Cinco de enero del 2017.
Sentir el viento mover mi pelo mientras sobrevolaba Canadá era una de las experiencias que por mas pacifica que fuera me causaba dolor, después de todo, la actividad de volar estaba asociada con muertes y demonios en mi mente… era simplemente un recuerdo casi diario de lo que había ocurrido años atrás.
Aumente la velocidad y me mantuve cerca de las nubes, no quería que un avión me viera y reportara que una chica envuelta en llamas volaba por los cielos. El mantenerme en secreto era parte esencial de ser un híbrido… era parte de mi existencia.
Pase rápidamente un par de metros y cuando sentí que me acercaba a la recepción de mi hotel descendí en picada. El cielo fue cambiado por un bosque, mi velocidad disminuyo mientras que mis poderes desaparecían, mis pies tocaron el suelo y de pronto me encontraba caminando lentamente hacia el hotel de montaña en el cual me había hospedado durante dos semana.
Cruce rápidamente el corto trecho que me llevaría a la pequeña entrada del hotel de montaña y justo cuando puse un pie en el piso de la recepción una persona se me tiro encima.
—Tardaste mucho— me regaño Molly mientras casi me ahorcaba por el fuerte abrazo que me estaba dedicando. Yo reí ligeramente y le regrese el abrazo.
Molly no era nada más ni menos que una mitad hechicero de diez años de edad, yo la había conocido hace menos de dos semanas cuando había venido a Canadá a buscar a híbridos que se encontraban perdidos en el mundo y que desconocían de la existencia del campus.
A veces odiaba mi trabajo, porque este había sido el trabajo de Maerwen alguna vez, pero luego de que conocía a niños como Molly, que necesitaban mi ayuda, simplemente sonreía e intentaba disfrutar mí día a día.
—¿Ya desayunaste?— le pregunte.
—Sip— dijo ella mientras me soltaba, dio un paso hacia atrás provocando que la luz que bañaba la recepción iluminara sus hermosos rizos dorados y sus preciosos ojos verdes.
—Muy bien, entonces vayamos a la habitación, tengo que llamar a algunas personas— dije mientras la agarraba de la mano y la comenzaba a jalar hacia nuestra habitación, no me la esperaba encontrar despierta y mucho menos, en la recepción.
—¿Encontraste a alguien más?— pregunto.
—No— le conteste tranquilamente, la razón por la que había venido a Canadá es que venía a buscar a híbridos que llevar al campus, hace dos semanas que había encontrado a Molly pero desde entonces no había encontrado a nadie más.
—Que lastima— dijo ella.
—No te preocupes, cuando lleguemos al campus todo va a ser mejor— le dije mientras entrabamos al ascensor.
—Si tú lo dices— dijo Molly mientras hacía caras raras en los espejos que rodeaban el interior del ascensor, era casi divertido verla, me recordaba mis años antes de que conociera el campus, yo era igual que ella, una simple joven sin muchos problemas por los cuales preocuparme.
Las puertas del ascensor se abrieron con un pequeño pitido, Molly salió corriendo al final del pasillo a donde se encontraba nuestra habitación, la habitación 54, saque la tarjeta de entrada y la pase por el dispositivo que estaba al lado de la pared, la luz del dispositivo que solía estar roja se torno verde, lleve mi mano hacia la perilla y abrí la puerta.
La habitación con la que nos encontramos al otro lado de la puerta estaba igual a como la había dejado horas atrás, la sabanas de las dos camas que estaban en la habitación estaban completamente arrugadas, ni Molly, ni yo, éramos buenas arreglando el desorden de la habitación.
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Escuela de híbridos
RomansaUn regalo. Cuando mi tía me dijo que me iba a dar un regalo pensé en miles de cosas, menos- en un viaje a Pensilvania- y no es un viaje para vacacionar sino que es para irnos a vivir ahí permanentemente. Eso no es todo, el lugar a donde vamos, el ca...