ix - α .

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 El olor a huevos estaba enfermando a William.

Un día, está bien. Dos, no hay problema. Tres... bueno, es aceptable. Pero cuatro días comiendo a base de huevos lo hacian descomponerse.

Por encima del burbujeo del aceite Daemon le hablaba de algo, emocionado como cada mañana. Para él, fanatico de los videojuegos, aquella situación era una fantasía.

Para William, no.

Su muñeca todavía le dolía por las ataduras que el tipo le había colocado hacía varios días. Tenia un tajo en la mejilla de cuando golpeó el suelo al desmayarse, y verlo lo ponía furioso.

Tomó el teléfono con la pantalla fracturada y miró el panel de notificaciones. Nada.

Todavía no le decían nada.

La sangre latiendo en sus oídos se hizo más presente, al mismo tiempo que los sonidos a su alrededor se atenuaban. Consumido por la ira, estrelló el móvil contra la pared, tiró los estúpidos huevos al estúpido suelo.

-Mierda, William, ¿que te pasa? -le espetó Daemon, apagando con rapidez las hormallas y caminando hacia su amigo.

-Dejame en paz, Dae. Lo mejor que puedes hacer es dejarme solo. -murmuró entre dientes, sin alzar la mirada de su desorden.

-No, ¿sabes qué? No. No estoy para soportar tus mierdas, Will. Ya tenemos suficiente como convivir con tu jodida bipolaridad para que ahora me y nos trates mal a todos. No tengo la culpa de tu jodida inestabilidad.-gritó acercándose más de lo que William permitiría.

Enojado, le pegó un empujón con fuerza. No, enojado no: asfixiado. Lo habia visto correr hacia el, acercarse tan furioso que se sintió acorralado contra todos sus problemas, dejándole como salida reaccionar de la única forma lógica: la violencia.

Daemon trastabilló, piso los huevos, cayó al piso. Algo sonó mal, y Will supo que había cometido un error al verlo agarrarse con fuerza la muñeca izquierda.

Bum, bum, tic, tac. Los latidos resonaban con más fuerza en sus oídos, mientras oía repetir una y otra vez a la gente decirle lo inútil que era. Sentía como su mírada caía de a poco, como se iba agachando hasta abrazarse las rodillas y ocultar su rostro en ellas.

Veía a su mamá, con la decepción en el rostro. La oía gritarle a través del teléfono, el pitido cuando ella colgaba enojada. Y después ya no la oía, por que estaba muy lejos, y ella no quería atender el teléfono.

Súbitamente la ropa quemaba, apresaba. Desesperado, tironeó de su camisa con movimientos torpes, queriendo sacársela sin poder hacerlo.

Una mano se sumó a la tarea, apartando la de él y desabrochándole los botones. Arrancose la prenda, llamas sobre la piel. Abrazando otra vez sus brazos, quiso arañarlos para sacarse el veneno del cuerpo.

Otra vez, unos dedos lo detuvieron. William se quedó estático, impersonificable.

Las manos soltaron sus brazos, y se envolvieron contra su torso. Lo presionaban con fuerza, como si quisieran sacarle toda la mierda de dentro.

William estalló en llanto, dejándose caer contra esa superficie cálida que le curaba las quemaduras.

Daemon cerró los ojos y trago con fuerza.

-Aqui estoy Willie. Aquí estoy. Aquí estoy, y no pienso dejarte.

.

Demi saltaba de un lado a otro, auriculares encasquetado dentro de los oídos. La música resonaba más alta de lo recomendable, pero no le importaba. Si iba a limpiar la casa, mejor si se divertía.

Oliver la miraba de reojo, con una sonrisa pendiente. Iba atras de ella, porque cada vez que la chica limpiaba algo, lo volvia a ensuciar al tumbar cosas con su ridículo baile.

Aunque a Oli no le importaba. De todas formas, no dejaba de verse hermosa.

Tan pronto como terminaron con la última habitación, Demi se dejó caer en su cama recién tendida. Rodando los ojos, Oliver se sentó con muchísimo más cuidado en la de al lado.

La pelirroja sonreía a ojos cerrados. Se mantuvo así, acostada, con el pecho subiendo y bajando mientras recuperaba energías. Dignandose a abrir un ojo, miró a aquel que había sido su ídolo. El chico tenía las mejillas rosas y los rizos cayendole sobre la frente. No podía creer que ambos tuvieran 21 años. En ese momento, Dalton parecía un niño.

Soltando una risita, retiró sus audífonos y se sentó en cuclillas sobre la cama. Inclinaba la cabeza levemente a un costado, mirándolo fijo y con una sonrisa. Oliver cruzó miradas, y se puso rojo, alejandola rápidamente.

La oyó soltar una carcajada y trasladarse al lado suyo. Tragó con fuerza. El era Oliver Dalton, el jodido Oliver Dalton. Sex symbol por excelencia, sueño de adolescentes rebosantes de hormonas y madres solteras. Y, sin embargo, Demi le sonreía y se volvía un flan aguado y caliente (en el buen sentido de la palabra, claro).

-¿Por que nunca me puedes mirar, Oli? -le preguntó la dulce voz de Demi, arrancandole un respingo. Ella estaba demasiado cerca. Inspirando hondo, puso una sonrisa fiable y probó relajar la.postura.
-¿De qué hablas? Siempre te miro.-soltó seguro, para sonrojarse con fuerza.- Es decir, cuando hablas, claro. No de otra forma. Osea, no significa que no puedan mirarte así, solo que yo no lo hago. Pero no lk hago no porque no seas linda, claro.-todas las frases salieron unidas, rapidasz titubeantes y tartamudeando. Demi soltó otra de sus carcajadas, dejándose caer de espaldas a la cama.- N-No es gracioso.

Demi rio más fuerte. Finalmente, fue callando hasta solo tener risitas, y mirarlo con ternura.

-¿Sabes? Siempre pensé que yo iba a ser esa.
-¿Esa qué?
-Esa chica tímida y tonta que no puede decir hola sin trabarse y desmayarse. Y más si hablábamos de ti. Pero ahora, eres tú el que no me puede sostener la mirada.

Eso era un desafío, y Oliver lo asumió. Ahora sí, volteó y la miró a los ojos, alzando una ceja. La sonrisa segura y trumiunfante de Demi se disminuyó, y ahora era ella quien llevaba un rubor permanente en las mejillas.

-¿Decías?-murmuró él, la voz cargada de suavidad.

La chica carraspeó y volvió a sentarse, sin dejar de mirarlo pero alejándose levemente. Oliver sonrió satisfecho y bajó la mirada a sus rodillas.

-¡Ey! -lo reprendió ella divertida, tirando un poco de la falda para que se las cubriese un poco más.
-Perdon, pero son lindas piernas.-le dijo el con diversión, regalándole un guiño. Demi rodó los ojos y golpeó jugando su brazos, para sonreír con cariño.

Oliver se recostó en la cama, y la miró. La timidez se le había esfumado (por lo menos, de momento). Ella seguía sentada, mirando a algún punto fijo, ojos perdidos en el color del viento.

Suspirando, mordió su labio, y Demi giro sus dos gemas para sonreírle. Se paró y estiró, su falda volviendo a subirsele unos centímetros.

-Le prometí a Blanche que ayudaría con la comida-murmuró distraída-, y sé que en realidad todo el trabajo lo terminaste haciendo tú.-una gorgoteo feliz escapó de sus labios- Así que te veré más tarde, Oli. Y espero que esta vez puedas sonreír conmigo. -como aires soñadores, se acercó al castaño y besó con delicadeza su mejilla, antes de alejarse medio saltando, medio trotando.

Oliver sonrió todavía más grande, y se acostó hundiendo el rostro en la almohada. Al cerrar los ojos, sintió su perfume.

Demi lo había marcado.

.

-No lo entiendo.-suspiró ella frustrada, dejando caer el cuchillo y cruzándose de brazos.

Dean miró al cielo, pidiéndole ayuda incluso a Dios, si era necesario. La chica de 19 era terca como una mula, y cada vez que agarraba el cuchillo era como ver a un gato que se está bañando.

-Ni siquiera lo estás intentando Chris.
-Por que soy mala. Muy mala.
-Eres mala porque dudo que alguna vez hayas tenido la necesidad de empuñar un cuchillo e utilizarlo.-suspiró, agachándose y tomando el arma blanca.- Si no pones de tu parte, no puedo ayudar.
-Pero...
-¿Pero?

Bufó frustrada y se acomodó los lentes. Los mechones plateados se seguían escapando de su rodete, metiéndose en el camino.

Dean la miró empuñar el cuchillo, intentando ver que era lo que no encajaba. ¿La violencia? Podía ser eso. O tal vez le había dado asco tener tanta sangre en las manos, y tomar el cuchillo se lo recordaba.

Entonces, al verla asirlo, lo supo.

La posición era perfecta. El mango estaba sujeto con precisión, la cuchilla inclinada, el cuerpo equilibrado. Pero algo estaba mal.

-Dame el cuchillo.
-¿Qué?
-Dame el cuchillo. No va a funcionar.

Enderezándose, frunció el ceño.

-¿Pero qué te pasa? Primero que no lo intento, luego que porque lo intento. Puta madre, no hay forma de que te conformes.-bufó y tiró el cuchillo al suelo, clavándolo con facilidad y destreza. Dean le sonrió, recogiéndolo para guardarlo en el bolsillo.
--Dije que me dieras el cuchillo, no que te fueras. Ven.

El Impala permanecía bellamente estacionado bajo un sauce, en aquel amplio patio trasero. Abriendo la puerta del maletero, el rubio retiró unos páneles y cobijas, para hacerse a un lado.

-Quiero que vengas, veas, y toques con cuidado. Cuando encuentres algo que se sienta bien, me avisas.-ordenó, encendiendo un cigarro y alejándose del coche.

Christianne lo vio alejarse, y se acercó con cuidado al maletero. Ahogando un sonido, observó el arsenal que llevaba el mayor de los Winchester. Arpones, arcos, espadas, cuchillos, katanas. Iinfinidad de artilugios extraños, granadas, cables y detonantes.

La peligris pasó las mano por sobre cada una de ellas. Asombrándose, creyó estar sintiendo las energías que cada una de ellas le pasaba. Los cuchillos jugaban con la excitacion, las espadas con la inteligencia. No pudo adorar ni al arco ni a la flecha, y el odio que le provocó la katana logró sorprenderla.

Sus dedos, adormecidos por la costumbre, se detuvieron sobre una superficie lisa. La madera vibraba bajo sus huellas, causándole un cosquilleo en el brazo. El corazón latió mas fuerte y su respiración se agito. Con pupilas dilatadas, sentía que estaba tocando al amor de su vida.

Envolvió sus dedos en la madera envejecida, sintió el frío del borde metálico. Al subirla, la identificó como una pistola (mas no podría identificar cual). Lo unico que Christianne sabía, es que su cuerpo jamás se había sentido tan a gusto.

-¿Dean?

El hombre tiró la colilla y la pisó con firmeza. Metiendo las manos en los bolsillos, caminó hacia la chica, relajado. Espió por encima de su hombro, y entonces, su corazón se detuvo.

-¿Cómo encontraste eso?
-¿De qué hablas? La sentí. Estaba ahí, junto a la granada.
-No, no estaba, es...-con cuidado, fue a tomar el arma, pero apartó la mano al sentir el ardor que le provocaba el contacto-¿No te está lastimando?
-¿Lastimarme? No, no. Al contrario Dean. Se siente bien. A salvo.

Llevando las manos a su cuello, Dean analizó la mirada de ella. Llena de emoción y seguridad, ya no era la niña que empuñaba el cuchillo. Recorrió el parque con la mirada, y divisó algo.

-Tú, ¿ves ahí?- señalaba un arbol en la linde del patio, a muchos metros de ellos. En el árbol, lleno de flores, el cazador había ubicado un objetivo.-Hay un globo enganchado en las ramas superiores-murmuró- si puedes acertarle al primer intento, es tuya.

Christianne siguió la trayectoria, ubicando el móvil. Sus dedos se tensaron alrededor del mango, mientras alzaba el brazo buscando una buena posición. El arma vibraba, temblaba bajo su tacto. Podía sentir la enería de un poder mucho más antiguo fluyendo a través de ella hacia su cuerpo, poseyendola de forma impredecible.

Dean no escuchó el disparo, pero si el estallido. Donde antes posaba un bonito globo rojo, ahora se adivinaba un hueco. Chris se mantenía en postura, los cabellos apenas agitados por el viento.

-¿Lo hice?
-Lo hiciste. Ya es suficiente por hoy. Ella... La Colt es tuya. Ve a descansar o molestar o lo que sea. Y traeme a Cass, ahora.

Chris asintió y corrió dentro del recinto, pasando a dejar la pistola por su cuarto. Colt... que nombre tan bello. Tras ubicar al ángel, le pasó las instrucciones y se propuso ayudar en la cocina. Sin embargo, la necesidad de saber era más fuerte, y pronto se encontró encamada al techo, saltando a las ramas del roble, y escuchando la conversación de los hombres.

-No puede ser, simplemente no puede ser.
-¿Y cómo no va a ser, si tu mismo la viste con la Colt en la mano?-inquirió Castiel, con el rostro inusitádamente sombrío.

Dean observó las facciones, angustiado.

-Bobby la estaba custodiando. El mismo Crowley se encargó de poner una jodida protección alrededor de ella. Y ahora llega y la toma, y sabe dispararla, y dice que la está sintiendo.
-¿Sintiendo?
-Cuando le pregunte de dónde la había sacado, eso fue lo que me dijo. "La sentí. Siempre estuvo ahí."
-Dean...
-Lo sé, lo sé. Hay algo muy malo en todo esto. Primero esta especie de fin del mundo, este idiota universo alterno, producto de tu hermanito. Y luego tu hermanito se muere porque Kala, aun medio agonizante saca un revólver de la nada, y después Christianne consigue la pistola más poderosa que se haya inventado.
-Hay algo muy malo.-repitió el pelinegro, con un suspiro.

Dean se recargó en el árbol, las manos revolviendo su cabello. A sus 25 años, había vivido ya demasiadas mierdas, y estaba agotado.

Castiel se acercó al rubio, y Chris pudo notar que era la única persona que se podía acercar a Dean sin dudarlo, sin una pizca de miedo.

-No se si puedo, Castiel. Yo... No creo que pueda.
-Dean, ya pudiste. Podrías haber dejado a todos ellos y no lo hiciste. Ya nos metimos en esto, ahora hay que terminarlo.

Ella vio a Dean mirar al costado contrario a Castiel, al cielo, parpadear varias veces alejando las lágrimas.

-Necesito que me digas que todo va a estar bien, Cas.-susurró con la voz ligeramente quebrada.
-Todo va a estar bien, Dean. Doy mi esencia en ello.-susurró este de vuelta, sin apartar los ojos de la piel de su cuello.

Dean volteó con cuidado, lo miró unos momentos. Inclinándose, posó la boca sobre la del ángel, quién la recibió con cuidado. Secreto suyo, consuelo infalible. Los labios apenas si se movieron, pero en aquel momento Dean no necesitaba tanto.

Alejándose lentamente, le regaló una sonrisa sencilla a Cas, que le respondió con una brillante. Besó toscamente su sien, apenas y sonrojado, y se alejó otra vez con las manos en los bolsillos hacia el Impala. Castiel observó, pasivamente, y aaflojó su corbata. Dean ya lo esperaba dentro del coche, poniendo música en la radio.

Christianne ya no los vio meterse en el vehículo, ni besarse, ni amarse.

Habiendo trepado con rapidez el árbol, corría a su habitación como si su vida se fuera en ella (lo que, tal vez, no estaba tan errado).

Al abrir la puerta, lo supo. Ella nunca había elegido a la Colt. La Colt siempre la había estado llamando.  

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hbday camo;

indigo heartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora