22 de Julio de 1985

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22 de Julio de 1985

Ámbar

Veintisiete son los días que he tenido que esperar, mi padre ha manejado durante casi tres horas rumbo al pueblo donde está el campamento, todo el tiempo se la paso hablando de lo mucho que me extrañarían él y mi madre, ella casi lloró cuando me fui, nunca habíamos tenido que separarnos por tanto tiempo, pero tenía una sonrisa en su rostro, decía que le alegraba verme feliz, y claro que lo estoy. Cuando llegamos ha sido una sorpresa, un montón de padres despidiendo a sus hijos para subir al autobús, mi padre y yo creíamos que sería ahí mismo pero la señorita Marta, que ha reconocido mi padre cuando llegamos nos informó a todos que el campamento se encontraba a unos pocos kilómetros del pueblo y que por eso iríamos en autobús, les ha asegurado a los padres que sus hijos estarían en buenas manos. Todos están muy contentos y yo ya no aguanto las ganas de que el camión se ponga en marcha, cuando lo hace los chicos comienzan a despedirse de sus padres sacando las manos por las ventanillas y busco al mío entre el montón, él me encuentra también y me manda un beso con la mano, es ahí cuando me doy cuenta de lo mucho que me harán falta mis padres, me ha dado un regalo antes de subir, creo saber lo que es, pero me ha dicho que lo abriera al terminar el día.

El sol comienza a esconderse a medida que el motor del autobús tiene que esforzarse más para subir la colina que va en ascenso, sí bien vamos un poco lento la vista es hermosa, desde mi asiento junto al pasillo da la sensación de que estamos volando por encima del basto bosque ya que pronto hemos superado la copa de los árboles y las montañas por fin se dejan ver.

A lo lejos entre los árboles alguien señala lo que parece ser una fogata, todos miramos y una chica suelta un pequeño grito al ver una silueta saliendo de entre las ramas como si estuviera flotando, yo también la veo, todos guardamos silencio y trato de buscar una explicación para lo que estamos presenciando.

- ¡Guarden la calma chicos!

Dice uno de los coordinadores cuando se levanta de su asiento.

Está a poco menos de cien metros y puedo distinguir su larga cabellera blanca que delata ser la de una mujer de edad avanzada, está de espaldas a nosotros y completamente desnuda, todo esto parece una broma de muy mal gusto, pero realmente pareciese como si estuviera flotando, de pronto una segunda mujer aparece de entre los árboles, pero está vez de frente.

- Apague todas las luces del autobús.

Le dice el mismo coordinador al chófer.

El chófer obedece y también reduce la luz de los faros al mínimo. La señorita Marta se pone de pie en medio del pasillo y respira un par de veces antes de hablar.

- Escuchen niños, quiero que todos se calmen y guarden silencio, todo estará bien, saldremos de aquí y estaremos a salvó en el campamento.

Una chica comienza a llorar y alguien susurra algo que apenas puedo percibir que hace que mi estómago de un vuelco de sólo pensarlo.

- Son brujas...

En eso pronto comenzamos a ver tres, cuatro, cinco, seis mujeres salir de los árboles, todas volando cada vez más alto, y cuando se detienen oímos a una de ellas soltar un grito desgarrador que calla a todos en el autobús, yo incluso aguanto la respiración y entonces sucede lo peor, una de ellas apunta con su brazo en nuestra dirección y en un instante todas nos están mirando, el chófer aumenta la velocidad.

- ¡Sujétense!

Ordena moviendo la palanca de cambios y hundiendo el pie en el acelerador.

En un abrir y cerrar de ojos, en una fracción de segundo deseé no estar ahí, no haber venido hasta aquí, sólo quería que esto terminara, miré el camino y entonces vi lo mismo que hizo que el chófer girará bruscamente el volante, una de ellas qué apenas se distinguía estaba parada justo en medio del camino. Todos gritamos y entonces pasó lo inevitable.

Campamento para GordosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora