Desperté. Apenas había amanecido así que sería pronto. Este hecho me sorprendió hasta a mí porque normalmente me costaba mucho madrugar. Me vestí, fui al cuarto de baño y tras haberme enjuagado la cara como si fuera un gato, tan solo mojándome la cuenca de los ojos, cargué con mi macuto al hombro de nuevo, tuve la suerte de no haberlo desecho, por lo que ya llevaba todo encima.
En la cocina como de costumbre ya se encontraba mamá, nunca entendía como podía hacer tanto, cogí un cuenco de cerámica en el que eché un poco de leche, lo acompañé con una pobre magdalena. Ese fue mi desayuno. Mientras lo tomaba hablaba con mamá que se hallaba fregando algunos platos de la cena de anoche. Estaba sentado en una silla mirando, paralelo a la mesa, hacía la ventana viendo como las colinas iban tornando en colores más cálidos. Entre alguna que otra interrupción dije:
-Siguen dormidos los demás, ¿no?
Mamá me contestó frustrada, como cualquier madre diciendo- Excepto tu padre que ha tenido que ir al Ministerio, los demás si siguen durmiendo. Ay, que panda de dormilones.
Encogiéndome de hombros dije con una amplia sonrisa ante su respuesta- A mí no me mires, yo estoy despierto. Hoy me libro -tras una leve risa en la cual reflexionaba sobre mis queridos hermanos proseguí, un poco más melancólico- Cuanto han crecido, eh.
Alcancé a oír como el agua del grifo caía de forma regular, entonces esta volvió a cambiar su ritmo cuando mamá me contestó tras un risa que me dio coraje- Pues tú tampoco puedes darte por aludido, cariño. Y pensar que ayer mismo estabas en esa mesa con tus dibujos o tus muñecos jugando. Como pasa el tiempo.
Noté como mamá se había apagado y dejando mi cuenco en el fregadero dije sonriéndole- El tiempo da igual, lo importante es que estamos juntos, solo debemos aprovecharlo -nada más decir esto besé a mamá en la mejilla y mientras cogía el macuto fui a la chimenea, cogiendo los polvos flu, me despedí- Bueno, mamá, me voy. Volveré en unos días, despídete de los demás por mí.
Entonces me erguí dentro de la chimenea de nuestro salón y exclamé- ¡Gran Azul! -en aquel mismo instante que arrojé los polvos unas llamas verdes comenzaron a rodearme y a interponerse en mi vista, hasta que finalmente solo alcanzaba a ver verde. Cuando este se disipó aparecí en una chimenea que no era la mía, mi vista no podía vislumbrar más allá de mis narices, había elevado cenizas que quedaron suspendidas en el aire. Salí de ella y asomándome por una ventana alcancé a ver que me hallaba en El Gran Azul, sí, pero en la ladera contraria. No sabía de quien era la casa por lo que limpié un poco las cenizas que había esparcido por toda la estancia, abrí la puerta y la ventana para que aquel estropicio se disipara y tras esto, me fui.
No es que estuviera lejos de casa, pero si me esperaba una larga caminata por lo que comencé a andar costeando las lomas montañosas ya que aunque era menos rápido sería menos cargante ya que el macuto pesaba lo suyo y me costaba andar con él. Finalmente y tras una larga caminata sin alcanzar a ver a nadie llegué a casa.
Nada más abrí la estancia pudo oírse como volvía a oxigenarse la casa, cerrada durante demasiado tiempo. Lo primero que pude apreciar fue el olor, llevaba demasiado tiempo sin recibir visitas por lo que olía a cerrado. Después, la casa en si estaba ligeramente llena de polvo, pero nada que no pudiera arreglar. Abrí puertas y ventanas para que la casa pudiera respirar el aire de la montaña y dejé mi macuto encima de la cama. Entonces me dispuse a darme una ducha ya que en el último tramo de la larga caminata me había alcanzado el sol en su punto más álgido.
Cuando salí de la ducha abrí mi macuto y tras ponerme una nueva muda comencé a cerrar de nuevo todo. Excepto la ventana del comedor que sería la primera estancia que limpiaría. Cogí cepillo, mocho, paños, etcétera y comencé a limpiar la estancia con mi nuevo armamento que era el temor de todas las manchas y pelusas.
Terminé mi ardua tarea cuando ya había oscurecido, disponiéndome a cenar encontré una lata de conservas en una estantería de la cocina. Era de sopa de tomate, la cual recordé que había comprado en el mercado de uno de los pueblos cercanos. La curiosidad me pudo y allí estaba. Esperándome para ser abierta. Antes de ello apilé unos cuantos troncos, de pequeño diámetro y puse un pie para colocar la lata. La abrí y entonces apuntando a la pila de palos- ¡Incendio!
Tras esperar un rato me dispuse a comerla y cuando la probé me estuvo tan buena que no pude evitar hasta rebañar la lata. Me quedé un tiempo en el sofá satisfecho por todo lo que había hecho en tan solo un día, reflexionando sobre él. Entonces, cuando fui al cuarto a cambiarme de ropa y ponerme el pijama, escuché algo que procedía de afuera. Me quedé inmóvil un segundo, pero decidí proseguir mi camino, pero con otro fin, el de coger la varita.
En efecto, hice bien, nada más rozar la varita con la punta de mis dedos escuché como el pestillo de la puerta principal cedía. No me dejé llevar presa del pánico sino que abrí la puerta decidido en un atisbo de valentía y exclamé- ¡Confringo! -de mi varita salió una bola púrpura, seguida de una estela de pequeños destellos que impactó contra una persona que cayó al suelo acompañado de casi la mayoría de cosas que había en la estancia. No pude ver quien era, el humo violeta creado por la explosión provocó que no se viera nada en toda la habitación. La adrenalina que se había segregado a mi cerebro provocó que no fuera dueño completo de todas mis facultades y entre aquel alboroto solo alcancé a ver ciegamente la luz de la luna en la puerta abierta hacia la que corrí sin desenfreno. Entonces cuando apoyé mi mano en el marco de la puerta y alcancé a ver más allá del humo, viendo la noche estrellada un Incanerous me atrapó por los tobillos lo que dio lugar a que perdiera el equilibrio y cayera hasta recibir un fuerte golpe en la cabeza contra el suelo. Desde aquel instante todo se tornó nublado y borroso. Sin comprenderlo muy bien pensaba "¿Qué?¿Había otro?".
Observé como salió de la puerta una persona cubierta por una túnica negra que se oteaba con el viento como si fueran tentáculos procedentes de la oscuridad "Eran mortífagos" pensé frustrado. De pronto cuando aquella imponente figura alzó su mano hacia arriba sentí una agonía enorme. La cuerda se apretaba contra mí, que ante el dolor provocado por la presión de la cuerda perdí el conocimiento.
De nuevo, desperté. Esta vez en unas circunstancias totalmente distintas. Perdido y con un increíble dolor de cabeza me alcé en una estancia conformada por un verde negruzco que me rodeaba por todas partes. Pude ver unas escaleras que daban a una puerta de rejillas doradas a la cual me acerqué dando tumbos, Asomé la cabeza entre los barrotes y mi espacio se vio ampliado a un pasillo lúgubre del mismo color. Pude ver los detalles decorativos del pasillo y alterado comencé a pensar "¡¿Qué?¿Estoy en el Ministerio?!" No quería admitirlo, pero ese capitel que estaba esculpido en las columnas del pasillo solo lo había visto antes en otra ocasión. Y fue en el Ministerio. Una paradoja comenzó a formarse en mi cabeza, no comprendía nada "Me atacaron mortífagos y se supone que el Ministerio era de nuestro bando, ¿no? Entonces, ¿Por qué estaba allí?¿Para qué me quería unos mortífagos?". Me limité a quedarme en una esquina donde se hallaba una cama para que pudiera descansar, aunque esta estaba húmeda y rígida. Me quedé allí inmóvil, pensando, aterrado por lo que podría suceder.
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La Llama Oscura.
FantasyEsta historia se da durante el periodo en el que Voldemort comienza a recuperar de nuevo su poder logrando así ciertos contactos en el Ministerio de Magia. Esto provoca que toda aquella gente a la que esté interesado en usar terminaría en una celda...