Inviernos pasados {II}

22 3 1
                                    

—¿Cómo pudiste perderlo? —preguntó una voz que retumbó en todo el salón donde se encontraban.  Un hombre estaba de pie frente a un joven que yacía de rodillas con un puño en el suelo y la cabeza inclinada en total sumisión.

—Lo encontraré, lo juro.

—Más te vale que así sea o pagarás las consecuencias.  Soul es lo único que me queda de mi Elizabeth, lo sabes.  Te encargué que lo mantuvieras a salvo —el joven que yacía de rodillas inclinó la cabeza aún más y cuando el hombre se lo permitió se levantó y salió del recinto.

—Soul... ¿dónde estás? —susurró apenas salir de allí.  Debía encontrarlo antes de que le sucediera algo peor que la última vez cuando había perdido el control y había intentado destruirlo todo.

Cuando Soul había estado a punto de destruirlo todo, su poder había estado casi a la par que el suyo y había tenido que recurrir al más terrible hechizo para sellarlo, la sangre de su amante.  No había tenido opción.

Su amante, Ren, no era demasiado diestro aún.  Era el primer guardián que Soul había escogido y marcado, al que le había otorgado parte de su poder.  Había sido entrenado por una de las mejores, pero él tenía la ventaja y esa era la confianza de Soul y de Ren.  Gracias a eso había logrado tomar a Ren por sorpresa y lo había sacrificado para crear el sello que se necesitaba para atrapar a Soul por la eternidad.

Con todo, aquel sello se había roto de alguna manera y en todos esos años él no había podido resolver el misterio de por qué Soul había perdido el control.

Luego que sacrificara a su amante Soul había perdido la razón totalmente, haciendo imposible interrogarlo para encontrar pistas acerca de lo que había sucedido.

De cierta forma se sentía culpable por lo sucedido.  Él había sido el responsable de vigilar a Soul, pero sus asuntos personales lo habían distraído ese día lo suficiente para permitir que su protegido perdiera el control mientras se defendía de un demonio de alto rango.  También era su culpa el que perdiera la razón al utilizar a su amante.  Se arrepentía de lo sucedido, pero no era como si pudiera darle marcha atrás al asunto.

Además, el alma de Ren no había llegado al infierno luego de ser sacrificado.  Su mayor temor era que el alma hubiera llegado al cielo a pesar de tener la marca de Soul.  De ser así le sería prohibido reencarnar.

En setecientos años no había visto una sola reencarnación del amante de Soul y eso reafirmaba su teoría de que había sido desviada al cielo.

—Maldición —no le quedaba otro remedio que acudir al oráculo.

*******

Ren despertó sintiendo su cuerpo adolorido y el cuello tieso.  La razón era que había dormido sobre el suelo de madera, apenas sobre una manta.  Sobre su pecho descansaba un joven demonio totalmente desnudo y con sus alas desparramadas cubriéndolos a ambos.

—Soul... —lo llamó sacudiéndolo levemente.  El moreno de desperezó con lentitud, dando un enorme bostezo y sentándose a horcajadas sobre su pecho mientras estiraba las alas en una gloriosa demonstración que dejó a Ren absorto.

—Mh... hace frío.

—Es porque estás totalmente desnudo.

—¿Y eso te importa ahora?  ¿No debería importarte más que te robé energía?

—Estás demasiado débil como para hacerme nada.  ¿No me vas a decir quién te dejó así?

—Ya te dije que no lo recuerdo.

—¿No me vas a pedir que te mate?

—Deberías hacerlo.  Seguramente tengo mis razones para pedirlo —Ren le dio una mirada extrañada.

‡My sweet devil‡ {Diabolicamente Dulce}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora