Arthur tenía las cosas muy claras desde su adolescencia.
1. Tener las mejores calificaciones en la escuela para poder elegir una buena universidad.
2. Una vez en la universidad, se integraría a la vida universitaria fácilmente y tendría brillantes notas.
Y por último, pero no menos importante
3. Sería el mejor abogado tal y como su padre había decidido.Nada en su vida salía de su control, o el de su padre mejor dicho. Pero todo eso cambió cuando su padre decidió que ya no quería a su madre y se marchó de la casa.
A partir de ese momento se sintió perdido sin saber qué hacer con su vida ahora que su padre no estaba con ellos, lo único seguro en su vida era su madre y daría lo mejor por ella.
Ya no necesitaba complacer a su padre, no tenía sentido ser, como a él le gustaba decir, todo un caballero inglés, abogado de prestigio y orgullo de la nación.
Ahora podía decidir.
Si quería podía ser un punk rockero escritor de fantasía sin límite, pero bueno él no era así, ni podría serlo. De hecho era todo un caballero, por convicción personal y no por imposición, algo renegón y muy metódico en lo que hacía, le gustaba escribir y las manualidades, respetuoso de las reglas; pero si le preguntabas si golpearía a alguien que lo sacara de sus casillas la respuesta era si.
Es por ese motivo que Arthur Kirkland no encajaba en ningún grupo y se sentía solo. Pero eso no le importaba mientras tuviera a su madre a su lado, y lo negaría millones de veces pero también se alegraba, muy interiormente, de tener a su ami-enemigo Francis.En cuestiones del amor, Arthur Kirkland tenía las cosas muy claras también, y algo románticas...
Las almas gemelas existen y están destinadas a encontrarse no importa como o cuando.
Así que él esperaba pacientemente por aquella persona especial en su vida y, obviamente, sería a esa persona y SOLO a esa, a la que entregaría su primer beso.
Así que cuando el pequeño Alfred F. Jones de 6 años le robó el primer beso a un Arthur Kirkland de 17, no creyó haber leído sobre almas gemelas con una diferencia de edad tan grande.
Por el amor de dios ¡eran 11 años! bueno, Alfred debió a haber cumplido los 7 ese mismo año luego de que regresara a Estados Unidos, así que son 10, pero SON DIEZ y Arthur no podía con eso.
Peor aún, no podía creer lo que le había dicho a ese pobre niño.Búscame cuando tengas 18
¡En qué rayos estaba pensando!
Bueno, pensaba en no romperle el corazón a un niño, obvio, pero acaso muy en su interior ¿deseaba que no lo olvidara, que regresara por él?
Solo le quedó reír.Eso es imposible.
Para cuando pasaran los 11 años que tenían que pasar, estaba seguro que Alfred ya lo habría olvidado, a él y a su promesa.
No hay nada de qué preocuparse, no lo ilusionaste y seguro que él no lo recordará. Pero en cambio yo...
De este lado del mundo Arthur Kirkland no podría olvidarlo.
Porque cada año, el día de su cumpleaños, despertaba abrazando un pequeño peluche de conejo que Alfred le regaló cuando Arthur cumplió 17, durante el tiempo que compartieron en la casa de campo de los Kirkland.
Y tampoco pudo olvidarlo cada 4 de julio, día del cumpleaños de Alfred. Deseaba poder abrazarlo y desearle lo mejor en su día.
No pudo olvidarlo durante la universidad ya que había elegido literatura gracias al impulso que Alfred le dio, gracias a su rostro de satisfacción cada vez que le leía uno de sus cuentos y cada vez que le decía que sería un escritor famoso.
Ni que decir cuando publicó su primer libro que se convirtió en best seller, podía escucharlo decir "te lo dije" en su cabeza y sonreía bobo ante aquella ilusión.
Y por supuesto, cada vez que recibía alguna declaración de amor, el rostro, la sonrisa y los ojos de Alfred aparecían en su mente como un vivido retrato de una promesa de hace años. Evidentemente luego de semejante imagen mental negaba todas y cada una de las propuestas.
Se hizo más difícil aún cuando, en una visita a casa de su madre, en la computadora de Alice, encontró su recientemente creada cuenta de Facebook y en ella, por supuesto, su querida amiga Emily y por defecto, fotos de un ya no tan niño Alfred F. Jones.
El impacto fue tremendo... Era un Alfred de 16, alto, atlético, cabellos rubios como rayos de sol, brillantes como siempre con ese mechón anti gravedad, ojos azules como el cielo y profundos como el mar cubiertos por unos lentes de montura, que sorprendentemente y aunque habían cambiado de modelo, seguían siendo el mismo color rojo que eligieron la primera vez.
Y sin poder evitarlo reviso todas las fotos que pudo encontrar, desde la cuenta de Alice, por supuesto.
Alfred ganando un campeonato, Alfred en la escuela, Alfred y su madre en un parque temático, Alfred comiendo una cantidad insana de hamburguesas, Alfred durmiendo...
Por dios tenía que agradecerle a Emily por esa.
Alfred desayunando, Alfred y su madre el día de su cumpleaños, Alfred y su madre el día del cumpleaños de ella, Alfred abrazando a su madre, Alfred abrazando a... una chica.
Alfred y la misma chica en la escuela, en el parque, en halloween con disfraces que hacen juego, Alfred y ella riendo, tomados de las manos, Alfred y ella...
En muchas fotos más.
Y no pudo seguir viendo.
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Buscame cuando cumplas 18
FanfictionEl pequeño Alfred de 6 años viaja a Inglaterra con su madre y sus dudas acerca de que es el amor, y a pesar de que Emily intenta explicarle, lo unico que entiende es que es un sentimiento especial que se siente por una sola persona. Y cuando conoce...