Mirada azul zafiro

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Hoy desperté con aquella conocida sensación de haber perdido algo. Esa sensación con la que me he despertado cada día desde aquel encuentro. Su mirada azul zafiro ha dejado en mi esa sensación de pérdida, de vacío que no logro controlar.

A veces me despierto por la madrugada sudorosa y con las imágenes de ese sueño vívidas en mi mente como si se tratase de un recuerdo, de algo que había olvidado y que luego de mucho tiempo dormido ha despertado cual ave fénix levantando con su vuelo las cenizas. Es en esos momentos que tengo que levantarme y pintar. Cada dibujo que he hecho desde ese día en el parque lleva el sello de su mirada y me lleva nuevamente a repetir el sueño que me despierta sudando, repitiéndose una y otra vez en una especie de círculo vicioso que no logro descifrar.

Estoy de pie y con los pies descalzos en una tierra desconocida, mirando impávidamente hacia un gran lago de aguas cristalinas, la luna brilla redonda y plateada en el firmamento cubierto de estrellas de miles de colores. En el sueño llevo el cabello peinado en dos coletas al estilo odango y es de color plateado. Aunque no lo parezca sé que soy yo, no tengo dudas de ello, lo puedo sentir en mis adentros. Tengo puesto un vestido largo blanco marfil con detalles dorados, en la mano derecha llevo una espada con una inscripción que no logro leer.

Me llevo la mano al cuello y de éste cuelga una especie de relicario, es redondo y con unas resplandecientes alas blancas a cada lado. En su centro se dibuja una cruz con una piedra plateada justo donde se intersecan ambas partes de la cruz, rodeada de ocho perlas de diferentes colores.

Camino sobre los escombros de lo que fue aquel desconocido lugar hasta llegar a la orilla del río. Miro mi reflejo en el agua, con la mirada sombría y el cuerpo cubierto de sangre que sé  no es mía. De pronto aparecen esos ojos que tanto me perturban. Su mirada es triste como la mía, como si en ellos llevara una gran pena que no se atreve a contarme.

Siento su aliento en mi cuello y mi cuerpo de tensa pero no es miedo lo que siento. Sé que es él, lo siento en mis huesos, el dueño de la mirada azul zafiro, mi amado. Me abraza por detrás y toma la espada de mi mano, arrojándola en el suelo. Recuesto mi cabeza sobre su hombro, se siente tan bien, tan familiar. Digo su nombre en un susurro, como queriendo que nadie perturbe la paz que ahora nos invade, Endymion. Mi cuerpo se estremece con sólo decirlo. Endymion me da la vuelta y tomando mi rostro lo eleva para que mire el suyo. Me pierdo en su mirada.

Me sumerge desde lo más alto del cielo hasta el abismo más profundo del inframundo con el simple tacto de sus manos. Se aproxima lentamente y posa sus labios en los míos. Un calor intenso como el fuego me quema toda la piel y nubla mis sentidos, siento el sabor de sus labios, de su boca, su lengua humedeciendo más la mía, calmando la sed que siente mi alma. Acaricia mi cuerpo y me dejo llevar, me entrego a la sensación, a la mezcla de amor y deseo que Endymion provoca en mí.

Me separo un instante de él en busca del aire que le falta a mis pulmones y lo miro sonreírme con esa inocencia y picardía que lo caracteriza. De pronto el cielo se oscurece y la luna comienza a menguar. Una figura amorfa se levanta tras nosotros y toma la espada, mi espada que yace en el suelo y atraviesa el pecho de Endymion con ella. Aún puedo oír su risa malévola en el aire mientras permanezco de pie inmóvil, mirando el rostro palideciente de mi amado que cae de rodillas al suelo, de su pecho emana abundantes chorros de sangre.

El dolor me atraviesa cual si hubiese sido yo y no él quien recibiera el impacto en mis carnes y no logro reaccionar. Grito. El grito me despierta del sueño y nuevamente la sensación de vacío me sobrecoge.

Luz de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora