8. Al diablo con el zen

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Manteniendo la mirada fija en un punto inexacto y una premiosa respiración, permaneció quieta en la pequeña habitación que estaba en penumbras. Por más que intentaba enfadarse no lo conseguía, las ganas de llorar eran más fuertes. Salió del pequeño lugar corriendo, aunque faltasen cuatro periodos para concluir las clases, se marchó del establecimiento y se fue a su casa.

De la misma forma corrió escaleras arriba en cuanto atravesó la puerta. En tanto que las lágrimas de tristeza transmutaban en ira pura, tomó la punta de metal de su mesa. En la parte oscura de su muro de sueños y metas talló: "Ian Key", la nueva cicatriz de su vida, o más bien, una herida abierta en ella.

Luego se fijó en su plan de cinco pasos, el punto dos y cuatro debían ser tachados. Ya no era la número uno y había dado su primer beso, el cual Ian había arruinado. Cavilando cómo en un par de días dos de sus metas más importantes se habían evaporado, se acurrucó bajo su cama.

Su madre la sintió entrar y tardó un poco en subir las escaleras.

— ¿Sophie, qué haces aquí? —le preguntó, y su duda se aclaró al ver la pared. Sobre todo le llamó la atención ver el punto dos de su lista tachado—. ¿Tan malo fue? —se refirió al beso.

— ¿Malo? ¡Fue horrible! —exclamó entre sollozos.

—Sal para que hablemos, sabes que no puedo agacharme. —Intentó alcanzarla con el pie y al no conseguirlo se recostó en la cama—. No sé por qué tienes tanta manía con eso del primer beso. El mío fue cuando tenía doce años, jugando a la botella, me tocó mi mejor amigo. Fue como besar a la pared, no hubo nada de romántico ni especial y luego me volvió a tocar, pero con un chico pervertido que me metió mano —recordó con molestia.

—Bueno, creo que el mío no fue tan malo —recapacitó levantándose—.Aún así quería que al menos fuera algo no tan imprevisto. Ian sólo quería hacerse la burla de mí.

— ¿Te obligó?

—No exactamente —dijo tapándose la cara con una almohada, pensando que si bien había empezado como algo imprevisto, ella había continuado y permitido que Ian degustase por largo rato sus labios—. No importa...

—Si no te gustó no tienes por qué contarlo como el primero, haz de cuenta que nunca ocurrió —le recomendó poniendo una mueca de desinterés y a Sophie le pareció la idea más brillante—. Que el segundo cuente como el primero. —Se levantó pesadamente para salir de la habitación y dejar sola a la muchacha—. O el que más te guste —agregó.

—Gracias Thaly; y... por favor no le digas a mi papá, es capaz de expulsar a Ian —le pidió antes de que se retirara.

— ¿Qué no quieres que eso pase? —se dio la vuelta extrañada.

—No —negó moviendo la cabeza—. Si él se va, no podré vengarme, quiero arreglar esto yo sola, que él vea que no necesito escudarme con nadie —aseguró con firmeza, pensando que no dejaría que Ian la viese débil y mucho menos como una llorona que había ido a quejarse con su papá.

***

Aún no sabía qué hacer, pero la actitud zen se había esfumado con la vana ilusión de que Esteban fuese quien la besara primero. Volviendo a su actitud agresiva y molesta fue a enfrentar a Ian la mañana siguiente. Esta vez lo alcanzó antes de que ingresara al aula.

Lo agarró del hombro y lo volteó bruscamente, no había nadie más en el pasillo, el colegio permanecía vació a esas horas tan previas al inicio del día escolar.

—Esta vez sí voy a destruirte, va en serio, nadie se hace la burla de mí.

Ian suspiró y le regaló una mordaz mirada al escuchar, quizá por décima vez, que iba a destruirlo.

Los sueños secretos de SophieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora