La invitación

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La sensación de ingravidez duro unos segundos para luego desaparecer. El silencio se extendió por lo que parecía ser una eternidad mientras yo me mantenía totalmente quieta y con los ojos cerrados, pero cuando por me atreví fin abrirlos me arrepentí de haberlo hecho.

Miles de calaveras se movían sobre mi rostro, sus esqueléticas cabezas hacían castañear sus dientes, cuando se reían de una manera espantosa, mientras se tiraban sobre mí.

—¡Aléjense de mí!— dije mientras dejaba que una explosión de fuego azul tirara las calaveras contra las paredes de lo que parecía ser un sótano.

Levante mis manos llenas de fuego azul y las extendí en todas direcciones, la luz ilumino las calaveras que se estaban disolviendo en una nube de polvo, tuve que respirar repetidamente para recordarme que el peligro había pasado.

Baje mis manos pero no desaparecí mis poderes, después de todo necesitaba la luz para ver en donde estaba.

Por lo que podía apreciar, me encontraba en una pequeña habitación cuadrada, completamente vacía a excepción de una escalera que llevaba a una pequeña puerta que estaba pegada al techo.

—Sí, definitivamente es un sótano— pensé en voz alta mientras me dirigía hacia las escaleras, apague una de mis manos para poder tocar la baranda en donde se suponía que me debía apoyar para subir, pero en el preciso instante que lo hice esta se desmorono, yo tuve que tirarme hacia la izquierda para no caer junto a esta.

Me tumbe sobre la escalinata antes de levantarme con sumo cuidado, temía que la escalera se cayera, lentamente me encamine hacia la puerta y cuando la tuve a mi alcance tire de una cuerda que la mantenía cerrada.

Justo cuando jale de esta me arrepentí, miles de criatura negras, de patas largas cayeron sobre mí, el pánico me rodeo cuando me percate que eran asquerosas tarántulas.

—Maldita sea— maldije cuando mi peor temor me caía encima, sin pensarlo dos veces llame mis poderes e incinere todos los animales que tenia encima y los que intentaban subirse a mis piernas.

Sin pensarlo dos veces empecé a volar sin dirección alguna, por la velocidad que llevaba con costo registre que me encontraba en una casa de amplios pasillos y ninguna ventana, inspeccione ligeramente el resto del lugar y me percate con total horror, que todas las paredes y el techo tenían el mismo y asqueroso color negro.

Detuve mi vuelo en medio del pasillo, que nunca parecía terminar, mientras las paredes parecían cerrarse sobre mí, era como si la oscuridad me volviera a absorber aunque yo sabía que todo esto no era más que una gran casa pintada de la peor manera posible.

Fue en ese momento que me percate que esta era una versión retorcida de los pasillos del campus, trague saliva en un intento desesperado por mantenerme calmada pero no lo logre, voltee a ver a todos lados pero lo único que veía era el enorme pasillo extenderse en el horizonte.

Desaparecí mis poderes hasta quedarme solo con una débil flama en la mano, tal vez si iba caminando encontraría una puerta de salida. Luego de unos segundos me voltee hacia la derecha y comencé con mi lenta caminata.

La luz ilumino el pasillo a medida que caminaba, pasaron un par de minutos en los que la sensación de haber olvidado algo importante me embargo, mientras caminaba intentaba recordar una y otra vez  lo olvidado pero no lo lograba.

—¿Qué es lo que se me está olvidando?— pensé mientras intentaba recordar algo, cualquier cosa, pero luego me percate con cierto horror que mis recuerdos comenzaban desde que había despertado en el sótano.

—No me acuerdo de mi nombre, ni de dónde vengo, ni de a dónde voy— pensé en voz alta— creo que lo único que sé con seguridad es  que le tengo miedo a las arañas— me quede sin hacer nada por lo que parecía ser una eternidad, simplemente pensando en que hacer… que hacer.

Escuela de híbridosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora