La Promesa

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A sus cortos 5 años, Alfred F Jones había recibido su primera declaración de "amor" por parte de una compañera de salón, así que con la curiosidad que lo caracteriza y un profundo deseo de entender que era eso que ella dice sentir, preguntó a su madre; la adorable y carismática Emily Jones, acerca del intricado sentimiento.

—Pues— trató de explicar Emily—primero, hay distintos tipos de amor

—¿Cuáles? — inmediatamente Alfred la cuestionó

—El que sientes por mí, por ejemplo, es un amor de madre a hijo uno de los más puros y fuertes; también está el amor que se siente por amigos, pero sobre él que tú quieres saber es el amor romántico ¿verdad? — tomo al pequeño y lo sentó en su falda.

—¿Es ese el que Michelle habló cuando me dijo que quería que sea su novio?

—Al parecer sí, pero yo no lo llamaría amor romántico—el pequeño la miro con ojos confundidos—es decir, son muy niños para entender el amor romántico por completo, tal vez solo te quiere o le agradas más que los otros niños.

—Entonces, ¿Cómo sabré que le tengo que responder si no lo puedo entender? — preguntó angustiado el pequeño —Le dije que le daría una respuesta después de preguntarle a mi mamá. ¡Tienes que ayudarme!

—Tranquilo cariño—sonrió con comprensión Emily—Tienes que explicarle que son muy niños para entender sobre el amor, dile que no estás listo para eso y que prefieres ser su amigo ya que la amistad es para siempre.

—Eso no me convence—le respondió inflando los cachetes

—Pero es la verdad ¿no es así? Tú aún no lo entiendes, no puedes dar algo que no tienes, y por lo que tengo entendido ella y tú no se hablaban mucho ¿no?

—Nope

—Entonces no se conocen, el amor es algo que crece de poco a poco mientras conoces a esa persona especial, no puede ser de un día para otro, por lo menos yo lo veo de ese modo. Así que serás sincero y amable con esa niña.

—¿Y si llora que hago? — pregunto angustiado el pequeño.

—La consolaras y le harás entender tu punto de vista, no debes decir que si, si no es en verdad lo que deseas, eso es injusto para ambos. ¿de acuerdo? —dijo acariciando su cabello

—¡Si mami! — respondió algo nervioso y entusiasmado.

Cuando llego la hora de dar una respuesta a la pequeña Michelle, Alfred estaba decidido a hacer perseverar su punto de vista. Felizmente para ambos, las cosas salieron bien y no tuvo problema alguno, Michelle supo entender su idea y se hicieron amigos.

Pero la pregunta siguió rondando en su cabeza.

Cuando Alfred cumplió 6, Emily decidió que irían a Inglaterra por un año, ya que una amiga muy querida, Alice Kirkland, se sentía muy triste por la separación con su, ahora, ex esposo.

Así que alistaron sus maletas y se mudaron a la casa de campo de Alice. Ella los recibió de lo más alegre, o por lo menos lo más alegre que pudo, sus hijos mayores estaban estudiando en el extranjero y no podían estar con ella en ese duro momento. Solo el menor de los Kirkland, decidió acompañarla por ese mismo año en la casa de campo familiar y se encontraba detrás de ella esperando conocer a la queridísima amiga de su madre.

Alfred miraba con curiosidad a su alrededor, era todo muy distinto de su casa en Estados Unidos, era más verde, más libre, parecía lleno de vida. Inspeccionó la casa que era muy grande y espaciosa, llena de muebles antiguos. Hasta que fijo su vista en la persona al lado de la amiga de su mamá.

Buscame cuando cumplas 18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora