El pequeño Alfred de 6 años viaja a Inglaterra con su madre y sus dudas acerca de que es el amor, y a pesar de que Emily intenta explicarle, lo unico que entiende es que es un sentimiento especial que se siente por una sola persona.
Y cuando conoce...
Arthur Kirkland, reconocido escritor inglés de novelas de fantasía, es consciente de que las personas tienen distintas maneras de lidiar con los problemas.
Hay algunos que analizan los pro y los contras antes de tomar alguna acción; otros son más atrevidos y atacan el problema sin estar muy seguros de que hacer exactamente, algunos los esquivan o tratan de hacerlo pero invariablemente de lo que quieran que suceda caerán y enfrentarán el problema de alguna manera u otra.
Y luego estaba Francis.
Que había elegido ir al bar más cercano a emborracharse y coquetear con el primero que se le acercara. Si, la lógica del francés era increíble.
—No te parece que resolverías esto mejor estando, pues no se... ¡Sobrio! —Le gritó intentando quitarle la copa de la mano pero fue inmediatamente detenido por el francés.
—No lo creo. Necesito olvidarme de todo y que mejor que volver a las andanzas—Le sonrió vaciando el contenido de la copa de un solo trago en su garganta.
—No creo que sea bueno que hagas esto—Le dijo preocupado Arthur.
—¡Vamos cejitas! No seas aguafiestas y diviértete un poco.
—¡No estoy aquí para divertirme simplemente vine para acompañarte he impedir que hicieras locuras!
—Ok, ok. Me comportaré pero primero, por honor de esta reunión tienes que tomarte al menos una copa de vino.
Bufó molesto pero sabía que si se negaba terminaría soportando las quejas del francés durante un buen tiempo así que resignado decidió tomar la copa de vino de a pocos, para evitar que se le subiera a la cabeza, y luego de darle el gusto se llevaría al francés así sea arrastrándolo de vuelta a casa.
Pero aveces las cosas no salen como las planeas.
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El teléfono sonó en el bolsillo de Alfred llamando la atención de los rubios y cortando el ambiente tenso que empezaba a formarse.
Algo intrigado, puesto que eran las 10 de la noche y no había recibido llamada alguna en todo el día, se apresuró a contestar.
Alfieeeee~ my love ¿cómo estas?
Se quedó en silencio por unos instantes sin saber cómo responder o que hacer. La voz al otro lado de la línea le resultaba demasiado familiar.
¡Darling, te amo demasiado! Lo sabes ¿no es verdad? Podría escribir poemas enteros sobre tus hermosos ojos, tu brillante sonrisa y tus dulces besos. Quisiera que estuvieras conmigo ahora.
—¡¿Arthur?! —preguntó sorprendido a la voz al otro lado del teléfono.
¡Pues quien más idiota americano! ¡Yo aquí amándote tanto y tú ni siquiera me reconoces! ¡Hey! ¡Deja aquí la botella! ¿Ah? ¡Por supuesto que estoy bien!