ix - β

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Angie caminaba de un lado a otro, mirando con emoción la calle. Tras la reja había tres cadáveres de caminantes, y el garrote que llevaba se encontraba brillando ensangrentado.

Wade se encontraba sentada bajo un árbol. Tenia una pistola que sabía que no iba a usar, y en realidad, se concentraba en leer el libro.

-No vienen más. ¿Por qué no vienen más?-sin verla, Wade oía el puchero que portaba su novia.

-¿Tal vez porque no son tan idiotas como para ir hacia una muerte segura?-le respondió sarcástico, pasando la página y volviendo a sus letras.

-Ay, ni sin tin idiitis.-repitió burlándose, al momento en que se sentó en el escalón que daba a la calle. Cas la había ayudado a elegir una buena madera y a tallarla, y luego se la había decorado con grabados de letra sbonitas y raras.

Y un alambre de púa rodeándolo, claro.

Volteó a ver a la castaña. Ahora que no tenía sus productos, el cabello había vuelto a ser una mata enorme de rulos. Angie disfrutaba verla leer, verla perderse en aquellos universos alternos. Podía leer cada una de sus emociones, podía pintarlas, podía quererla con fuerza.

Su mano se movió sola para azotar un garrotazo al zombie que acababa de aparecer en el umbral. Sin esfuerzo, se dió vuelta y machacó su cabeza. El sentido espacial y sensorial de ella era excepcional, sorprendiendo incluso a la dupla de cazadores por excelencia.

Al voltear otra vez, sacudiéndose las manos, se encontró con la mirada asombrada de Wade y el libro abierto en el piso.

-¿Qué?
-¿Como hiciste eso, Angela?-preguntó asombradisima Wade.
-¿De qué estas hablando? No es la primera vez que mato a un coso, Wade.
-A... No mataste solo a uno. -la voz de la rulienta temblaba.

Totalmente confundida, Angie se dió la vuelta con mucha lentitud.

El garrote golpeó contra el piso, porque a la morocha le temblaban las manos. Había un caminante frente a ella, pero había por lo menos ocho caminantes más distribuidos en la calle frente a la casa. Completamente destrozados, completamente derrotados.

Angie bajó la mirada a sus manos, reparando por primera vez que eran totalmente rojas. Su ropa estaba llena de sangre, y probablemente también toda su cara. Aquella mezcolanza negra y roja la cubrían por completo, sin que entdiera que había pasado.

-An...-angie soltó un chillido cuando Esté la tocó, alejándose. Había sido un segundo. Solo había sido un segundo.

Antes de que se diera cuenta, estaba corriendo. El asfalto quemaba contra las plantas de sus pies, y a cada zancadas se apuraba su paso.

La piel quemaba.

Ella era un monstruo.

.

Sam sonreía orgulloso desde el suelo. Todavía en pose de lucha, Liss lo miraba con aquella sonrisa burlona y desafiante.

-Eso fue jodidamente asombroso, Blan.
-Lo se.
-Ya, ya. Deja el orgullo y ayúdame a pararme.

Con una risa, le dio la mano y le brindo impulso. Hacía por lo menos una hora que estaban practicando, y Sam cada vez se quedaba más asombrado.

Blanche, Por su parte, disfrutaba cada momento. Estaba llena de moretones, golpes, y músculos agarrotados, pero la lucha cuerpo a cuerpo la llenaba de emoción y energía.

-¿Otra?-pregunto excitada, saltando sobre las puntas de los pies para calentar los músculos.
-Nena, hace una hora que me vienes rompiendo el trasero. Sinceramente no sé si me da el alma para otra pelea.
-¿Entonces que hacemos? Están todos ocupados.-suspiró ella, detestando ya el aburrimiento que se les venía encima.
-Tranquila que tengo un plan. Párate y seguime.

indigo heartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora