『Capítulo 3』

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La clase se queda en silencio, y yo escaneo las reacciones de cada alumno. Todos están en silencio, hasta que estallan los murmullos.

Encuentro a Sebastián en uno de los asientos del fondo, me mira sorprendido. Si así me vi yo por primera vez transformada al espejo, supongo que si Yael no hubiese entrado primero no me reconocería. Asiento con la cabeza débilmente en su dirección y él me imita. Le he pedido que no interfiera en nada de lo que pase aquí, y que si quiere estar un momento conmigo por X motivo tiene que aparentar no conocerme y tratar de hacerse mi amigo, como es lo normal entre desconocidos. Él aceptó por supuesto.

Un asiento más atrás está Jordi, que me mira sin decir nada. Estoy segura que él no me reconoce. Entonces me permito mirar al profesor. La señora Méndez, está hablando con Yael, me arrimo a ellas sintiendo las miradas críticas y calculadoras en mis espaldas, ahora unas cuatro veces más ancha.

—Muy bien Señoritas, pueden ir a sus lugares —trago mis nervios y sigo a Yael, que está caminando hacia la fila de pupitres de la izquierda, la punta del aula más alejada de Sebastián y Jordi.

Entonces los escucho. A todos. Lo hacen a propósito para que yo los oiga, y la verdad, me parte el alma las críticas, no por mi, sino por las personas que de verdad sufren con el acoso. Todas las cabezas se giran a verme al pasar. Todas.

Mis pasos son decididos y nada vacilantes. Llegamos a los asientos, Yael se sienta en el de atrás, para poder grabar mejor y yo en el de delante.

Son individuales, y no practiqué cómo sería sentarse en algo tan pequeño. Dejo la mochila sobre la mesa y entonces me pongo de lado a la mesa, primero paso una pierna, y luego me deslizó hacia el lado chocando mi barriga falsa y aplastándola con mucha torpeza por lo incómodo de la situación, dejo salir el aire y todos estallan a carcajadas, a excepción de unos pocos. No me fijé en que estaba haciendo un ridículo de diez minutos intentando calibrar mentalmente los movimientos a realizar para sentarme.

Ignoro a las voces y miro adelante una vez que logro caber en el espacio reducido.

—Seguro se comió a los hermanos —escucho que cuchichean a mi lado, pero no les doy la satisfacción de mirarlos.

—Dicen que asaltó una heladería —comenta una chica un asiento a la izquierda más adelante.

Ojalá, como me gusta el helado. Pero no el de menta.

Nunca el de menta.

Me río de mis ocurrencias.

—Oh, al cerdo le hace gracia —dicen a mi lado, entonces veo a una chica de cabello rosa, súper delgada, aún más que yo sin el traje, viste el uniforme solo que con la falda unos diez dedos sobre la rodilla.

Y la conozco, si. Es Roxi Todd, fue mi compañera cuando cursaba en este instituto. Ha repetido incontables veces los cursos. Hasta juraría que tiene un año más que Yael. La miro de soslayo justo cuando se voltea y le dice algo a una chica de atrás. La cual, se fija en mí y ríe.

Que frustrante.

—Silencio alumnos —hace callar a todos la profesora. Media hora después, la clase sigue, pero que la profesora escriba en la pizarra y obviamente escuche lo que dicen no evita los comentarios despectivos.

Algo golpea mi cabeza en el lado derecho y pica en la mesa. Un bollo de papel, alzo la mirada para ver quién fue pero, es imposible. Mucha gente está pendiente de mi. Miro el bollo de papel con recelo, pero al final desisto y lo abro.

Un de un rostro femenino enojado y con nariz de cerdito está dibujada en el arrugado papel. Tiene una nota debajo.

—Cerda oinc oinc —se lee. Me río internamente por lo bajo de su ofensa.

❝Proyecto G❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora