20 de Julio de 1998

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20 de Julio de 1998

Matías

El día había llegado, tenía que tomar un vuelo al norte del país y luego un autobús a un pequeño poblado que se encontraba cerca del campamento, aún no me lo podía creer, al día siguiente de mi inesperada decisión de ir al campamento había acompañado a mi padre al banco y ya no había marcha atrás, cuando se lo conté a Martin y Douglas pensaron que estaba loco, habíamos planeado mucho para esas vacaciones y ahora todo se había ido por la borda, pero les dije que haríamos todas esas cosas juntos a mi regreso, se lo tomaron bastante bien, al ver que estaba convencido de que sería bueno para mí y me desearon mucha suerte.

Ojala aquella carta de la maestra Marta, de la cual Martin y Douglas tampoco habían escuchado, nunca hubiera llegado, cuando por fin llegué, tome el autobús camino al pueblo, note que estaba sumamente escondido, pronto oscureció y deje de ver luces a lo lejos, la carretera se convirtió en un camino complicado para el chofer, el autobús brincaba por las piedras y había reducido su velocidad considerablemente. Cuando note que era el último que quedaba a bordo, comencé a ponerme nervioso por que quizás me había pasado, pero no duro mucho ya que pronto el chofer se detuvo anunciando que era la última parada, cuando baje lo único que había eran cientos de árboles y un sendero invadido por la oscuridad que parecía ser el único camino hacía el pueblo, me dispuse a seguirlo si no quería pasar ahí la noche, camine por unos quince minutos que me parecieron eternos, pero por fin llegue, el pueblo era muy silencioso, gris, a medida que caminaba por sus calles en busca de un taxi, parecía como si nada tuviera vida en ese lugar y un escalofrío recorrió mi cuerpo al pensar que tal vez estaba varado y me había equivocado de sitio, logre deslumbrar las luces de un coche doblando la esquina, pensé por un instante en hacerle señas para preguntarle sobre el campamento, pero no hizo falta, el coche se detuvo frente a mí.

- ¿Eres Matías? ¿Matías Beckett?- preguntó el hombre que lo manejaba, un anciano de unos setenta años.

Cuando asentí me indico que subiera, lo hice sin hacer preguntas, prefería ir con aquel tipo que quedarme en ese lugar misterioso a pasar la noche.

- Te he estado esperando en la parada, no te vi bajar de autobús.- Dijo sin apartar la vista del camino.- Tuviste suerte muchacho, ya iba de regreso al campamento, solo faltabas tú.

Me sorprendí ya que no esperaba que me recogieran, aquel hombre no me daba buena espina, con el pasar de los minutos note que el campamento no se encontraba tan cerca del pueblo como yo creía, en mi reloj daban ya las diez de la noche y por algún extraño motivo me sentía muy nervioso, sentía una sensación extraña en mi cuerpo al mirar por la ventanilla y no poder grabarme un solo detalle del camino de regreso al pueblo ya que todos los árboles parecían iguales. Tardamos una hora en llegar y ya todas las cabañas tenían las luces apagadas, el misterioso hombre me dijo que la hora de dormir era a las diez a excepción de Sábados y Domingos que era a las doce. Me guío a una cabaña que se encontraba justo a la orilla del lago, y me indico que tratara de no hacer mucho ruido para no despertar a mis compañeros, cuando entre me lleve una enorme sorpresa, el lugar era viejo, un tanto tenebroso, la luz de la luna se filtraba por las ventanas, al menos eran seis camas distribuidas en el lugar y ninguno de los cinco chicos que ahí estaban parecían tener sobrepeso ¿De qué se trataba? Lo menos que uno espera de un campamento para gordos es eso... ¿Dónde estaban los demás como yo? ¿Y por qué todos dormían, si se suponía que la primera noche en los campamentos se hacía una fogata y todos aprovechaban para conocerse?

Sin duda esperaba que el día de mañana todo fuera más normal, porque esté día había terminado por volverse demasiado extraño.

Campamento para GordosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora