Capítulo 21

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KILIAN

Su suave susurro calienta mi ser. Su pelo recogido deja descubiertas sus sonrojadas mejillas que, conforme mis labios rozan la delicada piel de sus dedos, se vuelven más coloreadas. Veo la reticencia en sus ojos, pero también veo el deseo enterrado en las profundidades de sus oscuras pupilas. Las microscópicas gotas de sudor que recorren el contorno de su cuello y puedo escuchar el bombeo acelerado de su corazón. Perdido en las sensaciones tiro de su mano y ella se acerca.

Frente a frente, su rostro queda a escasos centímetros del mío. Suelto su mano y acaricio su pómulo.

— Kilian —repite ella con suplica —. No podemos hacer esto.

— ¿Por qué no? —pregunto aspirando el endulzado aroma que la envuelve.

Nicole permanece callada durante unos segundos que se me hacen eternos. Sus ojos muestran confusión y después arruga levemente el ceño.

— Ni siquiera lo sé.

Sonrío al percatarme de su lucha interna. Quiere lo que le ofrezco pero a la vez se resiste a ello. Voy a ponérselo fácil...

Sin darle tiempo a reaccionar, acorto la escasa distancia que nos separa y junto mis labios con los suyos. Sus ojos sorprendidos se agrandan e intenta alejarse, pero rodeo su cintura con mis manos y la aprieto contra mí. Sus húmedos labios se presionan dulcemente contra los míos y el calor que nos rodea aumenta. Siento como su lucha disminuye y su pequeño cuerpo se relaja.

Poco a poco, Nicole comienza a responder y me devuelve el beso. Una de mis manos asciende y se coloca en su cuello. La sangre fluye a través de su yugular y el flujo causa una vibración que alcanza mis dedos y se extiende por todo mi cuerpo. No puedo resistirme a besar la zona.

Un quejido atraviesa sus rojos labios cuando me separo de ella pero gime complacida cuando mi boca deposita suaves besos sobre su cuello. Las manos de Nicole, quietas hasta el momento, despiertan y comienzan a recorrer mi pecho. Sus dedos delinean el contorno de mis pectorales que se marcan a través de la fina tela de mi camiseta.

Vuelvo a besar sus dulces labios pero esta vez con más intensidad. Su boca se abre y acoge mi lengua demandante. Nunca un beso me había hecho sentir tanto. No solo excitación, que obviamente conduce mis actos, sino también algo más. Algo que hacía muchos años que no había sentido.

Repentinamente Nicole se separa y se aleja. El intenso calor que hasta el momento se había construido se desvanece y una corriente fría lo sustituye.

— Lo siento —se disculpa ella dándome la espalda —. No puedo.

Suspiro, decepcionado. Pensé que ella también sentía lo mismo que yo y me molesta el darme cuenta de que no lo hace. Con esfuerzo aplaco mis sentimientos y me acerco a ella.

— Está bien, no pasa nada —digo a su espalda.

Ella se gira y me mira. Sus labios rojos e hinchados por los besos que hasta hace unos segundos nos estábamos dando se aprietan en una fila línea.

— Realmente lo siento —vuelve a disculparse —. No quería que te emocionaras y luego dejarte así —dice ella desviando la vista hacia la parte inferior de mi cuerpo.

Sonrío divertido imaginado el abultamiento que ella ve en mis pantalones. No quiero que se vaya y sé que si presiono las cosas demasiado, lo hará. Decido cambiar de tema.

— ¿Qué era lo que querías darme?

— Cierto —responde ella agradecida por el escape del incomodo momento. Me rodea y vuelve a la silla donde su chaqueta de color verde continúa tirada. Sus rodillas se flexionan y queda acuclillada rebuscando en el bolsillo que le faltaba por mirar.

Un sentimiento de irritación me invade cuando pienso en que en el otro bolsillo se encuentra el anillo que su ex novio le regaló. ¿Por qué continúa conservándolo?

— Atrápala

Mi agudeza vampírica se activa y con rápidos movimiento cojo el pequeño objeto que me lanza. Al abrir la mano descubro una pequeña píldora con recubrimiento de plástico que en su interior guarda un líquido turbio de color rosado.

— Eso es lo que tome en la fiesta —explica ella.

La acerco a mi nariz e inhalo, pero no consigo distinguir ningún olor en específico. Camino hasta la pequeña mesa frente al sofá y alcanzo un vaso vacío. Aprieto la cápsula con fuerza y ésta estalla vertiendo su contenido en el vaso de cristal.

— ¿Qué haces? —pregunta Nicole colocándose a mi lado.

— Averiguar de qué está hecha

Sumerjo levemente la punta de mi dedo índice en el templado líquido y lo llevo de nuevo a mi nariz. Sin la cubierta de plástico puedo captar mejor su olor y mi ceño se frunce al percibir una esencia conocida.

— ¿Qué es? —pregunta Nicole curiosa al ver mi expresión desconcertada.

— Tengo que asegurarme —murmuro metiendo el dedo en mi boca.

Mi lengua toca el líquido y lo saboreo. Mis papilas gustativas despiertan pero rápidamente vuelven a su posición resguardada como si algo les hubiese atacado.

— Sangre y... verbena —digo sorprendido.

— ¡¿Verbena?! —exclama ella alarmada.

— Tiene sentido —pienso en voz alta —. El calor abrasador que sentías causado por la euforia de la sangre en tu organismo y, a la vez, la irritación del tejido por el contacto con la verbena.

Nicole se queda callada digiriendo mis palabras. Su expresión se va volviendo más oscura conforme la implicación de lo que he dicho se va asentando.

— ¿De dónde han sacado la sangre para hacer la droga? —pregunta con voz seria a la vez que mortal.

— Esto no es nada bueno —respondo temiendo el saber de dónde procede.

— La chica asesinada junto al rio... a ella le drenaron la sangre.

Drinking BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora