Capítulo 3

859 108 42
                                    

Frío.
Hace frío.
-Dentro de poco haremos otra revisión. No sabemos con certeza cuándo despertará.
¿De qué hablan?
-Por favor, haga lo que sea necesario.
¿Qué son esas voces?
Tengo frío.
-Lo que esté a nuestro alcance.
Yuuri.
Yuuri.

.

-¿Hola? ¿Mari?-suspiré- Sí, estoy bien. No, no sé cómo está Viktor.

Mi hermana llamó, preocupada. Le dije que no se angustiara, puesto que no me encontraba tan devastado. Después de haberme quedado con Yurio hasta que volvió a dormirse, me sentía un tanto más fuerte. Bueno, tenía que serlo. No podía dejar que el menor de 15 años se sintiese agobiado con la noticia. No solo, al menos. Aunque, sinceramente, quiero echarme a llorar y desconectarme del mundo.
Quiero a Viktor.

-Hm. Avísale a mis padres que estoy bien. No quiero que se preocupen, ¿si? Sí, cuídate tú también.

Colgué. Me alegraba que mi familia llamara para saber cómo estoy; pero, justo ahora, no deseaba hablar con nadie. La ansiedad se comía mi alma a bocanadas y respirar como normalmente lo hacía me resultaba un desafío.

Escuché ligeros susurros provenientes de mi sofá.
Ah, cierto. El chico...
Tiré el teléfono a uno de los muebles, y me dirigí al lugar donde descansaba el muchacho. Era como una distracción, una oportunidad de enfocar mis pensamientos en algo que no fuese él.
A pesar de tener muy claro que no puedo.
Me senté en el suelo, frente a donde estaba el pelinegro, y me di el lujo de admirarlo unos momentos. Pensé en Yakov, en que quería llamarlo y que me dijera cómo estaba Viktor. Pensé en viajar a Moscú, pero no sabía si eso sería impertinente y, además, me daba miedo lo que me fuesen a decir.
Sin advertirlo, me sorprendí a mi mismo acariciando su cabello, mas no me detuve.
Tenerlo frente a mí era como ver a una extraña versión de Viktor sano y salvo. Lo que más deseaba ver. Sabía que me estaba torturando, sin embargo no quería dejar de sentirlo cerca.

¿Y si no volvía a sentir su calidez?

El miedo me invadió, mis ojos comenzaron a humedecerse.

Quiero besarlo,

-Viktor...

una vez más.

Dejé mis sentimientos fluir cual mar bravío. Las lágrimas salían por sí solas, mi pecho, mi corazón, podía sentir como se quebraba.

-Viktor, no quiero vivir sin ti.

Me rehuso.

-Ya no sé cómo.

Lloré lo que había estado guardándome en las pasadas horas. Dejé salir el dolor contra el que tanto había estado luchando. Como un niño que había perdido lo más preciado para él. No podía dejar de llorar.

-Oye, sería estúpido preguntar si estás bien, viéndote así...

Unas suaves y frías manos recorrieron mi frente.

-No sé qué hacer cuando la gente llora frente a mí.

El muchacho que había estado durmiendo hasta hace poco se encontraba observándome, claramente preocupado.
Sus ojos reflejaban los mismos colores que los de Viktor.
Las lágrimas, tal cual comenzaron a caer, se detuvieron.

-Hey, ¿me escuchaste...?

Había quedado ensimismado por varios segundos. Su voz fue lo que me trajo a la realidad.

-Oye, en serio, tú...

No sé por qué lo abracé, para ser sincero. Fue como mi extraña etapa en la Rostelecom mientras Viktor fue a Japón por Maccachin.

-¿Qu...Qué...?- escuché que dijo

Poco después una presión punzante chocó contra mi espalda, brindándome un esplendoroso dolor que destrozó todo esbozo de fantasía.

-¡ESTÚPIDO CERDO! ¡ENTONCES MIENTRAS VIKTOR ESTÁ INVÁLIDO LE ERES INFIEL! ¡CERDO IDIOTA, ESTÚPIDO!

Por cada sílaba pronunciada, una patada recibida.

-Y TÚ, ¿¡QUIÉN SE SUPONE QUE ERES!? ATRÉVETE A TOCAR LA PROPIEDAD DEL IMBÉCIL PENTACAMPEÓN MUNDIAL Y YA VERÁS QUE...

El griterío fue interrumpido por el estómago del menor, a quien en unos segundos vi desvanecer frente a mí.

-A... Ayuda...

Su estómago pedía ser llenado a gritos.

Nadie podría haber imaginado como fue que de un intento de asesinato pasamos a estar los tres sentados, observando como el pelinegro atiborraba sus mejillas con arroz.
La tensión del ambiente era evidente entre Yurio y yo, mas el joven sin nombre parecía ser feliz a más comida le fuese servida.
Sin nombre.

-Ah, espera...

Cierto, aun no sé...

-¿Qué, cerdo?- Yurio dirigió su mirada hacia mí, fulminándome

-Es solo que-miré al desconocido- sigo sin saber tu nombre.

El chico dejó de comer para enfocar sus ojos en mí. Mi corazón dio un vuelco.
Retazos de arroz se vislumbraban en su rostro, haciéndolo parecer menor, y más tierno de lo que en realidad era.
Le tomó un rato deglutir para poder responderme.

-¿Por qué preguntas? -dijo al fin

-Solo... quisiera saber. -me sentía nervioso.

-Hm.

¿Su respuesta debería afectarme en algo? No, por supuesto que no...

-Alek. -pronunció

Me siento idiota por creer que eso.

-Alek Nikiforov.

Dreams!!! On IceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora