Anarchy 99 ~[En Edición]~

Strong smell, dangerous omega

Puntualmente, Harry ya estaba en las calles de Praga tras haber descansado tres míseras horas.

—Las personas que vienen a este bar tienen dos cosas en común —le dijo el checo—. Uno, son muy ricos y son criminales.

—Encajaré a la perfección —se burló Harry—. Aunque es cierto que no soy rico.

Espero que el checo se riera de su tono de voz, de la pequeña broma que había hecho. Pero no lo hizo. Harry caminó el resto del camino callado y envuelto en su abrigo de piel que lo mantenía caliente.

Entraron por un pequeño pasadizo iluminado con luces azules. Una leve música ambientaba el lugar. Harry comenzó a sentir un olor peculiar, pero decidió ignorarlo. Seguro debía de ser el checo que tenía junto a él, emanando su aura de europeo.

—Recuerda —lo detuvo este—, no te conozco. Ojalá así fuera.

Harry resopló y sin decir nada, se adentró primero en el bar. Música más a su gusto para bailar se escuchaba en el ambiente. Aunque claro, Harry Styles no bailaba.

El alfa se acercó al bar y pidió un vodka con fresa y soda.

—Y deja esto por allá —le dijo a quien estaba tras la barra.

El beta lo ignoró completamente, pero una omega que estaba libre y con los ojos pintados exageradamente con delineador le recibió el abrigo.

— ¿Qué? ¿No hay un besito? —reclamó Harry ante la actitud de cansada de la chica. Ella se fue sin mirarlo siquiera. Probablemente ya estaba marcada. Era menuda, pequeña, rubia y linda. Pero omegas de tan baja estatura no eran su tipo, no era lo que buscaba en un compañero de por vida.

El checo estaba pegado a su espalda, como si fuera cualquier extraño, pero tras tomar Harry un largo trago de su bebida.

—Anarquía 99, aquí están —murmuró por lo bajo—. Están en esa sala, ¿Los ves? ¿Ves al del centro? El es Tigr, su nombre significa "tigre" en ruso. Él es el líder de....

Pero Harry ya se había ido, dejando al checho hablando solo por unos segundos hasta que se dio cuenta de que Harry ya no estaba.

El alfa se detuvo a mitad de camino. Tuvo que toser un par de veces, sentía que de repente el aire se había vuelto más intenso y que no podía respirar bien. Ese olor de antes ya no era solo un simple cosquilleo. Ahora era mucho más fuerte. Ya fuera por el instinto, la curiosidad o solo por seguir haciendo su trabajo para terminar todo de una vez, pero Harry continuó su camino rápidamente y subió las escaleras que lo llevarían a la sala privada de Tigr.

Le palmeó las espaldas a los guardias, diciéndoles con confianza.

—Hola amigos, soy bri...americano. Vengo a ver a Tigr —se adelantó rápidamente antes de que los gorilas lo pudiesen detener—. ¡Tigr! —exclamó, llamándolo y entró en la sala privada—. ¡Hola Tigr! Dicen que tu...

Escuchó que los alfas de atrás suyo que lo habían estado persiguiendo le quitaron el seguro a sus pistolas y supuso que le apuntaban directamente a la cabeza. Se volteó y los miró molesto. Claro está que no demostró temor alguno, ni siquiera olía nada más que a hombría, cigarros y alcohol.

Fue ahí cuando lo golpeó. El olor, aquel olor. Era una mezcla de dulce con ácido. Parecía que un aroma más hermoso estaba escondido y camuflado tras años de sufrimiento y emociones negativas. ¿Canela y frutos rojos? Una esencia primaveral, pero con miedo del invierno, como si hubiera aprendido de las peores maneras que no todo florece después de que el frío se va.

—Déjenlo —les ordenó a los guardias Tigr. Era un tono de voz bajo y profundo pero que escondía autoridad, y un obvio acento ruso.

Harry volteó a mirar a Tigr, pero sus ojos se arrastraron involuntariamente hacia un omega delgado, de cabellos ondeados, cortos y marrones. El omega parecía pequeño, pero supo al instante que sería capaz de matarlo si quisiera. En sus ojos se veía fortaleza y determinación. Pero lo más importante de todo, es que en ese instante supo de quién provenía ese olor tan abrumador que sentía. No era de ninguno de los alfas, era de ese pequeño omega.