Capítulo 15

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KILIAN

Cuando llego a la dirección que Claire me proporcionó a principios de semana, la fiesta está en su apogeo. Soy muy bueno en casi todas las cosas pero la puntualidad no es uno de mis fuertes.

Adolescentes y no tan adolescentes se encuentran en el jardín delantero a pesar del frío. Bailan, beben... e incluso hay un par de ellos inconscientes sobre el césped. Que poco aguante tienen los jóvenes de hoy en día.

Atravieso la entrada principal y tras unos cuantos empujones llego a lo que parece ser la cocina. Hay varios barriles de cerveza vacíos tirados por el suelo. Los ignoro y me acerco hasta la encimera de granito sobre la que hay algunas botellas de verdadero alcohol. Entre ellas encuentro una de un whisky medianamente decente y me sirvo un poco en un vaso de plástico.

Me pregunto si Nicole habrá venido. No sé nada de ella desde ayer y tengo curiosidad por saber si averiguó algo cuando habló con Salvador.

El sonido de la música es ensordecedor. La audición de un vampiro es muy sensible por lo que si no aprendes a apagar los sonidos que te rodean puedes acabar completamente loco. De nuevo en el pasillo, una chica se choca contra mí.

— Lo siento. No te había visto —se disculpa ella.

Cuando eleva su rostro descubro que es la amiga de Nicole, Keila.

— ¿Está Nicole aquí? —le pregunto.

— ¡¿Qué?! —grita ella.

Suspiro molesto. A veces se me olvida que los humanos no escuchan tan bien como los vampiros. Repito la pregunta ahora más alto y Keila señala hacia la sala de donde procede la música. Me dirijo hacia allí olvidándome de la chica de gafas.

No me cuesta mucho encontrarla. Nicole está encima de una de las mesas haciendo un baile un poco subidito de tono. Junto a ella, a modo de sándwich, dos chicos se rebrotan contra su cuerpo. Ella todavía no se ha dado cuenta de mi presencia y continúa bailando.

Uno de los chicos con los que baila desliza su mano por su muslo desnudo y asciende peligrosamente bajo el vestido de terciopelo de color vino que se ajusta a sus curvas. Una extraña sensación se asienta en mi pecho y molesto avanzo hacia donde se encuentran. Le entrego mi vaso a una persona al azar y me paro a los pies de la mesa.

— ¡Nicole! —le grito cuando llego a su lado.

Ella me ignora. Con los ojos cerrados, eleva sus brazos y sigue bailando como si no me hubiese escuchado. La mano del imbécil con gorra continúa sobre su piel por lo que la agarro y tiro. El tipo se cae de la mesa por el repentino movimiento y cuando consigue levantarse del suelo con torpes movimientos me enfrenta.

— ¿De qué vas? ¡Hijo de... —grita él frente a mi cara.

Su apestoso aliento me golpea y arrugo la nariz. Cojo las solapas de su camisa y lo mantengo quieto mientras sitúo mis ojos sobre los suyos. Sus pupilas se agrandan bajo el influjo de la compulsión.

— Tócala de nuevo y estás muerto —le advierto —. Ahora desaparece de mi vista.

El chico, ahora menos gallito y más asustado, se aleja con paso rápido.

— ¡Nicole! —vuelvo a llamarla.

Ella por fin abre los ojos y me mira. Una gran sonrisa se extiende por su rostro y sé que algo no está bien. Ninguna de las veces que nos hemos visto se ha alegrado tanto de verme.

— ¡Kilian! ¡Sube, baila conmigo! —grita ella.

De repente pierde el equilibrio. La cojo en mis brazos antes de que golpee el suelo y la deposito sobre sus pies. En la mesa parecía no tener problema pero ahora en el suelo es incapaz de mantenerse en posición derecha.

— ¿Qué te pasa? —pregunto.

— Nada —dice ella intentando soltarse de mi agarre —. Vamos a divertirnos.

Antes de que me dé cuenta, Nicole se libera y cruza la habitación en un segundo. Mis ojos se abren como platos y miro a mi alrededor. La gente está demasiado borracha y por suerte nadie se ha dado cuenta de la rapidez con la que se ha movido.

La sigo y cuando la alcanzo empujo su cuerpo contra la pared. Con una mano sujeto sus muñecas con fuerza contra mi estómago y con la otra muevo su cabeza obligándola a mirarme. Sus pupilas están increíblemente dilatas y el banco de sus ojos brilla.

— ¿Qué has tomado? —pregunto preocupado.

Esto no tiene ningún sentido. Sin importar cuanto bebamos o tomemos, los vampiros no nos vemos afectados de este modo por ninguna sustancia. Nuestro metabolismo la degrada de forma rápida y absoluta. Por ello necesitamos beber un gran número de botellas de alcohol si queremos sentir al menos los efectos iniciales de una borrachera.

— ¡Suéltame! —forcejea —. Sólo he tomado una.

— ¿Una qué? —pregunto estrechando mis ojos.

Nicole se ríe y en lugar de contestar a mi pregunta, acerca su cara más a la mía.

— Quiero besarte —susurra con sus ojos fijos en mis labios.

— Vaaaale... Hora de ir a casa.

Me agacho y la cojo de las piernas. Coloco su cuerpo sobre mi hombro y la saco fuera de la casa como si fuese un saco de patatas. En lugar de luchar contra mí, Nicole se ríe divertida. No sé qué es lo que ha tomado pero esto no me gusta nada.

Justo cuando salimos por la puerta, una rubia me corta el paso.

— ¿Dónde te crees que te la estas llevando? —pregunta Gabriela balanceándose inestable sobre sus altos tacones.

— Ha bebido demasiado. La llevo a casa —le digo.

— No creo que... —no llega a terminar la frase porque alguien la llama desde dentro de la casa. Sin ni siquiera lanzar una segunda mirada hacia nosotros desaparece en su interior.

La peor amiga de la historia. Tendré que sugerirle a Nicole que se busque nuevas amistades. Ahora será mejor que la lleve a casa antes de que se le olvide que debe mantener el hecho de que es un vampiro en secreto o peor... que mate a alguien.

Drinking BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora