xii.

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Kala entró en silencio a la habitación. Niko había pedido que pusieran a Gael en un cuarto aparte.

El mayor tenía la barbilla apoyada sobre sus manos y los codos sobre la cama. Las ojeras eran pronunciadas, la preocupación evidente.

Nikolai se veía más débil que nunca.

Sentándose junto a él, le dejó la taza a un lado. Niko suspiró y la tomó distraído, el té humeando bajo sus dedos.

No le dijo nada, pero se recargó muy levemente contra ella. Kala supo que le daba las gracias.

Gael ya había despertado, y ellos ya habían hablado. Pero la herida del menor estaba infectada y tardando mucho en cerrar.

Niko no sabía si podía soportarlo.

Kala divisó unos pequeños cortes bajo su manga, y abrazó el brazo del chico. En tan poco tiempo, había logrado quererlo tanto.

-Tienes que dormir Al. No puedes seguir así.-le susurró ella, con la voz más suave que tenía.

-No puedo. Gael...

-Sam es buen médico, y yo puedo cuidarlo un rato. Necesitas dormir.

Nikolai negó, y ella suspiró. Mirando a su alrededor, divisó un almohadón. Soltó el brazo del chico parándose, y acercó la almohada poniéndola detrás de él. Cómo esta era baja, apenas y quedaba más arriba que su amigo.

Sentándose detrás suyo, subió las manos a su cabello y comenzó a acariciarlo. Sintió el suspiró del otro, lo vio cerrar los ojos. Con mucho cuidado, le fue haciendo mimos y caricias en el pelo y el rostro, siendo lo más gentil que podía.

En algún momento él lloró sólo un poco, y ella le secó las lágrimas sin hacer preguntas. Lo abrazó con suavidad, unos segundos, antes de seguir con sus toques suaves.

Poco a poco sus músculos se destensaron, y cuando él ya no tomó la taza, supo que se había dormido. Intento pararse pero fue en vano: él abrazó el brazo que lo abrazaba sin permitirle moverse.

Y entonces ella tampoco insistió en volver a irse.

.

Angie despertó con un dolor de cabeza que se esfumó muy rápido.

Wade estaba en el borde de la cama, leyendo. La camisa de la morocha le quedaba grande y resbalaba por uno de sus hombros, exponiendo sus lunares.

También, por ahí, Angie podía ver un par de moretones.

Se sintió culpable. Si no fuera un desastre andante, Wade nunca se habría lastimado.

Wade nunca hubiese asesinado.

Angie siempre había sido sensible, y le costaba mucho ocultar sus sollozos. Lo intentó, lo intentó con fuerza. No pudo, sin embargo.

La culpa era más fuerte.

Apenas, apenas se oía. Pero ese apenas fue suficiente para que Wade soltara el libro y gateara a su lado para abrazarla.

Angie se dejó abrazar. Se dejó llenar de palabras dulces, y abrazos, y mimos, y besos tan tiernos como un pay recién horneado.

Angie se dejó llevar. Se dejó llorar, decir cosas, abrazar, tocar, besarla, amar. Se dejó ser en los brazos de ella, se dejó querer como hacía mucho no se quería.

Tal vez había pasado una hora, tal vez dos, pero ahora Wade dormía otra vez y ella jugaba con sus rulitos perdidos sobre las sábanas.

Su estómago gruñó pero no le importó mucho.

indigo heartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora