Capítulo dieciséis

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(Kayden)

Una risita chillona me despertó del reciente sueño, percibiendo al mismo tiempo cómo una pequeña mano palpaba mi nariz de forma juguetona.

— Que nariz tam fea —murmuraba Annie a mi lado, con los ojos achinados por la sonrisa que se formaba en sus labios.

— Y usted tiene una cara muy fea, señorita —le dije en respuesta, provocándole una corta risa.

Con cuidado me acomodé en la litera, adolorido por el poco movimiento que había realizado.
No recordaba con exactitud cómo había terminado en mi habitación, ni mucho menos cómo mi hermana había llegado a mi lado ; por lo que varias dudas atenazaron mi mente.

— ¿Qué haces aquí, Annie? —continué, y ella señaló con su dedo índice una silla de madera que estaba junto a la cama, dónde se encontraba el cuerpo dormido de Amalia con sus cabellos distribuidos por todo su frágil rostro.

En aquél preciso instante mi mente hizo una especie de "clic", recibiendo con pesar destellos de recuerdos los cuáles respondieron a mis dudas.

— Mami tenía miedo —soltó la pequeña, por lo que volví la vista a ella sin quitarle los ojos de encima—. Pelo yo le dije que solo estabas dulmiendo.

Le dediqué una sonrisa que luego expresé como una mueca al percibir el fuerte dolor de mi mejilla.

— La prosima no duermas en la cocina, si no se asustala de nuevo —susurró. Por lo que accedí a abrazarla por su simple ignorancia, ocultando el rostro en sus cabellos rubios.

— No volverá a suceder —le prometí, sin darle importancia a las punzadas que sentía en las costillas.

Annie rió, devolviendo con sus cortos y regordetes brazos el acto.

—¿Kay...Kayden? —preguntó mi madre con una voz un tanto somnolienta, al tiempo que se elevaba de la silla para poder colocarse a un lado de la cama— ¿Cómo te sientes? ¿Estás bien? ¿Te duele algo?

Annie enfocó la visión en su madre, y yo la alejé de mis brazos para poder charlar con Amalia.

— Siento un poco de dolor en el abdomen, pero no es nada —mentí, sin querer empeorar las cosas.

— Por un momento pensé en llevarte al hospital, yo...no supe que hacer —dijo, uniendo sus manos sobre la barriga—. Creí que no, no respirabas, Kay.

Sus pupilas claras se llenaron de lágrimas en unos pocos segundos, por lo que tuve que acomodarme a su lado y posar mi mentón en los cabellos claros que adornaban su cabeza, tratando de que entendiera que siempre me encontraría su lado.

— Estoy bien, mamá —susurré, percibiendo sus finas manos al rededor de mi cadera.

— Lamento haberte dejado solo. No creí que Chris fuera a llegar tan temprano a casa —al hablar, noté que lo decía con sinceridad ; pero un brusco recuerdo la alejó de mi lado mientras con el dorso de su mano limpiaba las pocas gotas que había soltado—. Pero, ¿qué sucedió? Con la ventana, quiero decir.

Tragué saliva, sin haber pensado una buena excusa anteriormente.

— Tropecé y caí en ella sin querer —sus cejas se curvaron, dando a entender que aún se encontraba sorprendida.

— ¿Enserio te caíste sobre la ventana, Kay? ¿Estabas borracho?

— ¿Cómo voy a estar borracho dos segundos después de que tú te fueras? ¿Es acaso eso posible? —ella sonrió, conteniendo una risa— Al parecer soy Flash.

Flash - bebedor  —negué con una sonrisa ladeada, feliz de que mi madre no sacara a flote el reciente tema.

— Tengo suenio—se quejó Annie de repente, por lo que ambos giramos hacía ella.

Amalia tomó a mi hermana entre brazos, para luego dirigirse entre pasos lentos a el portal de la habitación.
Pero una duda se presentó en mi mente, por lo que antes de que se marcharan pregunté aquello en voz alta, aún sin salir de la cama.

— Mamá, ¿cómo hiciste para traerme a mi habitación desde la cocina? —Amalia rió, sin volverse.

— Lo único que te diré es que deberías bajar unos cuantos kilos —me dejé caer en la litera sin darle importancia al dolor físico, escuchando cómo la puerta se abría—. Eres más pesado de lo que creés, querido.

[...]

Observé mi reflejo en el espejo de los sanitarios, verificando por una cuarta vez que el maquillaje que Amalia había colocado en mi pómulo no se hubiera desintegrado. Y por suerte, duró las cinco horas respectivas de clase.

Por lo que tomé las correas de la mochila con una mano, mientras con la otra presionaba el teléfono móvil y empujaba la puerta para poder salir finalmente al pasillo principal de la universidad. Con un caminar lento a causa de los dolores de estómago que aún molestaban, me dirigí a la salida observando de vez en cuando uno que otro rostro conocido. Pero mi mano derecha comenzó a temblar de forma imprevista por una llamada en aquellos instantes, por lo que lleve el teléfono a mi oído sin ver ni siquiera el número.

— ¿Hola? —pregunté, tras escuchar unos resoplidos forzados.

— Prácticamente mis amigas me obligaron a hablarte, así que te lo diré de forma rápida —habló una muchacha, y en aquél momento reconocí su voz. Era Kiara—. No nos comunicamos durante toda una semana Kay, y lo cierto es que me gustó conocerte.

— Oh...yo...—me sentí un total estúpido al recordarla, a sabiendas de que ni siquiera le había enviado un mensaje de texto— Eh, a mí también me gustó conocerte.

Idiota.
Golpeé mi frente con la palma de la mano, encontrándome a las afueras de la universidad con cálidos rayos solares chocando en mi rostro.
Una risita chillona se presentó de la nada al otro lado de la línea siendo ésta de Cloe.

— Eso es bueno, supongo —Kiara se mantuvo callada por unos segundos, hasta que continúo hablando—. ¿Haces algo mañana a la tarde?

— Sí, digo, no —me encaminé a la sección de automóviles de la universidad, a causa de que la guardería de Annie quedaba pasando por allí— ¿Quieres que vayamos al cine? Yo invito.

— Claro. Yo elijo la hora y el lugar, ¿dale?

— De acuerdo, lo estaré...

Mis palabras se detuvieron cuando dislumbré a la distancia unos cabellos rubios recogidos en una trenza, con unos flameantes ojos celestes que se dirigían de un lado a otro. Aquella muchacha se encontraba entre los automóviles por lo que la mitad de su cuerpo se ocultaba, acompañada de una pelirroja a su lado la cual había visto vagamente en una de mis clases.
Me acerqué al sitio con pasos pesados, tras haber cortado la llamada de Kiara con un ligero: "Debo marcharme, adiós"

— Primero usurpas mi casa, y después mi universidad —comenté al acercarme a ambas, provocando que se giraran sorprendidas al oírme—. Luego, ¿qué continúa?

Observé la posición de Lara y no pude evitar elevar las cejas al descubrir lo que sostenía en manos.
Eso era...¿marihuana?

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