuál llamaba.

— ¿Noah? —sacudí mi cabello, desconcertada— ¿Qué sucedió? No es muy normal de tu parte llam...

— Estoy en un aprieto —me interrumpió, con la respiración tan agitada que tuve la sensación de que se encontraba justo a mi lado.

— ¿Aprieto? ¿De qué tamaño?

— Enorme —suspiró, con un extraño sonido de llaves oyéndose de fondo.

— Dímelo de una jodida vez, Noah. ¿A quién asesinaste?

— Aún no he llegado a ese punto —se silenció por un instante y volvió a continuar—. Aunque ahora que lo pienso, podría intentarlo con éste estúpido comisario con bigote.

— ¿¡Comisario!? —exclamé, volviendo mi vista a Kayden— ¿Qué diablos haces en la comisaría, maldito idiota?

— Haciéndole una visita a la muchacha policía con cara de anciano —elevé las pupilas al cielo por su sarcasmo, pasando la lengua por mis labios—. ¿¡Tú qué crees Lara!? ¿¡Qué me gusta venir a éste sitio!?

— ¡Eres tan estúpido que lo veo probable en tí! —bufé enojada, comenzando a dar pasos en circulos— ¿En cuál estás?

— En la dieciséis —me acomodé en la motocicleta con rapidez, sin cuidados de si golpeaba o no a Kay—. No te tardes, por favor.

— Llegaré en cinco minutos —corté la llamada, guardando el celular para colocarme el casco de protección.

¿Acaso no me podía suceder nada bueno?

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¡No Grites! [REESCRIBIENDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora