Capítulo 16. Renacer

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Aún no salia de mi asombro, al comprobar que Yeremi me veía.

-¿Seguro que me ves?- Le dije a Yeremi.

-Pues claro, ¿porqué no te iba a ver?-

-Verás cielo, es que tuvimos un accidente cuando volvíamos a casa después de ver a tu padre y... bueno, es que no sé muy bien cómo decirte esto. -

-Oh dios mío, no me digas que estamos muertos y que hemos ido al lugar de las sombras— Me respondió muy gracioso.

—No, no es eso— dije poniendo los ojos en blanco. —Es que cuando tuvimos el accidente, nos dimos un golpe muy fuerte y yo.... cuando vine aqui, morí. —Dije al terminar la frase mirando al suelo, ya que se me caía una lágrima y no queria que me viera llorar.

—¿Cómo que estás muerta?. Anda, no digas tonterías.
Beth, si estuvieras muerta entonces yo no te podría ver y te veo.—. Dijo mientras me levantaba la mandíbula.

— Yeremi es verdad, estoy... estoy muerta.
Y la verdad no entiendo porque me ves.
— Espera un momento, ¿me estás diciendo la verdad?— Dijo Yeremi intentando levantarse de la camilla, pero no pudo y tuvo que sujetarse fuerte para no caerse al suelo.

— Sí cariño, es la verdad. Ojalá pudiera decirte que es mentira, que todo es una broma pesada pero no lo es. Lo siento... Si necesitas tiempo para asimilarlo, lo entenderé.

— No sé qué decir, ahora mismo estoy que no me lo puedo creer.
Hace poco nos casamos y ahora al tener el accidente, tú mueres.
Pero no te preocupes, que averiguaré quién tiene la culpa e iré a por él.—

Al rato apareció Marisa.

—Oh hijo mío, ¡estás despierto!. ¡Qué alegría tan grande!—Le dijo dándole un beso dulce en la frente.

—Mamá, tengo que preguntarte algo.
¿Beth ha muerto?—

—Hijo, no te preocupes ahora por eso. Tu recuperate y ya esta. Ponte bueno pronto, cariño — Le dijo acariandole el pelo.

—No digas tonterias mamá, necesito saber la verdad.—

—No te quiero preocupar, es duro para mí darte una noticia tan mala, tan horrible.—

—Asi que es verdad... Beth ha muerto.
Entonces si ha muerto, ¿Porqué la puedo ver?. No lo entiendo—

—¿Cómo que la puedes ver?. Ay hijo, que te estás volviendo loco. No la puedes ver. Está muerta.—

En ese momento, entró en la habitación el Dr. Dulce y Marisa le explicó lo que le pasaba a su hijo.

—Creo que se ha vuelto loco, doctor.
Dice que ve a su mujer, a Beth.
Tiene que darle un sedante o algo, para que se relaje.—

—Le haremos un tac, para comprobar que no tiene nada malo en la cabeza, para que se quede más tranquila.
¿Qué tal estás, Yeremi?.— Dijo el Dr. Dulce.

—¿Cómo cree que debo de estar, después de saber que mi esposa ha muerto?.— Respondió Yeremi mirándole a los ojos y con rabia.

—Ya, lo siento mucho. Hemos hecho todo lo que hemos podido por ella, pero al final se ha ido. Si hay algo que pueda hacer, aqui estoy.

- De acuerdo, gracias Dr. Dulce. - Respondió Yeremi.

-Luego vendrá el enfermero a por ti, para llevarte a hacerte la prueba.- Respondió el Dr.Dulce

Marisa se fué con el padre de Yeremi y yo aproveché para ir a ver a Yeremi.

Estaba mirando la ventana, metido en su mundo. Hasta estando en su mundo es precioso.

Me encantaría ir hacia él, abrazarle, susurrarle un ¨te quiero¨, besarle, acariarle...

—Hola cielo, ¿qué tal estás?— Le dije acercándome más a él.

Yeremi, me miró de reojo y vi que estaba llorando.

—¿Porqué lloras?.No llores, no quiero que estés mal.
Por favor deja de llorar, sino, lloraré yo también.— Le dije.

Él, se secó las lágrimas y me miró de frente. Luego dió unas palmaditas a su lado, en la cama, para que me acercara más a él.

Y yo me acerqué más, hasta llegar a él y sentarme a su lado.

—Quiero verte otra vez, Beth.
Dicen que estoy loco y no es asi. Yo no estoy loco. Te veo de verdad.
Tienes que hacer que ellos también te vean para que no me traten por loco.—

—Yeremi, no puedo hacer eso.
¡¡Soy un fantasma!!. No controlo quién puede y quién no, verme.—

—¡¡Es que no te das cuenta, de que si sigo asi, me encerrarán en un manicomio!!. ¿Es eso lo que quieres, verme encerrado como un loco?.
Si de verdad me quisieras, harías algo para evitarlo y ahora si no me vas a ayudar, prefiero que te vayas...— Me dijo Yeremi con una mezcla de desprecio, con rabia, impotencia...

No aguanté más y se me cayó una lágrima en su mano, entonces él me miró y me dijo:

—¿Eso es lo único que vas a hacer, llorar?, ¿asi me vas a ayudar a que no me encierren?. Para eso, ¡¡prefiero que te largues y no vuelvas!!— Dijo Yeremi, casi gritando.

No podía entender porqué él me veia y los demás no.
No entendía su desprecio, su desapego.
Añoraba tanto nuestros momentos de felicidad... Ojalá no hubiera pasado nada de esto. 
Ahora estaba más perdida que antes, ¿a dónde podría ir?, ¿con quién más podría hablar?.

Iba paseando por el pasillo y las enfermeras me traspasaban, lo que a cada rato me recordaba que estaba muerta.

Me senté en un asiento que había en el pasillo del hospital y cuando levanté la cabeza, vi a un hombre que me miraba fijamente.
No me gustaba su forma de mirarme, era una mirada que te helaba los huesos, de esas que como te descuides te congela hasta el corazón... A su alrededor había oscuridad. Sombras que salían de su cuerpo.
Sus ojos de color negro intenso, su piel blanquecina y deteriorada.
No me dio buena espina, así que salí pitando de allí.
Miré atrás y él seguía allí, mirándome.
Se me ponían los pelos de punta y agilizaba cada paso que daba.
Tenía que salir de allí cuanto antes y más ahora que estaba indefensa.

Y si yo estoy muerta ahora, ¿quién va a ayudar a los espíritus? y a Yeremi, ¿cómo podría defenderle del mal?.

Son muchas preguntas que rondan en mi cabeza.

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Hasta aquí os puedo contar ahora. Siento la tardanza, pero es que he estado ocupada.

Ya estoy escribiendo el siguiente capítulo.

Muchísimas gracias por leerme y votarme.

Feliz día/ tarde/noche

Besitos de invierno. =)

Amor FantasmalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora