XII. Parte II

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Habían pasado un par de horas desde que Viktor había regresado con su "princesa" al castillo al que pertenecían. Luego de un té y algunos mimos había logrado que Yuuri dejara de sollozar y se calmara. Tenerlo allí en su cama sin miedo a que fuese huir parecía una escena sacada de un cuento de hadas... Y, sin embargo, sabía muy bien que su historia estaba condenada por el destino mismo a desenvolverse como una triste tragedia... Estaba dispuesto a darlo todo para obtener un final feliz para ambos.

En ese momento Yuuri descansaba sentado en el sillón de cuero negro con Viktor descansando en su regazo... Había esperado que Viktor estuviese todavía más cabreado y molesto con él, pero al parecer el albino solo podía pensar en la vida que Morfeo había dejado implantarse en su vientre... A pesar de que compartía esa emoción, también era consciente de que sería un embarazo riesgoso, lleno de amenazas por parte de los vampiros hacia el pequeño dhampyr que apenas iniciaba el ciclo de formación en su útero. Las cosas iban a complicarse para ellos de ahora en adelante, y sin embargo, sabía que el conde que estaba en su regazo lograría hacer un milagro para ellos. La esperanza era algo que se había fijado a su corazón en esa vida.

—Entonces vamos a tener un bebé, estoy realmente feliz —comentó el albino con una sonrisa mientras se volteaba, dejando su rostro hacia el plano vientre ajeno. No dudó en pegar su nariz a la suave tela, para posteriormente depositar un corto beso por encima del suéter que el azabache llevaba. — Por favor, no salgas por tu cuenta durante el embarazo. Quiero que te quedes todo el tiempo en donde mis brazos puedas protegerte.

—Vitya.... Sí, me quedaré cerca con una condición —al ver esa mirada celeste dirigirse hacia él con cierto desconcierto, sonrió—. Deja que vea a Pichit cuando vuelva de visita, le debo una explicación... Además, me voy a aburrir si estamos todo el tiempo aquí, así que asegúrame de que por lo menos podremos ir a pasear por allí... Tú sabes... como en una cita... —había desviado la mirada, avergonzado.

Un suave suspiro abandonó los labios del poderoso vampiro para que luego una sonrisa se adueñara de ellos. Era obvio que su querido japonés no iba a aceptar sin poner alguna regla—. Está bien. De todas maneras te irás si no cumplo tus caprichos. No quiero que eso pase —con suavidad metió sus manos por debajo de la prenda superior ajena y posó ambas manos sobre el abdomen de Yuuri—. Quiero que nazca salvo y sano, eso es todo lo que quiero... ¿es mucho pedir?

—Yo también quiero eso... así que demos lo mejor de nosotros para protegerlo ¿bien? —no pudo evitar sonreír y acariciar con lentitud el cabello de su amante, sabiendo que ese sería uno de los pocos momentos de tranquilidad que compartirían...

—No te preocupes por ello, voy a matar a cualquiera que se meta en nuestro camino —por un momento y sin que Viktor lo supiera su expresión mostró una apatía por la vida parecida a la de una máquina... Sin embargo, incluso si lo hubiese sabido su expresión no habría cambiado.

—Vitya... —si tuviese que describir el sentimiento en su pecho seguramente sería como frío... porque la tristeza que le daba recordar que el corazón de Viktor estaba siendo consumido por la oscuridad era terriblemente fría... Causaba que quisiera llorar, y sin embargo no tenía derecho, pues era enteramente su culpa—. Lo siento, por haberte hecho cargar esta cruz durante tanto tiempo —bajó el rostro, depositando un corto beso en esos suaves labios. Apenas la amplia sonrisa en forma de corazón volvió al conde, sonrió nuevamente con sinceridad.

—Estás aquí y vas a darme un hijo, eso es todo lo que me importa en estos momentos Yuuri. Así que no me pidas disculpas, a menos que pienses morir de nuevo —por un momento sintió que su mente se quedaba en blanco y cuando volvió en sí sus manos estaban casi sobre el cuello ajeno. Fue la primera vez que Viktor fue consciente de que su locura estaba llegando a un límite donde... tal vez... no hubiese retorno.

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