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En un invernal Japón, el estudiante de 17 años Yuuri Katsuki caminaba tranquilamente por una blanca calle. Llevaba en sus oídos unos auriculares que le impedían escuchar las palabras de las personas que lo veían despectivamente durante su travesía hacia su universidad. Y es que nada de él era algo que pudiese ser agradable a la vista, no era delgado, tenía mala vista por lo que usaba gafas, tenía el cabello negro y los ojos marrones. Nada en él era algo que pudiese llamar la atención de alguien, era un japonés común, era un chico del montón, entonces ¿por qué sentía que era odiado por todos a su alrededor? No estaba seguro…

—Demonios, hace tanto frío… —comentó para sí mismo mientras llevaba sus manos a los bolsillos de la gabardina marrón claro que llevaba puesta. Sus labios iban cubiertos por un tapabocas, su cabello iba parcialmente cubierto por un gorro negro y sus manos por guantes del mismo color. En el ambiente había una brisa helada, que casi lo hacía estremecer cada vez que soplaba.

Todo en su vida era tan monótono y él tan conformista, que ya no sentía excitación alguna en vivir día a día… Se levantaba antes de las 7 am, salía hacia la universidad, llegaba, saludaba a su único amigo: un estudiante de intercambio llamado Pichit Chulanont y su día continuaba sin mucha emoción.

Para alguien que no resaltaba en nada, era realmente agotador  reír forzadamente junto a las personas que compartían sus días…
Lo único que realmente era extraño en su vida era un sueño recurrente, en el que un albino de cabello platinado y orbes celestes le hablaba con ternura. Esa persona lo llamaba una y otra vez en su sueño, pero cuando ya estaba a punto de tomar su mano, este desaparecía sin dejar rastro.

Sin importar cuántas veces tuviese ese sueño, siempre se despertaba con lágrimas en los ojos y un sentimiento de inmensa tristeza carcomía su interior… Eso era lo único que era fuera de lo común en su vida.

Con ese cielo cubierto de nubes grises el mundo parecía haber sido cubierto por una inmensa tristeza, pero por otro lado, el azabache pensaba que el invierno en Japón era realmente bello, cubierto todo por una fina capa de nieve.

Levantó la mirada al ver una silueta a lo lejos y la sorpresa invadió su rostro: sus orbes marrones se abrieron de par en par. Justo a lo lejos, estaba la silueta del hombre de sus sueños. Y en su corazón un anhelo interminable nació, empezó a correr hacia él, impulsado por un instinto casi animal de desesperación.
Cuando estuvo a punto de tocarlo, nuevamente, como en sus sueños, él desapareció. Empezó a mirar a los lados, casi desesperado por encontrar el objeto de la ansiedad que se había posesionado de él. Pero nada había allí…

— ¡Yuuri~! —saludó un moreno mientras lo abrazaba desde atrás con evidente emoción —. Buenos días~ Pareces estar realmente distraído esta mañana~ —declaró Pichit, después de haber quitado los audífonos de los oídos de su mejor amigo.

—Ah… Buenos días, Pichit-kun —saludó el azabache con una risa un tanto forzada, su amigo tenía demasiada energía para ser tan temprano, aunque ya estaba casi completamente acostumbrado —. ¿No había alguien por aquí hace un momento?... ¿Un hombre alto de cabellos platinados?

— ¿De qué hablas Yuuri? Solo estabas tú aquí —dijo el joven proveniente de Taiwán. Le sonrió tranquilamente, intrigado por el comentario del contrario. Su piel morena, sus orbes y cabello negro, era alguien que con su carácter alegre siempre llevaba sonrisas a donde iba.  Pero había una sonrisa sincera que por más que intentaba no podía obtener: la de Yuuri…

Desde la sombra de un edificio, Viktor Nikiforov, observaba aquella escena con una sonrisa leve y sus orbes celestes cargados de nostalgia. A sus pies, un enorme caniche de color marrón movía la cola.

—Lo siento, Makkachin, pero todavía no puedes conocer a Yuuri —comentó con voz suave el albino, y con lentitud se agachó para acariciar la cabeza de su amada mascota —. ¿Verdad que es adorable? —inevitablemente tenía una  radiante sonrisa en su rostro, aunque su corazón ya estaba sintiendo miedo de perderlo una vez más.

Espejo RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora