Celos

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El fin de semana había llegado más rápido de lo que había esperado, aunque su tortura durante la semana fue más que insoportable. Desde que había llegado a su preparatoria el señor del antifaz, había tornado su mundo de cabeza, incluso ya le había provocado su primer pelea luego de dos años con Seiya.

Le había resultado fácil que la perdonara, al fin y al cabo su novio tenía un corazón muy blando y no podía negarle nada, aunque era la primera vez que ella se había aprovechado de eso para hacerle cambiar de opinión, pero dadas las circunstancias era lo único que podía hacer sino tendría que soportar su mal carácter todo el fin de semana.

Luego de una ardua semana de clases y tareas, por fin podía relajarse y descansar, aunque aún tenía que entregar un extra clase que les había dejado la profesora Beryl, no se preocupaba pues Ami le prometió que la ayudaría con eso.

¡Como le encantaba tener de amiga a la chica genio del colegio! Desde que Ami llegó a su vida las cosas habían cambiado, bueno por lo menos sus notas, porque su holgazanería y las pocas ganas de levantarse en la mañanas seguían exactamente igual. Antes de conocer a Ami le iba muy mal en el colegio, pero una vez que se hicieron amigas, ya hace casi cuatro años, sus calificaciones habían subido, pasando de F a B+, eso era un gran logro para ella, incluso sus padres estaban maravillados. No le habían dicho nada, pero fue en ese entonces que empezaron a ahorrar para la universidad, antes no creían que iban a necesitarlo.

Luego conoció a Minako y pronto se unió a ella y a Ami, aunque no entendía cómo podían calzar las tres juntas si tenían personalidades muy diferentes, Ami era una chica tímida y retraída, ella aunque le gustaba hacer amigos en parte también le intimidaban las personas, pero a diferencia de Ami, era una holgazana de primera. Minako era todo lo que ella quería ser, largo cabello lacio y dorado, no como el suyo que le costaba acomodar y por eso lo peinaba con dos coletas, era alta pero no demasiado, hermosos ojos azules y un cuerpo que era la envidia de muchas y el deleite de chicos, en conjunto con la personalidad explosiva la convertía en todo un poema.

Minako no tenía miedo de hablar con un chico, si alguien le gustaba se lo decía y punto, no le preocupaba el rechazo ni lo que pensaran de ella, simplemente hacía lo que quería. Ella fue quien se dio cuenta primero de lo que sentía Seiya hacia ella y de no ser por Minako no se habría atrevido nunca a salir con él.

Makoto y Rei eran otra cosa. A pesar de su edad eran chicas muy maduras, Rei por su parte era muy seria y Makoto tenía ese aire maternal, además que su presencia imponía ya que era verdaderamente alta. Ellas fueron las últimas en unirse a su grupo de amigas, y aunque todas tenían personalidades diferentes, realmente se querían y se acuerpaban.

Durante su transición de la niñez a la adolescencia se sentía el patito feo del barrio. Usaba brackets, tenía pecas y granos, su voz era chillona y por si fuera poco no había crecido mucho. En la escuela se había ganado el apodo de gremlin, el cual odiaba, y en muchas ocasiones quiso dejarla. Pero cuando llegó a los 14 las cosas cambiaron de forma drástica. Se había estirado, sus dientes habían tomado el lugar que les correspondía así que había dejado los brackets, sus barros y espinillas habían desaparecido por arte de magia igual que sus pecas y su voz se había endulzado.

Aquellos lugares donde antes parecía una llanura ahora tenían formas y curvas acentuadas, en fin, se había transformado de pies a cabeza, tanto así que los muchachos habían empezado a fijarse en ella y pedirle citas. Eso no le gustaba mucho, por lo cual solo usaba ropa que no marcara sus formas demasiado, su uniforme de colegio le quedaba un poco grande, hacía todo lo necesario para pasar desapercibida.

Rememorando ese tiempo Usagi se levanta de la cama y se dirige al closet a buscar la ropa que se pondría hoy para salir al cine con su novio. Sacó varias prendas antes de decidirse por una falda de mezclilla corta y una blusa de tirantes negra con encaje en el escote. Se metió al baño y duró el tiempo necesario para garantizarse estar fresca como lechuga y luego salió y se puso la ropa que había escogido.

Luz de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora