Fecha: Desconocida

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Ámbar

Me desperté con la mañana más brillante que hubiera visto nunca, desde la ventana de la habitación podían entrar los rayos de un sol increíble, parecía un día de esos pocos donde todo es perfecto, me vestí procurando no hacer demasiado ruido para no despertar a mis padres. Como todas las mañanas desde comenzado el verano salí a correr, eran en punto las ocho de la mañana, y al pasar las calles seguía sin ver a nadie salir de su casa, no era demasiado temprano para no ver por lo menos al viejo señor Bayona salir por su periódico y su característica taza de café en una mano.

En poco tiempo el día había dejado de estar soleado y pasado a ser un deprimente y nublado día de invierno, decidí volver a casa y entonces pude ver al señor Bayona al pie de su puerta con su taza de café mirándome fijamente.

– Buenos días señor Bayona. – Lo salude, pero no hizo mas que seguirme con su mirada mientras tomaba de su café, siempre había sido un señor amable conmigo, quizá no estaba siendo su mejor día.

Al llegar a casa intenté abrir la puerta, pero no pude, parecía cerrada con llave y empecé a tocar esperando ver a mi madre bajar por las escaleras a abrirme, miré por la ventana junto a la puerta y pude ver a mis padres sentados en el sillón de la sala frente a la chimenea, me pareció muy extraño que no me hubieran escuchado tocando la puerta.

– ¡Mamá! ¡Papá! Abran la puerta por favor – Les pedí mientras daba pequeños golpes a la ventana para que me escuchasen. Ellos parecían distantes, como si no se percataran de lo que pasaba a su alrededor, comencé a desesperarme, ¿Por qué me ignoraban? De pronto me detuve por un instante, sentí un sabor a sangre en mi boca y un líquido que brotaba de mis encías, cuando toque mis labios con las yemas de mis dedos me di cuenta de que comenzaba a sangrar sin parar dificultando la tarea de poder hablar.

– ¡Qué me está pasando! – gritaba mientras llenaba el suelo y la ventana de un líquido color carmín que cada vez se volvía mayor, miré a mis padres en busca de ayuda, la angustia y el miedo se apoderaban de mí, no entendía que estaba pasando, comencé a golpear la ventana desesperada por su atención, pero ellos seguían pareciendo estatuas mirando al vacío de la chimenea sin fuego mientras yo suplicaba por su ayuda.

Finalmente vi lo que parecía ser imposible y sacado de una autentica pesadilla, mis padres comenzaban a envejecer justo frente a mis ojos que solo podían ver como sus pieles se tornaban arrugadas y sus cabellos se volvían blancos en unos pocos segundos, pero sin dejar de tener esa mirada perdida llena de tristeza y desolación, su cabello comenzaba a caerse mientras sus cuerpos poco a poco quedaban en los huesos y finalmente se convertían en cenizas desapareciendo frente a mí. En ese tiempo había dejado de prestarme atención, la hemorragia había parado, estaba exhausta y paralizada por lo que acababa de pasar, decidí correr, salir de ahí, huir como fuera posible, pero al darme la vuelta ya no me encontraba en mi vecindario, había sido remplazado por un bosque con árboles tan altos que sus copas cubrían el sol y apenas dejaban pasar un poco de luz, mi casa había desaparecido detrás mío, me encontraba completamente sola.

Pude ver a alguien a unos metros de mí salir de entre los árboles, conocía a esa persona.

– Finalmente tienes lo que querías – Dice aquella extraña versión de mí, pero delgada, era preciosa, caminé hacia ella y al estar frente a frente intenté acariciar su rostro para confirmar su existencia, pero pronto me vi tocando el frío cristal de un espejo.

Fecha: Desconocida

Estoy harta de esto, fingir que no pasa nada cuando por dentro está muriendo lo que alguna vez fui y que de a poco estoy olvidando, a veces no sé si quiera quién soy y como me llamo, trato de recordar pero no puedo, perdí la cuenta del tiempo que ha pasado, todos los días hablo con Marta en busca de respuestas, no logro recordar como es que llegué aquí, siempre dice lo mismo, que es temporal, que no será para siempre, y que algún día conoceré a Dios en persona.

El único objeto que poseo de mi otra vida es un viejo cuaderno, un diario, pero al hojearlo en busca de respuestas de nuevo caigo en la cuenta de que está en blanco, no tiene más que una pequeña frase en la primer pagina que por más que la leo no logro grabar en mi mente y siempre que la miro es como si la viera por primera vez.

"Para la niña de mis ojos, te amamos y no dejaremos de extrañarte ni un solo día"

Siempre me causa un nudo en la garganta, no sé quién la escribió, no recuerdo nada, supongo que fueron mis padres, pero por más que intento no logro recordar sus rostros, es como si nunca hubiera tenido papá o mamá, y eso me parte el corazón, haber olvidado a las personas mas importantes de mi vida es el peor de los castigos.

Cada cierto tiempo llegan chicos nuevos que no están enterados de nada, piensan que han llegado a un campamento para chicos que quieren dejar de ser gordos y tenemos que actuar como si eso fuera cierto para no asustarlos hasta que acepten su verdad y empiecen a olvidad, siento pena por ellos, realmente piensan que volverán a sus casas, a sus vidas, con la gente que amaron y los amo. 

Marta me dijo que debería estar feliz, del infierno nos ha tocado la mejor parte, dice que algún día seremos perdonados por lo que hicimos y por no haber aceptado la vida y el cuerpo que nos tocó, que eventualmente iremos al cielo. 

A veces es divertido, las personas mayores se hacen pasar por entrenadores, enfermeros o cocineros y realmente asumen su rol para que la "paz" de este lugar si es que así se le puede llamar no se pierda y se vuelva un caos que haga enojar a Dios. Quisiera poder descansar, pero no puedo, cuando cierro los ojos veo cosas horribles que me alteran demasiado, de todas formas de poco sirve, aquí nadie duerme, solamente se nos es permitido hacer una sola cosa, esperar.

Campamento para GordosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora