-Anh- [2]

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-Mientras estaba tirada en mi cama, mirando mi pequeña estantería donde tenía cada recuerdo valioso que poseía, unos toquecitos sin ritmo alguno me desconcentraron e hicieron que girase la cabeza hacia la ventana de mi habitación. En el alféizar de esta estaba posada una lechuza con una carta preparada, ¿quién sería? Fruncí el ceño mientras me levantaba del colchón y me encaminaba a abrir la puertecita de cristal y dejarla pasar al escritorio. Acababan de empezar las vacaciones así que no me esperaba ninguna carta, y menos el mismo día en el que habían empezado. No era una lechuza muy imponente, así que descarté que fuera alguien de algún tipo de administración. Busqué en uno de los cajones, dando con una bolsita de terciopelo llena de pequeñas galletas que utilizaba como agradecimiento para aquellos mensajes. Después de darle una al ave, tomé el sobre que traía con ella. Cualquier duda que tuviese sobre quién la enviaba, se disipó nada más vi la letra. Era de Charlie. Me sorprendió bastante pero también me hizo ilusión, no me habia despedido de él cuando habiamos dejado la escuela y desde entonces se me había quedado un mal sabor de boca. Pero es que la emoción que tenía porque al fin llevaría a mi hermana a casa era tan grande que no podía pensar en otra cosa y había sido una suerte que me hubiese despedido de alguien incluso. Sonriente, abrí la carta y comencé a leerla con detenimiento.

En cuanto acabé, bajé a toda prisa hacia el despacho de mi padre, en busca de su consentimiento. Después de tocar en su puerta y entrar con una expresión de no haber roto un plato en la vida, le expliqué lo mejor que pude el contenido de la carta, acompañaría a Charlie a Rumanía para ayudarle a limpiar y encima me enseñaría El Gran Azul y todo el lugar. Después de muchas promesas de mejorar los estudios, y de razones para que me dejase ir, como que así Rain y él podrían estar algo más unidos aunque fuera solamente por las vacaciones, conocerse y compartir momentos tío-sobrina, estrechar lazos y crear recuerdos de las primeras vacaciones en las que la familia se reunió, accedió. Subí las escaleras hasta mi cuarto dando tumbos, y tarareando una de las muchas canciones que conocía, no podía ocultar la emoción. No había estado nunca en Rumanía, pero Charlie hablaba de ella de una manera que sin duda hacía que quisieras ir, al menos una vez. En cuanto llegué a la habitación, apunté con la varita a la mochila e hice que llegase a mí con un accio, después la llené con la ropa que creía que necesitaría, tampoco mucha. Dejé la mochila preparada en un rincón, con mi cargamento de pociones de emergencia dentro, no corrían tiempos fáciles y la situación podía torcerse muy rápido, al menos eso decía padre y yo me fiaba bastante, ya que tenía varias amistades en el Ministerio.

Corrí a escribir una carta en respuesta a Charlie, y se la mandé. Al día siguiente iría a la Madriguera, por suerte Fred me había invitado alguna vez y ya había viajado a ella de todas las formas imaginables.

Por primera vez en mucho tiempo, no remoloneé cuando fue la hora de despertarme, me vestí rápidamente desayuné entre advertencias de mi padre de que no comiese tan rápido si no quería atragantarme y me despedí de todo el mundo. Sostuve la varita y visualicé con todo el detalle que pude el jardín de la casa. Nada más aparecerme, un pequeño mareo azotó mis sienes, pero nada que un segundo sujetándome la cabeza no curase. Me encaminé a la puerta, y toqué con los nudillos varias veces. La señora Weasley apareció detrás de esta y en cuanto me vio sonrió y me preguntó la razón por la que estaba allí. Cuando se lo expliqué, me comunicó que Charlie ya se había ido y que seguramente estaría esperándome allí. A través de su chimenea, que muy amablemente me ofreció, acabé en Rumanía.

Salí de la chimenea, esperando encontrar a mi amigo, pero no fue así. No había nadie y eso me extrañó, no se oía nada, absolutamente nada. Agarré la varita por si las moscas y fui habitación en habitación buscando a Charlie. Nada, todo estaba hecho un desastre y no aparecía por ningún lado. Su carta decía que le ayudase a ordenar, así que en teoría tenía que haber estado ordenando y ahí parecía que había pasado un huracán. Como último recurso, fui a su cuarto, a lo mejor se había dormido agotado por el viaje o algo parecido. Pero tampoco estaba y aquella habitación parecía aún más alborotada. Fruncí el ceño sin entender nada. Dejé la mochila en el suelo a mi lado y empecé a analizar la habitación, no había nada raro, una habitación normal. Cuando me iba a ir del lugar, algo en el suelo llamó mi atención. Era un anillo bastante lujoso, ni pensé que fuera a pertenecerle, era de otra persona. Lo miré por todos los ángulos posibles y acabé sacando como conclusión que venía del Ministerio. ¿El Ministerio? ¿Qué hacía eso allí? Me senté en una silla del comedor, y puse la mochila encima de la mesa. Tenía que ir al Ministerio a ver qué sucedía, pero era prácticamente imposible que si pasaba algo, me dejasen entrar. Metí la mano en la mochila, en busca de una de las múltiples pociones que tenía, sabía que había sido buena idea llevarlas. Poción multijugos. Gracias a alguna de las visitas a mi padre, me había enterado de que por aquellas fechas, un trabajador iba a darse unas vacaciones "muy merecidas" según él y que no le daba la administración, así que se haría el enfermo. Había conseguido algo de su cabello ya que con la edad empezaba a perderlo y había dejado el sofá de cuero perdido. Tenía los frasquitos con pelo en un bolsillo de la mochila, elegí el que necesitaba y lo eché a la poción. Después de ponerme una capa, bastante más regia que mi ropa habitual, fui al baño.

Con una mueca de asco, di cuenta de la poción multijugos y después de mirarme en el espejo de bolsillo y no apreciar rastro de mi cara, salí de allí hacia la chimenea de nuevo, parada el Ministerio de Magia.-

La Llama Oscura.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora