III

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El cielo claro de un pleno invierno cubría todo lo que estaba por encima de la cabeza de Yuuri, en esa ocasión no había nada más que un bosque rodeándolo. Los árboles no eran más que un tronco con ramas abandonadas por cada una de las hojas que en algún momento había adornado su figura de antaño; y aun así esas vacías extensiones se mecían ante el fuerte viento.

De alguna manera podía reconocer el paisaje. Ese lugar llamaba a su mente un recuerdo lejano, tan lejano que ni siquiera le pertenecía al él de esa vida. Pronto se encontró con dos siluetas, protegidas por un muro de robles que formaban un claro.

Tuvo que acercarse más, paso a paso… Y su expresión se pasó de la curiosidad a una de total sorpresa. Una de las siluetas era él, más adulto y con el cabello casi llegando a su nuca. La otra silueta, pertenecía nada más y nada menos que al hombre con el que soñaba regularmente.

Por un momento, su mirada se cruzó con su “yo” pasado, y al parpadear ya no se encontraba observando desde el bosque. Ahora podía ver al albino de frente, podía sentir su tacto frío estrechándolo con una inmensa  fuerza, como si no quisiera apartarlo nunca. Intentó hablar, más su voz no salió. Fue allí donde entendió que aquello era un recuerdo, un recuerdo de su otra vida.

—Viktor, alguien podría vernos, debes irte ya… —murmuró el azabache con voz suplicante y orbes cristalinos. Desde el momento en que lo había vuelto a encontrar sabía que su final volvería a convertirse en una tragedia.

—Es muy pronto, nadie nos vera, te lo aseguro. Déjame disfrutar un poco más de ti —el conde estaba completamente enamorado de esos orbes marrones, que nunca perdían ese brillo tan especial que lo hacía querer vivir —. Solo un poco más… —un leve susurró escapó de sus labios a la vez que los rozabas con la tersa piel del cuello ajeno. Sacó su lengua, dando una lenta lamida, le encantaba la manera en la que se retorcía entre sus brazos.

—Es… Espera Viktor, aquí no —sus mejillas se sonrojaron, y su corazón empezó a latir lleno con una emoción incontrolable. Un gemido escapó de sus labios al sentir esos largos y afilados colmillos atravesar su piel.

La sangre del su alma gemela era como siempre la más deliciosa, simplemente no tenía comparación con nada. Ni siquiera esas botellas de la más fina sangre que guardaba en su bodega podían saciarlo como lo hacía el líquido vital perteneciente a Yuuri. Estrechó ese cuerpo nuevamente contra sí, y deslizó su diestra hacia la entrepierna ya despierta del contrario.

Su cuerpo tembló ante el suave tacto ajeno, mucho más cuando este empezaba a acariciarlo por encima de sus ropas —.Ah… ¡Viktor! —intentaba buscar la mejor manera de aferrarse a él, pero el albino parecía indispuesto a dejar que escapara de su fuerte agarre. La diferencia de fuerzas era demasiada, él era un simple humano y el hombre que amaba era un vampiro noble con una personalidad sumamente caprichosa.

Sus labios se curvaron en una leve sonrisa, aquello era perfecto. Incluso si se oponía con palabras, era evidente que el cuerpo de Yuuri estaba disfrutando al máximo de lo que estaba ocurriendo en esos momentos. Siempre que él lo tocaba, se excitaba, ese azabache era demasiado adorable. Con una leve lamida se separó de la blanca piel, dejando apenas un rastro de que sus colmillos estuvieron dentro —Eres realmente adorable, Yuuri~ Déjame escucharte más…

Incluso cuando su mente le pedía que no cayera ante la tentación del mayor; tanto su cuerpo como su corazón la ignoraban completamente, cayendo una y otra vez ante Viktor. Si tan solo no lo amara tanto… —D… Detente… ¡Ah! —tuvo que llevar una de sus manos hacia sus labios para poder contener los gemidos que amenazaban con escapar. ¿Y cómo no? Cuando podía sentir claramente la fría mano ajena acariciar su erección recién liberada de su pantalón.

Espejo RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora