II

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Nuevamente Yuuri se encontraba sentado en el columpio de un parque, la nieve caía copo a copo, cubriendo el suelo de tierra con un manto de pureza.  Estaba completamente solo, lo que en esos momentos le parecía extraño, siempre había muchos niños jugando por allí en esa época del año.

“Bienvenido de regreso, Yuuri” escuchó susurrar al viento, provocando que la mirada que había posado sobre el suelo se levantara. A un par de metros se encontraba nuevamente la silueta de ese hombre albino que atormentaba su vida desde muy joven.

— ¿Quién eres?  —preguntó, sin levantarse del columpio. Cada vez que corría hacia él, desaparecía, por eso no iba a ir nuevamente hacia él. Si de esa forma, esa fantasía se volvía un poco más duradera, no volvería a correr tras esa belleza efímera nunca más.

— ¿Ya te has olvidado de mí, Yuuri? Eres muy cruel —Viktor le sonrió y lentamente empezó a acercarse, hasta sentarse en el columpio a su lado —. Tú sabes quién soy, porque has estado corriendo desesperadamente tras de mí durante mucho tiempo.

—Pero tú siempre desapareces… No lo sé, corro tras de ti por puro instinto… Porque siempre he estado intentando alcanzarte en mis sueños —declaró el azabache, volviendo a mirar hacia abajo.

—Es porque Yuuri es muy cruel y siempre se va primero que yo —la voz del albino sonaba tranquila y alegre. Se balanceaba de adelante hacia atrás con calma —. ¿Serías capaz de abandonar todo por volver conmigo?

— ¿Yo? ¿A qué te refieres? Eres tú quien nunca deja que te alcance… Siempre vas caminando frente a mí, y lo único que puedo aspirar es rozar mis dedos con tu espald… —se detuvo, avergonzado por sus propias palabras. ¿Por qué estaba hablando de esa manera con ese desconocido? ¿Cómo podía siquiera analizar la posibilidad de fugarse con él? Se estaba volviendo realmente loco.

—Todo a su tiempo, Yuuri, mi existencia podría causar que tu vida corra peligro. Por eso, cuando estés listo para mí, ven a verme, sé que llegaras a mí aunque no te ayude para nada —volteó a verlo con ternura y se levantó con suavidad para ponerse frente a ese chico que miraba con inseguridad al piso.

—Pero me siento tan desesperado… No lo entiendo, no sé qué me ocurre… No sé tú nombre, no te recuerdo de nada… Pero mi corazón siempre da un salto al pensar en que puedo encontrarte ¿Quién eres? ¿Por qué siempre apareces en mis sueños?... —cerró los ojos apenas sintió unos fríos labios sobre su frente, y no pudo evitar subir la mirada hacia ese rostro que sonreía levemente con unos orbes tristes.

—Soy tu reflejo, Yuuri. Apresúrate y regresa a mí —comentó el albino, antes de darle la espalda y empezar a alejarse.
Por un momento el japonés se quedó en silencio, observando cómo una vez más, el hombre que era el centro de sus pensamientos volvía a escapar de él —. ¡Espera!

Tarde, para cuando había entendido captado su situación ya era demasiado tarde, ese hombre ya había desaparecido de nuevo.

Yuuri despertó sobresaltado, y nuevamente de sus castaños orbes un par de lágrimas rodaron. Se sentó lentamente, sintiéndose terriblemente solo en esos momentos. Las paredes azules de su habitación le parecieron terriblemente insípidas, los muebles como su armario y su escritorio eran tan aburridos, repentinamente había algo extraño a un lado de su cama: una rosa azul…

Sin saber la razón, nuevas lágrimas empezaron a rodar una tras otra. Tomó la rosa con una de sus manos, y la abrazó con suavidad. No entendía el dolor en su corazón, pero era tan doloroso.

— ¿Por qué un hombre tan perfecto como tú me busca?... A mí que no soy nada llamativo, soy solo un chico normal… ¿Está bien para mí anhelarte tanto? Respóndeme… —era inevitable que se sintiera tan dolido, ese príncipe que era acariciado por los copos de nieve que danzaban entre la brisa era lo más cercano a un cuento de hadas que había visto jamás… Nadie en su santo juicio creería que estaba tras él, que no era más que un extra.

No quería levantarse, porque sabía que incluso si iba diariamente a la universidad y “vivía” su corazón nunca iba a llenarse. Porque su sueño parecía no querer volverse nunca realidad. El sonido de pisadas lo hizo voltearse, encontrándose con un gato atigrado, que parecía tener el ceño fruncido “Meow”

— ¿Eh? ¿Cómo entraste aquí? Seguramente debo verme patético hasta frente a los ojos de un gato —murmuró con voz suave mientras subía una de sus  manos para poder limpiar las lágrimas que no parecían querer detenerse. Lo más llamativo del animal era un collar de leopardo finamente arreglado en su cuello, era obvio que tenía dueño.

—Meow —el pequeño animal empujó con sus patas un sobre, y antes de retirarse, le sonrió ladinamente —. Úsalo bien, cerdo.

El azabache ladeó el rostro, ese gato acababa de hablar… Aquello no podía ser verdad, debía ser una ilusión de su mente —. De verdad que me estoy volviendo completamente desquiciado…  —murmuró con voz suave, antes de gatear hacia el sobre y tomarlo lentamente. Dentro de este había dos cosas: una carta y una botella con un líquido carmín oscuro.

Sintió un escalofrío en su espalda, alguien estaba observándolo. Volteó a ambos lados, no había nada. Volvió a gatear hasta su cama, y fijo su mirada sobre el papel. Sintió miedo de leerlo, por lo que guardó el contenido nuevamente en el sobre, lo dejó bajó su almohada y se recostó cerrando los ojos. Aquello era una ilusión, una mentira creada por su subconsciente perturbado. La próxima vez que despertara, nada de eso estaría allí: ni el sobre, ni la rosa, todo se volvería una hermosa mentira.

Lejos de allí, Viktor estaba sentado en las escaleras de la entrada de la mansión, había salido a dar un paseo con Makkachin para calmar su ansiedad. Aunque no había servido de nada, pues cada momento que pasaba anhelaba más y más tener a cierto chico pelinegro entre sus brazos. Se había estado conteniendo de secuestrarlo desde el momento en que supo que había vuelto a nacer, pero ya estaba casi en su límite.

—Le di un pequeño empujón a tu cerdo —dijo el ruso rubio, apareciendo justo detrás del conde Nikforov.

— ¿No estás yendo en contra de Yakov al hacer eso? —preguntó con serenidad el albino mientras le sonreía. Inevitablemente sabía que Yurio se uniría a su causa en algún momento, porque aunque quisiera ocultarlo de todos, él sabía muy bien que ese arisco gatito estaba enamorado de un hombre humano.

— ¡Ja! Ni que fuese mi padre. Además, quiero ver al cerdo retorcerse de desesperación por encontrarte —mintió tranquilamente con el ceño totalmente fruncido. Él que una vez había admirado a Viktor más que nadie, sabía perfectamente que incluso con ese espejo roto, ellos estaban destinados a encontrarse en todas las vidas de Yuuri.

—El seguro lloraría si te escuchara decir eso, Yurio —soltó una suave risa para abrazar a Makkachin que había ido en busca de cariño a su pecho. Lo acarició suavemente y besó su frente, recibiendo una lamida en respuesta —. Si Yuuri vuelve a morir, creo que la próxima vez dormiré hasta que despierte.

— ¿Qué? ¡¿Estás demente?! —se apresuró el rubio a decir, aquella declaración lo había dejado sorprendido. Si un vampiro poderoso se iba a dormir, normalmente no había certeza de que volviese a despertar.

—Sí, eso creo. Pero no veo sentido en seguir aburriéndome en este mundo, no pienso darle la victoria a Yakov, y mucho menos pienso rendirme con Yuuri. Algún día tú también entenderás esta locura, y la desesperada lucha por salvar tu propio reflejo.

—Los humanos verdaderamente son un peligro para nosotros, yo no voy a rebajarme como tú, no me subestimes —declaró el rubio de manera grosera, negándose a aceptar que él también estaba cayendo enamorado de un mortal.

—No lo son verdaderamente, enamorarse de un humano no es tan malo como dicen. Pero si lo encuentras, perderlo es como perderte a ti mismo —aseguró mientras sonreía tranquilamente —. Vamos, Yurio~ Acompáñame a cenar, tengo unas botellas de la mejor sangre para acompañar~

— ¿Por qué rayos debo cenar contigo? —se quejó, antes de ser tomado de la mano y jalado hacia el interior de la enorme habitación —. Siempre eres así —se quejó, chasqueando la lengua. Viktor Nikiforov era realmente un viejo fastidioso.

Un espejo, aunque roto, todavía puede reflejar algo, incluso si es solo una versión distorsionada de la persona.

Mientras existe aunque sea un pedazo de espejo, el futuro no será destruido.

Espejo RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora