El rompimiento

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A la mañana siguiente despertó más tranquila y relajada, sin duda le hacía falta dormir bien. Se desperezó y levantó de la cama, dirigiéndose al cuarto de baño para lavar su cara. La imagen que veía en el espejo era mucho mejor de la que había visto los últimos días, a pesar de que aún tenía los ojos algo hinchados por las lágrimas derramadas ayer.

Ese pensamiento le trajo recuerdos. Recuerdos de estar abrazada a una espalda amplia, recuerdos del perfume con notas de pimienta, limón y sándalo que aún jugaba con sus sentidos, recuerdos de la brisa que hacía volar sus largos cabellos dorados… todo en ese momento le recordaba a él.

Sonrío al recordar el sencillo mensaje de texto que le había enviado antes de dormir y de pronto un sonido llegó a sus oídos, haciendo que volviera a la realidad. Se apresuró a alcanzar el móvil en la mesita de noche, tenía una llamada, el identificar le avisó de quién era, Seiya. Dudó unos instantes si responder o no, finalmente no lo hizo.

Tiró el móvil en la cama y se quedó observándolo como si se tratara de algún extraño mecanismo, hasta que la llamada dejó de sonar. Pensó un momento la situación, analizando las posibilidades que tenía. Necesitaba hablar con alguien, ¿pero con quién? Normalmente buscaría a Ami o a Minako, pero siendo Ami novia de Taiki (o casi) no podía ponerla en ese compromiso y Minako no estaba en su mejor momento.

Pensó en Rei, pero luego recordó la plática del día en que fueron a ver a Seiya entrenar y no creyó que fuera conveniente. Entonces pensó en Makoto, tan maternal y madura, posiblemente podría darle un buen consejo.

-Si diga.

-¿Te desperté?

-No-dijo la chica desperezándose-ya estaba despierta.

-Me preguntaba si podía pasar por tu casa.

-¿Ahora?

-No, ahora no, en la tarde.

-Si claro, pero dime, ¿sucede algo?

-Te cuento cuando esté allá.

-De acuerdo, nos vemos.

-Gracias.

Dejó el teléfono nuevamente en la cama y bajó a desayunar. Desde las escaleras podía sentir el olor a los deliciosos panqueques de naranja cubiertos con miel que preparaba su mamá. Su estómago dio un rugido en protesta por los varios días que había pasado sin mucho apetito.

-Buenos días mamá.

-Buen día cariño, ya iba a despertarte pero veo que se te está haciendo costumbre levantarte temprano.

-Con el olor de estos deliciosos panqueques en imposible seguir durmiendo, ¿y papá?

-En el patio con Shingo, reparando su vieja bicicleta.

-¿Otra vez con esa cosa? Debería comprarle una nueva.

-Sabes que a tu hermano le fascina esa cosa como tú la llamas, está apegado a ella.

-Sí en especial desde que la abuela murió, creo que es de los pocos recuerdos que le quedan de ella. Por cierto mamá, hace tiempo no visitamos al abuelo, deberíamos hacerlo.

-Le diré a tu padre que nos lleve mañana.

De pronto la puerta se abre y Kenji y Shingo entran un poco cabizbajos.

-¿Les sucede algo?

-Creo que la bicicleta que me dio la abuela ya no tiene reparación.

Usagi frota la cabeza de su hermano cariñosamente tratando de darle ánimos.

Luz de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora