Sophie siempre busca ser la mejor en todo. Sin embargo detrás de esa fachada esconde muchos secretos y sueños de niña enamorada. Aparece un misterioso chico que no solo destruirá sus sueños, le demostrará que no es tan perfecta como ella cree ser.
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El tiempo pasaba rápido y confuso, por inercia ingresó a la cocina y abrazó a su madre, sentía que en cierta forma la traicionaba, deseaba con todo su corazón contarle sobre los peores momentos de su vida y recibir consuelo. Su padre mantenía la mirada fija en ella, eso la disuadía de realizar cualquier comentario, tampoco quería traicionarlo a él. ¿Por qué tenía que encontrarse en medio de ambos?
— ¿Sophie dónde estabas? ¿Te casaste? —Su hermano menor hizo que el tiempo volviera a correr a su velocidad normal al preguntarle algo que la sacó de contexto.
— ¿Casarme? ¿De dónde salió eso?
—Apostó que tú e Ian habían escapado juntos para casarse en Las Vegas. —Su madre la soltó del extenso abrazo y se acomodó en la silla con algo de dificultad. A Sophie le pareció que en su corta ausencia, Thaly había aumentado al menos tres tallas —. Tu padre se puso más histérico con eso; no con lo de casarte, pero sí con la idea de que hayas escapado con un chico.
—Es la idea más idiota que se te pudo haber ocurrido —le reclamó golpeándolo en su nuca.
—Tú eres la que siempre habla de casarse con su príncipe azul, pensé que por fin cumpliste con algo de tu estúpida lista. —Se burló mientras se sobaba la cabeza, reprimiendo su impulso de abrazarla y decirle lo mucho que se había preocupado.
—Ian no es ningún príncipe azul, es el villano; el torpe, horrible e idiota villano que pone a la princesa en peligro de muerte —manifestó encolerizándose más al recordar a Ian y cómo había sido capaz de exponerlos a tal peligro y no pedir ayuda. Si sus captores habían podido llamar, eso significaba que había señal, no imaginaba los motivos por los cuales el chico había sido tan insensato.
En su corto pensamiento miró a su padre, quien le advertía disimuladamente que midiera sus palabras. Su madre y sus hermanos no parecieron inmutarse ante la frase "peligro de muerte". Sophie tendía a ser tan dramática y exagerada que usaba esa frase con frecuencia ante casi cualquier contratiempo.
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De forma cansina, comenzó el trayecto a su habitación, se sentía exhausta tanto física como mentalmente, pero su padre la detuvo.
