Capítulo cuarenta y cinco

335 36 25
                                    

NOTA: Lamento que los capítulos suelan cambiar sus guiones largos por cortos, pero Wattpad últimamente hace lo que quiere con mi historia💔
Mil gracias por leer, y ojalá les guste el capítulo (por ahora, creo que se extenderá un par de capítulos más de los que tenía planeado escribir ; pero valdrá la pena)

(Lara)

Mis ojos nublados de tantas lágrimas se quedaron fijos en la escritura en cursiva de la lápida, con las manos temblorosas en torno a una pequeña rosa que había tomado de un arbusto durante el camino.

— Cada primavera... me traías una rosa del huerto de tu abuela —murmuré en un hilo de voz, con las rodillas por debajo de mi cuerpo—. Y, ¿sabes? apenas ví ésta flor me recordó a tí, por lo que no dudé en traerla —reí de forma ronca, acariciando los pétalos rosados con la mayor delicadeza posible.

Aquél recuerdo sólo provocaba la más vívida imagen de Ethan en mi mente ; con su sonrisa blanquecina, aquél cabello castaño que tanto me agradaba acariciar, y sus típicos ojos achinados que resaltaban el tamaño de sus mejillas.
Amaba cada aspecto físico y espiritual de ese muchacho ; y vaya... supo mostrarme lo que era amar a una persona, y recibir a cambio ese mismo sentimiento.
Y fue hermoso experimentarlo con él.

Pero tanto como disfruté su compañía, su partida me partió en mil pedazos.

— Haría cualquier cosa porque me dieras una rosa una última vez —continué, sollozando de manera callada al no querer llamar la atención de la gente a mi al rededor—. Sólo para volver a sentir esa felicidad que me transmitía el saber que tú... me querías y apoyabas, a pesar de que todas las personas de mi alrededor me daban la espalda —respiré con profundidad, intentando tranquilizar los latidos de mi corazón.
>> Eras mi total soporte para estar en éste jodido mundo, Eth. E intenté continuar y sobrepasar tu pérdida por sobre todo eso. Y para cuando... finalmente, encontré a alguien que me provocaba los mismos sentimientos puros que tú ; lo único que me atreví a hacer fué huir. Y así lo perdí.

Limpié mis mejillas con el dorso de la mano mientras bajaba la mirada en dirección al pasto, quitando el collar de brújula de mi cuello para enrredarlo en el tallo de la pequeña rosa. Al finalizar, la coloqué por encima de la lápida, despidiéndome de uno de los objetos que más apreciaba.
Sería la última vez que lo vería.

— Ya no me quedan fuerzas para continuar aquí ; mucho menos... así —presioné los párpados, logrando que mi llanto disminuyera por unos instantes—. Me rindo, Ethan... me rindo.

[...]

Tras casi dos horas de recorrer los al rededores de mi casa sin ningún tipo de rastro de Lara, decidí dirigirme al edificio dónde antiguamente vivía.

Subí las escalinatas de las residencias con desgano y pesadumbre, memorizando las palabras que en aquél momento pasaban por mi mente para decírselas a Lara.
Y demonios, tenía tanto para decirle.

Tragué saliva al llegar a la finalización de la escalera, chocando mi puño contra la primer puerta que era justamente la de la castaña.
Choqué una segunda vez.
Y luego una tercera.
Creo que a la décima me dí por vencido.

Pegué mi frente contra el portal frío al no recibir ningún tipo de respuestas de su parte, oyendo al mismo tiempo unos pasos provenientes del lado izquierdo del pasillo.

— Muchachito, ¿necesitas ayuda? —preguntó una anciana, uniendo sus cejas maquilladas y las manos por sobre la barriga.

— Por esas casualidades... —me acerqué a ella, peinando mi cabello— ¿No ha visto a una chica de cabello castaño? ¿ropa oscura? ¿Un poco más pequeña que yo? ¿Con gafas, quizá?

La mujer se quedó observando el cielo raso por unos segundos, analizando en su mente lo que le había dicho.

— ¡Oh, sí! —dió un aplauso, mirándome— Si es que no me equivoco de persona, cuándo salía del departamento la ví llendo hacia la terraza.

La tomé por los hombros en cuánto la oí, y planté un beso en su mejilla en señal de agradecimiento.

— ¡Demonios, gracias! —exclamé, mientras me volvía en dirección a la última puerta que daba finalmente a la terraza.

Sin esperar mucho más presioné las palmas de las manos sobre el picaporte y lo abrí, provocando que una potente luz anaranjada chocara contra mis ojos a causa del atardecer. Pestañeé varias veces por ello, buscando en un radio de trescientos sesenta grados alguna señal de vida de Lara.
Hasta que al fin... logré observar su figura dándome la espalda ; con el cuerpo posicionado justo al borde del edificio.
Si llegaba a dar un paso en falso...

— ¿Lara? —pregunté, tragando saliva al percibir la voz rasposa y hasta un tanto cansada.

Oí su risa mientras me acercaba, la cuál sonó un tanto ahogada por las que me imaginé que serían lágrimas.

— Lara, déjame que te explique... —murmuré, sin obtener que se volteara a observarme— puedes...

— ¿Te habías detenido a observar un atardecer? —preguntó de la nada, provocando que mis labios se entreabrieran— Yo creo que jamás le había prestado tanta atención como lo estoy haciendo ahora. Y... demonios, es algo realmente hermoso.

Me mantuve callado al no saber qué contestar, recibiendo una nueva risa de su parte. Luego de eso, Lara finalmente se giró con su cuerpo oscurecido por el constraste del fondo. Aún así no pude evitar notar sus ojos rojizos, y la expresión de cansancio en cada centímetro de su rostro.

— ¿Qué quieres ahora, Kay? —preguntó, uniendo las cejas y presionando los labios— ¿Qué más quieres?

Su tono de voz me dejó sin aliento, provocando que unas terribles ganas de escapar de allí atenazaran todo mi cuerpo. Pero nada impidió que mis sentimientos por esa maldita muchacha derribaran cualquier barrera de temor, y enfrentaran la verdad.
Realmente la quería a mi lado.

— Que escuches todo lo que tengo que decirte —contesté, presionando las manos entre sí—. Dame una última oportunidad para explicarte.

Lara se volteó completamente, pero sin alejarse de la orilla del edificio. Aquello sólo provocó que los bellos de mi nuca se erizaran en su totalidad, nervioso porque se encontrara en una zona tan peligrosa.

— No hace falta que expliques nada, Kay —elevó las cejas, fingiendo que no le importaba—. Encontraste a alguien más, y yo... yo estoy feliz por tí.

Solté una risa seca al oírla, negando.

— ¿Realmente crees que lograrás convencerme con esas estúpidas palabras? No encontré...

— ¡No sigas, Kay! ¡No lo hagas! —exclamó, con ya varias lágrimas recorriendo sus mejillas— Sólo vete, por favor. Ya está... ya están por ser las doce. Necesito estar sola...

Una leve sensación de temor comenzó a carcomer el centro de mi corazón, percibiendo que nada bueno estaba por ocurrir.

— ¿Qué sucederá a las doce? —pregunté, casi en un susurro.

La castaña mantuvo la vista fija en mí, sin mover ninguna articulación de su cuerpo.

— Vete, Kay... por favor.

Una leve idea pasó por mi mente en cuánto oí su voz, cayendo en la cuenta de que me había encontrado completamente segado hasta ese momento.
Sola. En la terraza. La orilla del edificio.

Lara... Lara quería suicidarse.

¡No Grites! [REESCRIBIENDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora