La llegada

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—Tienes que estar bromeando, esta es la gran sorpresa— dije mientras que veía con los ojos abiertos de par en par el boleto que tenía en frente— ¡no es ni Nueva York, no es los Ángeles… ni siquiera está cerca de las Vegas!— grite desde mi cuarto.

— ¡Ya deja de lloriquear Anya, te dije que íbamos a ir a otro lugar, nunca dije que estuviera cerca de las Vegas!— la tía Celene me regreso el grito, yo tuve que tragarme mis quejas y conformarme con un puchero.

—Pero yo creí que era las Vegas— dije por lo bajo para que Tía Celene no me escuchara.

Escuche pasos en el pasillo, cuando alce el rostro hacia la puerta me encontré con mi tía viéndome rigurosamente.

—Además ya están hechos los trámites, nos vamos a Pensilvania este sábado y no se hable más— dijo ella mientras que se apartaba los rizos color café que caían en tropel sobre su lindo rostro. Debía de admitir que tía Celene era una mujer muy atractiva, con su preciosa cabellera rizada y  preciosos ojos verdes podía atraer a cualquiera con solo una mirada.

— ¡No quiero ir a Pensilvania solo me queda un año en la secundaria!— le grito, ella me mira, sorprendida por cómo le había respondido.

—Anya ya te lo había dicho, hace 10 años que te llevo diciendo que nos mudaríamos cuando cumplieras los 16— me responde de manera cortante.

—Ni siquiera me has dicho a donde nos vamos— señalo el boleto— yo se que vamos a algún lado de Pensilvania pero no me has dicho el donde.

—Eso lo tendrás que ver cuando lleguemos— dijo antes de excusarse de mi pequeño cuarto.

La lluvia caía suavemente sobre la ventana del autobús, mire para afuera y lo único que pude ver eran arboles, arboles y mas arboles.

—No puedo creerlo realmente estoy aquí— pensé con amargura mientras que tiraba de la cremallera de mi chaqueta una vez más. Mi chaqueta era la cosa más vieja que tenía en el armario, la amaba con locura, con su color azul oscuro me volvía loca.

Le subí el volumen a la música mientras que avanzábamos por un puente, lo quede viendo por un largo rato. Tenía una hermosa estructura, un arco perfectamente moldeado para sostener amplios transportes. No era tan colosal como otros que había visto pero tenía su elegancia.

 El agua fluía tranquilamente en el rio que pasaba raudo bajo el puente, me quede hipnotizada por la paz que nos rodeaba hasta que un codazo fue a parar a mi estomago.

—Bájale a la música Anya— susurro mi tía, yo suspire, le baje dos barritas a la música y me volví a la ventana una vez más.

Estaba oscuro afuera, eran las 4:40 am, Tía Celene me había hecho hacer este viaje de madrugada, así que era casi inexplicable la razón por la cual yo aun seguía despierta.

— ¿Tía Celene ya vamos a llegar?— pregunte.

—Es la siguiente parada,  ten paciencia Anya. De todas formas tu no querías llegar— escuche su respuesta sobre la música. Suspire y luego saque un cuaderno del pequeño bolso que llevaba en la mano.

El cuaderno era viejo, estaba cayéndose a pedazos pero aun lo utilizaba. Saque el lápiz que estaba en el interior del bolsillo de mi pantalón y me puse a escribir.

Escribir novelas y dibujar anime eran mis pasatiempos, los practicaba a menudo y sentía que cada vez que lo hacía me volvía un poco mejor con los resultados.

La novelas de fantasía eran mis favoritas, el poder jugar con los personajes, con sus poderes en especial, me hacía sentir feliz. Todo era nuevo cada vez que abría aquel cuaderno, todo era diferente a mi realidad.

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