Capítulo 9 Lluvia

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Tras unos minutos intensos, concluyó aquel beso que podría ser nominado al mejor beso de mi vida. Al separar nuestros labios Neizan se acurrucó en mi espalda pegando nuestros cuerpos para calmar un poco el frío que sentíamos. No cambiaría esta escena por más que me pagaran. Tenía que disfrutar y vivir el momento porque sabía que desde que bajaramos de nuestro cielo volveríamos a aquel infierno.

-Dulces sueños querido Ángel. -Susurró en mi oido.

-Aaahh que aburrido eres, aún no deseo dormir, quiero conversar contigo. -Cambie mi posición quedando de frente a él, sólo una pequeña brecha separaba nuestros rostros tanto así que podía sentir su aliento y respiración. Pasé a hacer un buchero para convencerlo de que no se durmiese.

-Si me lo pides así no tengo más opción que aceptar. -Dijo con una bella sonrisa iluminada por la luz de la luna.

-Hablemos acerca de nosotros. -Dije dejando un suave beso en sus labios.

-Uummm nosotros, suena tan bien como el beso que me acabas de dar. -Dijo con una mirada pícara.

-Te agrada la palabra "nosotros"? -Pregunté haciendo énfasis en aquella palabra.

-Sólo cuando estamos incluidos "tu y yo". -Dijo haciendo que mi mejillas se tornaran rojas.

Pasamos horas y horas hablando hasta que quedamos dormidos. De repente sentimos unas gotas caer sobre nuestros cuerpos, de inmediato despertamos y nos miramos, no había pasado ni un minuto cuando ya estaba cayendo agua a torrenciales. Nos levantamos y salimos corriendo en búsqueda de un refugio para no seguir mojandonos. Fue muy difícil ya que estábamos en la cima de una montaña pero a lo lejos encontramos una cueva y nos adentramos en ella.

El frío congelaba mi piel, la brisa hacía que mi bello se erizara, temblaba a causa de la temperatura en la cual de momento habíamos entrado. Neizan notó mi estado y sin más preámbulo se acercó a mi cuerpo dándome un confortable abrazo. Su piel rozaba con la mía haciéndonos entrar en calor. El frotaba sus manos y las ponía sobre mí, era como beber una taza de chocolate caliente en una noche fría.

-Ne...Ne..Neizan! -Dije con dificultad a causa del frío, creo que casi tendría una hipotermia. Neizan posó sus labios sobre los míos en busca de calentarlos.

-Cariño siento tus labios muy resecos, tienes sed? -Dijo al despegar sus labios de los mios.

-Tengo un poco. -De inmediato buscó en su mochila, la cual no la había dejado, fue lo único que pudo tomar tras salir corriendo hasta acá, buscó dentro de ella una botella de agua que para mi suerte estaba a temperatura ambiente, la destapó y me dio a beber.

-Mejor? -Preguntó preocupado.

-Sss..sí!

-Perdón por haberte traído hasta acá y ahora mira como estás, me siento culpable, he olvidado traer la carpa, soy un tonto, perdóname! -Dijo cabizbajo.

-No Neizan, no pienses así, si tendría que volver a repetir esta travesía contigo lo volvería a hacer mil veces y no me importaría, he sido muy feliz en las horas que hemos estado aquí, has sabido tratarme y créeme que nunca podré olvidar aquel beso. -Dije tratando de reanimarlo y al parecer lo logré porque se dibujó una sonrisa en su rostro.

-Así que nunca olvidarás aquel beso -Dijo con una mirada pícara mientras iba acercandose hacía mi, borrando toda la información de mi mente y dejándome sin palabras.

-Eemmmm....

-Sshhh tranquila no tienes que responder, tu mirada te delata.

Fue lo último que dijo antes de arremeter en contra de mi boca, haciendo que mi frío volará lejos de aquel lugar, parecía que instantáneamente habían instalado un calefactor en aquella cueva. Procedió a sentarse en un peñón y me sentó sobre sus piernas, tomó de mi melena y comenzó a utilizar su lengua pasandola por mi labio inferior pidiendo entrada al interior de mi boca, aquí fue cuando empezó nuestra propia lluvia de besos.

Definitivamente esta había sido la mejor noche de mi vida...

Ya la lluvia había cesado, pero decidimos pasar el resto de la noche dentro de la cueva, de todos modos, ya todo estaba mojado y afuera la brisa era constante así que dentro de aquella cueva nos encontrábamos mejor o como yo le llamé, "nuestro rinconcito de amor".

Así nos la pasamos todo el resto de la noche, entre besos y caricias, entre sonrojos y delicias. Así fue hasta que amaneció, hasta que salió el sol deslumbrando nuestro sentir y nuestras miradas en un éxtasis de claridad y felicidad.

Ya siendo de día, nos dirigimos hacía donde al principio acampabamos para recoger lo que habíamos dejado, luego de eso nos retiramos y partimos hacía nuestras casas.

Llegamos a él primer punto de destino que era mi casa y tan sólo con un pequeño y suave beso en mi mano Neizan se despidió. Bajé del auto, atravesé las puertas de mi hogar que se había vuelto un poco desdichado. Inmediatamente subí las escaleras para llegar hasta mi habitación, estaba suspendida en cansancio, ni siquiera me tomé la molestia de pensar en ir a clases, sólo vi mi hermosa cama y caí rendida en ella y sus suaves y cómodas almohadas.

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