Amigo

563 59 25
                                    

Extendió su brazo al cielo intentando tocar algo, intentando atraerlo hacia él sin estar seguro exactamente de qué.
Deslizó sus dedos sobre sus labios palpitantes, bajo por su cuello tocando en puntos donde sentía un escozor cálido hasta llegar a su corazón que latía desbocado.

Se sentía como flotando en las nubes, perdido en el tiempo y el espacio, en un trance que parecía ceder poco a poco.

No sabe cuánto tiempo había pasado ni porque se encuentra tirado en el césped con la camisa abierta, el cabello desordenado y su corazón intentando regular su ritmo sin éxito alguno.

Luego de pensarlo por un buen rato una chispa de conciencia lo iluminó.

Los recuerdos se abalanzaron sobre él, devolviéndole de golpe los sucesos vividos no hace más de un par de horas.

Se sonrojó efusivamente y el nerviosismo le atacó con fuerza.

Ahora entendía porque y a quién quería atraer de nuevo hacia él. Deseaba sentir sus labios sobre su piel, el calor de su aliento estremecerlo una vez más pero por más que lo ansiara solo quedó el recuerdo.

Se arrepentía.
Con cada fibra de su ser lo hacía.

Había firmado su sentencia de muerte hace no menos de 24 horas y, aún sabiendo que estaba completamente equivocado, no podía evitar que su corazón se agitara con el recuerdo de los ardientes besos sobre su piel y el cálido tacto de unas manos que le regalaron sensaciones que nunca antes había experimentado con tan solo eso. Besos y caricias.

Recuerda perfectamente cómo se entregó a él luego de un debate interno que no duró más de tres segundos después de sentir los labios de Matthew sobre los suyos, definitivamente un veneno mortal que nubló su razón y, sin medir consecuencias, le permitió jugar con sus sentimientos.

Se sentó de golpe al darse cuenta de la vergüenza, la impotencia y la estupides de sus acciones.

El gran Francis, el irresistible y eterno conquistador francés había sido vencido, había entregado su cabeza, o mejor dicho su corazón, por voluntad propia a un joven canadiense que ahora lo tenía en la palma de su mano.

Si no hubiera sido por Matthew que en un impulso de "rectitud" decidió que lo que hacía no era correcto le hubiera permitido llegar hasta el final sin dudarlo.

Matthew
Matthew
Dulce Matthew

¿Qué le estaba haciendo a su cordura?

¡Lo siento mucho Francis! ¡Yo...yo, no sé qué me pasó! ¡Perdón!

Le había dicho visiblemente nervioso y totalmente avergonzado para luego echarse a correr lejos de él.

Sintió una calidez extraña en sus mejillas y un ardor en los ojos que no sentía hace mucho y se percató de las lagrimas que se deslizaban sobre su rostro, no sabe desde hace cuanto empezaron a caer pero las odiaba con todo su ser. Con amargura las seco sin cuidado, abotonó su camisa y se acomodó la ropa para quedar presentable, peino su cabello con sus dedos y se aseguró de cerrar su chaqueta hasta el cuello intentando cubrir las marcas que seguro se encontraban allí.

Se puso de pie, dio una última mirada hacia atrás y salió de allí tan rápido como pudo.

Se puso de pie, dio una última mirada hacia atrás y salió de allí tan rápido como pudo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Buscame cuando cumplas 18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora