Al cuarto año de la apertura del parque, cuando él también se estaba dando cuenta de que la cosa no estaba funcionando como debería y que no podría mantener el parque durante mucho tiempo más, decidió que lo que el parque necesitaba era otra ampliación. Esta vez, una muy grande, que casi duplicaría su superficie. Claro, él no tenía el dinero suficiente para eso.
Así que le pidió una última ayuda su madre. Ella se negó. Se negó rotundamente, pero Mosca le suplicó. Le dijo que eso era lo que definitivamente le daría el último empuje al parque y lo catapultaría a la fama.
Pero su madre le dijo que ya no tenía suficiente dinero para ello desde hace muchísimo tiempo. Lo que le quedaba era lo suficiente para vivir lo que le quedaba de vida acomodadamente y proporcionarle una ayudita a su hermano. Si ese dinero se gastaba en el parque, ¿qué iba a ser de ella? ¿Y de su otro hijo?
Mosca enfureció. Volvió al argumento de que él lo estaba haciendo todo por ella y su hermano, y que realmente no era mucho o que le pedía, y que ser madre implicaba sacrificios. Al ver que su madre no cedía, empezó a perder la cabeza de verdad, porque necesitaba el dinero a toda costa para cumplir el plazo de construcción. Le dijo que no la dejaría salir de la mansión hasta que pusiera la fortuna a su nombre, que en este momento dependía completamente de él, y que si no fuera por él, seguiría viviendo en la casita del pueblo. La madre contraatacó con que ella era muchísimo más feliz en la casa del bosque, y que Mosca le había puesto una desgracia en los hombros. Que no le iba a dar ni un céntimo más.
Luego se volvió hacia él, en calma y casi llorando. Le cogió de la cara y le dijo que ella volvería a comprarse la casa que él había vendido, y viviría allí con su hijo, feliz como antes. Dijo que si él cerraba el parque, también podía unirse.
Mosca hubiera sido feliz si hubiera aceptado, pero eso iba completamente en contra de sus principios. Porque Mosca no se rendía. Nunca hubiera cerrado el parque solo porque la cosa no estuviera teniendo éxito. Necesitaba el dinero.
Entonces, quizás por instinto, quizás premeditadamente, cogió a su madre por el cuello y la puso contra la pared. No le costó, porque ella ya era muy mayor y frágil, y de su antigua belleza ya no quedaba nada. Le dijo que la mataría si no le transfería el dinero inmediatamente. Sintió su mirada en su cara. Sentía que la estaba mirando, suplicando. Pero él no cedió. Mosca nunca cedía en nada. Le apretó el cuello aún más.
En ese momento, algo se extinguió en los ojos de su madre. No era la vida propia, porque en ese momento, aunque se sentía traicionada y rota, se sentía más viva que nunca. Se había desprendido de un amor tóxico hacia un hijo que no la quería. Y se sintió libre sin él.
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La trágica muerte de la mosca
Kısa Hikaye"Sólo cuando el último árbol esté muerto, el último río envenenado, y el último pez atrapado, te darás cuenta que no puedes comer dinero." - Sabiduría indoamericana